GARANTIAS
Bueno. Todos estamos acostumbrados a recibir alguna garantía cuando compramos un aparato eléctrico o de alto valor. Es mas, el mismo fabricante nos ofrece que garantiza el buen funcionamiento de su producto y por eso se atreve a dar un plazo que èl considera suficiente para demostrar que su artículo está fabricado con los estándares mas altos del mercado...
Bajo esa perspectiva, cuando entramos en contacto con la fe, esperamos que el Fabricante, el Señor, nos garantice que cuando le pidamos algo Èl nos va a responder como esperamos.
Leemos Su Palabra y nos adueñamos de las promesas y bendiciones que allì abundan. Empezamos a "consumir" lo que Èl nos ofrece y nuestras vidas entran en un proceso de quietud, descanso y felicidad. Todo lo que pedimos se nos concede...
Hasta que...
Pasa el tiempo. Crecemos en Su Palabra. Dejamos de ser niños y nos empieza a salir barba, bigote y pelos por todo el cuerpo. Nuestra fisonomía cambia. Las niñas se convierten en mujeres y los varones en hombres. Y así como cambia nuestra fisonomía también cambia nuestra fe. Solo que a la inversa.
En vez de crecer hacia arriba, la fe crece hacia abajo. Parece contradicción, ¿verdad? Pero si me da un tiempecito le explicara qué estoy tratando de definir.
Como ya no somos los niños del principio, empezamos a racionalizar la fe en Dios. Ya a estas alturas no es fácil dejarnos en las Manos de Aquel que una vez nos cobijó. Ahora ya somos adultos. Pensamos. Analizamos. Y pedimos garantías. Ya no nos es fácil creer a ciegas. Ahora pensamos bien antes de creer. Entramos en un dilema con la fe de niño porque el adulto que vive ahora en nosotros tiene recursos que lo podrían ayudar a solucionar sus problemas. Por lo menos ya hemos cursado nueve grados en la escuela y otros hasta ya tienen un grado universitario. A estas alturas la fe ya no es muy fácil de desarrollar.
Quizá por eso Jesus dijo: "Dejen que los niños vengan a Mi y no se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de Dios..." Niños. Quienes ya no se acercan confiadamente a Jesus son los adultos. Su raciocinio no les permite creer en las historias de David y Goliat. Ya el profeta Elìas no es tan emocionante. Ver a Jesus andando sobre el mar no es tan fácil porque ya fuimos al mar y nos dimos cuenta que eso es imposible. Creer que Pedro también lo hizo no nos lo tragamos tan fácilmente porque lo tratamos de hacer en Los Chorros y no nos funcionó. Tomamos cinco panes, cerramos los ojos y oramos como lo hizo Jesus y no se multiplicaron en cinco mil como nos contaron en la escuela dominical. ¿Que pasó? Simple. Dejamos de ser niños. Ya no podemos ir a Jesus como Jairo y esperar el milagro de sanidad de nuestras finanzas o de nuestros hijos. Ya no.
Ahora queremos garantías...
Y topamos con el que dijo que la fe mueve montañas. O abre mares. O abre los ojos a los ciegos. Lo que Èl dijo fue verdad y sigue siendo verdad... Así que entramos en un diálogo con Èl, en donde, como Job, salimos perdiendo...
Moisés: Señor, garantizame que vas a abrir el mar para que pasemos el otro lado.
Jesus: No, primero abre el mar y yo estaré contigo.
Moisés: Señor, garantizamos que el Faraón dejará ir al pueblo.
Jesus: No, primero le hablaras y yo haré que los deje salir.
El leproso: Señor, garantizame que me has sanado.
Jesus: No, primero anda al sacerdote y veras tu sanidad.
El estudiante: Señor, garantizame que voy a ganar el grado.
Jesus: No, primero estudia y yo te recordare todo a la hora del examen.
Usted: Señor, garantizame que me va a alcanzar el sueldo para este mes.
Jesus: No, primero diezma y yo haré el resto.
La esposa: Señor, garantizame que la refrigeradora siempre estará llena.
Jesus: No, primero siembra tu semilla y yo haré que coseches al ciento por uno...
¿Ya lo vio? No podemos pedir garantías como lo hacemos con las compras del almacén. Con Jesus la única garantía es Su Palabra. Yo llevo 39 años viviendo por ella y nunca me ha salido mal un negocio con Èl. Su mejor garantía es Su Palabra. Atrévase y verá...
Bajo esa perspectiva, cuando entramos en contacto con la fe, esperamos que el Fabricante, el Señor, nos garantice que cuando le pidamos algo Èl nos va a responder como esperamos.
Leemos Su Palabra y nos adueñamos de las promesas y bendiciones que allì abundan. Empezamos a "consumir" lo que Èl nos ofrece y nuestras vidas entran en un proceso de quietud, descanso y felicidad. Todo lo que pedimos se nos concede...
Hasta que...
Pasa el tiempo. Crecemos en Su Palabra. Dejamos de ser niños y nos empieza a salir barba, bigote y pelos por todo el cuerpo. Nuestra fisonomía cambia. Las niñas se convierten en mujeres y los varones en hombres. Y así como cambia nuestra fisonomía también cambia nuestra fe. Solo que a la inversa.
En vez de crecer hacia arriba, la fe crece hacia abajo. Parece contradicción, ¿verdad? Pero si me da un tiempecito le explicara qué estoy tratando de definir.
Como ya no somos los niños del principio, empezamos a racionalizar la fe en Dios. Ya a estas alturas no es fácil dejarnos en las Manos de Aquel que una vez nos cobijó. Ahora ya somos adultos. Pensamos. Analizamos. Y pedimos garantías. Ya no nos es fácil creer a ciegas. Ahora pensamos bien antes de creer. Entramos en un dilema con la fe de niño porque el adulto que vive ahora en nosotros tiene recursos que lo podrían ayudar a solucionar sus problemas. Por lo menos ya hemos cursado nueve grados en la escuela y otros hasta ya tienen un grado universitario. A estas alturas la fe ya no es muy fácil de desarrollar.
Quizá por eso Jesus dijo: "Dejen que los niños vengan a Mi y no se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de Dios..." Niños. Quienes ya no se acercan confiadamente a Jesus son los adultos. Su raciocinio no les permite creer en las historias de David y Goliat. Ya el profeta Elìas no es tan emocionante. Ver a Jesus andando sobre el mar no es tan fácil porque ya fuimos al mar y nos dimos cuenta que eso es imposible. Creer que Pedro también lo hizo no nos lo tragamos tan fácilmente porque lo tratamos de hacer en Los Chorros y no nos funcionó. Tomamos cinco panes, cerramos los ojos y oramos como lo hizo Jesus y no se multiplicaron en cinco mil como nos contaron en la escuela dominical. ¿Que pasó? Simple. Dejamos de ser niños. Ya no podemos ir a Jesus como Jairo y esperar el milagro de sanidad de nuestras finanzas o de nuestros hijos. Ya no.
Ahora queremos garantías...
Y topamos con el que dijo que la fe mueve montañas. O abre mares. O abre los ojos a los ciegos. Lo que Èl dijo fue verdad y sigue siendo verdad... Así que entramos en un diálogo con Èl, en donde, como Job, salimos perdiendo...
Moisés: Señor, garantizame que vas a abrir el mar para que pasemos el otro lado.
Jesus: No, primero abre el mar y yo estaré contigo.
Moisés: Señor, garantizamos que el Faraón dejará ir al pueblo.
Jesus: No, primero le hablaras y yo haré que los deje salir.
El leproso: Señor, garantizame que me has sanado.
Jesus: No, primero anda al sacerdote y veras tu sanidad.
El estudiante: Señor, garantizame que voy a ganar el grado.
Jesus: No, primero estudia y yo te recordare todo a la hora del examen.
Usted: Señor, garantizame que me va a alcanzar el sueldo para este mes.
Jesus: No, primero diezma y yo haré el resto.
La esposa: Señor, garantizame que la refrigeradora siempre estará llena.
Jesus: No, primero siembra tu semilla y yo haré que coseches al ciento por uno...
¿Ya lo vio? No podemos pedir garantías como lo hacemos con las compras del almacén. Con Jesus la única garantía es Su Palabra. Yo llevo 39 años viviendo por ella y nunca me ha salido mal un negocio con Èl. Su mejor garantía es Su Palabra. Atrévase y verá...
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