DOLOR

Hay momentos en que la primavera se vuelve invierno. Los azules cambian a grises. Los pájaros se silencian  y el frío de la pena se instala en nosotros... Hay frío en el valle de la sombra de la muerte...

El mensajero que le lleva noticias a David es un jadeante amalecita, con ropas desgarradas y el cabello lleno de mugre, que tropieza con el campamento Siclag con tristes noticias: "Nuestro ejercito ha huido de la batalla, y muchos han caído muertos contesta el mensajero.  Entre los caídos en combate se cuentan Saul y su hijo Jonatan". 2 Sam. 1:4.

Dos personas muy amadas por David. Ayer estaban con vida. Hoy están muertos. Saul, el ungido por Dios. Jonatan, quien le salvó la vida, ahora también muerto.

David es experto en matar gigantes. Ahora tiene uno más que matar: El gigante del dolor...

David tiene solo un camino a tomar: O huir del dolor o enfrentarlo.

Algunos de nosotros hemos sentido su pesada mano en nuestros hombros. No en Siclag, sino en salas de emergencia, en hospitales para niños, en cementerios, en accidentes de vehículos. En buses que circulan por la ciudad y de pronto sube el ladrón de celulares tatuado como un fiero guerrero de las tinieblas que espanta y asusta a los ocupantes. Son los gigantes del miedo. Del terror. Gigantes que nos sorprenden sin previo aviso. Son los goliats que buscan nuestra paz, que quieren robarnos nuestro sentido de seguridad...

Y, como David, solo tenemos un camino a la vista: O nos quedamos encerrados en nuestras cuatro paredes, o seguir nuestra vida, salir y enfrentar el dolor de ser asaltado (renuncie), de ser asustado o amenazado. Porque el dolor nos perseguirá toda la vida. Es parte de ella. Sin él, la vida no seria vida porque no tendríamos gigantes que vencer. El dolor es parte de nuestra existencia. Dios lo puso aquí para enseñarnos que si Èl, Jesus,  esta a nuestro lado podemos salir invictos...

El dolor de la traición. Tenía que existir un Judas para poder vencer ese gigante que duele tanto. El dolor del divorcio. Muchas veces no lo podemos evitar, pero sí podemos evitar caer en depresión por su culpa. El dolor de la segregación. En la tienda nos ven de menos porque no estamos a la altura de los otros clientes y no nos hacen caso. El dolor del rencor gratuito. No sabemos porque le caemos mal a ciertas personas. El dolor de la indiferencia. Pasamos inadvertidos a los demás. No nos invitan a sus  fiestas y no nos toman en cuenta para sus reuniones. El dolor de tener que pasar hambre de amor, de besos, de amistad y de calor humano. Dolor de sentirnos solos cuando el dinero no alcanza y no tenemos a quien acudir para que nos echen una mano... El dolor de ser abandonados por los hijos que se olvidaron de nosotros. El dolor de no poder expresar nuestro dolor. Como David, llorar en silencio porque nadie comprende nuestro dolor...

David aprendió a vencer otro tipo de gigantes. Goliat fue vencido con una honda y una piedra. Este gigante fue vencido cantando. "David entonó esta elegía por Saúl y por su hijo Jonatán, y ordenó que enseñaran a los hijos de Judá el cántico del arco; he aquí, está escrito en el libro de Jaser" 2 Sam. 1:17...

Como puede usted ver, a veces, para vencer el dolor hay que cantar. David cantó el cántico del arco. Nosotros podemos hacer lo mismo. Cantar de dolor, como el gorrión. Cantar de dolor como David. Cantar como Jesus,  lleno de sangre, de espinas, de llagas y de clavos... Pero allí estuvo la victoria. En el Canto de la Cruz... ¿Le duele algo que le hicieron entonces? Cante. Cante su canto de victoria.


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