COSAS OCULTAS

"Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada. Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente." 1 Sam. 15:8

Muy bien... Qué bueno lo que hicieron Saul y el pueblo. Destruyeron todo lo despreciable y sin valor. Aunque dejaron con vida a Agag y a lo mejor de las ovejas, los bueyes, lo mejor de los animales engordados, de los corderos y todo lo que parecía bueno...

No es extraño esa actitud. Se parece mucho a lo que nosotros hacemos cuando decimos que nos hemos rendido al Señor. Como Saul. Le dijo a Samuel cuando lo confrontó: "Yo le hice caso al Señor. Capturé a Agag e hice lo que me dijo..." ¡Mentira! Ni le hizo caso ni hizo lo que le dijo. Es fácil engañarnos a nosotros mismos. Bueno, por lo menos a mi me ha pasado. Aun me pasa, para ser sincero...

Porque dejamos las cosas despreciables y sin valor. Eso es cierto. Veamos...

Ya no somos aquellos borrachos asquerosos. Eso se veía muy pero muy feo. Lo dejamos.
Ya no decimos palabrotas. Qué mal se escuchaba cuando abríamos la boca y dejábamos salir sapos y culebras. ¡Que vergüenza! Pero ya no lo hacemos "para la Gloria del Señor".
Ya no andamos con amigotes en la esquina de la cuadra chuleando a las mujeres que pasaban. Era algo tan vulgar.
Ya no le pegamos a la esposa. ¡Que pena! y después salíamos a la calle como si nada. ¡Hipócritas!.
Ya no adulteramos pero nos masturbamos. Ya no fumamos pero mentimos.
Usted, hermana, ya no se pone aquella minifalda que tan ridícula la hacia verse. ¡Uyy!, como pudo vestirse así.
Ya no le hace señas en la cara a su esposo cuando discuten. Ahora se ha refinado un poco.
Tampoco le grita a sus hijos en casa. Ya les pidió perdón y ahora habla en susurros.
Cuando su esposo no la deja dormir ya no le codea para que se haga a la otra orilla. ¡Pobrecito! como lo hizo sufrir tanto tiempo por egoísta. Perdoname mi amor...

Cosas feas y despreciables... Las dejamos. Pero en el camino sucedió algo... Aparecieron las cosas engordadas. Las cosas que realmente nos agradan y lo mejor del cebo. Son esas cosas escondidas que nadie ve. Como las horas solitarias frente a la computadora consumiendo pornografìa. O esos pensamientos que brotan cuando usted ve a otra hermana haciendo el ridìculo y en su mente hay un diálogo interno de crítica. O esos pensamientos de rechazo cuando llega su suegra a visitarlos y no llevo nada para el almuerzo. O esas miradas a las muchachas semivestidas del Centro Comercial que nadie nota, solo usted, querido pastor...

Eso es lo que no entregamos. Porque están bien adentro de nuestro corazón. Como nadie las nota no son "asquerosas ni despreciables".  Porque a la vista de los demás parecemos tan tranquilos, santos y casi perfectos. Esas cosas son tan íntimas que no nos hacen ver ante los demás tal como somos: sucios, andrajosos e hipócritas... Porque están por dentro. Eso solo lo sabe el Señor y nosotros. Pero Dios perdona, hermano Carlos, Dios perdona...

El asunto es que un día un Samuel se aparecerá de pronto y nos dirá lo mismo que le dijo en aquel tiempo a Saul: ¿Qué es ese balido de vacas y ovejas que escucho...?

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NIÑERA Y SUS "BUENAS" INTENCIONES... (Parte 1)

DESATADLO Y DEJADLO IR. (Jn. 11:44)

PASAS Y MANZANAS