A MEDIAS
Y Salomón hizo subir a la hija de Faraón de la ciudad de David a la casa que él le había edificado; pues dijo:Mi mujer no habitará en la casa de David, rey de Israel, porque son sagrados los lugares donde el arca del SEÑOR ha entrado. 2 Crónicas 8:11...
¿Cristianos a medias? ¿Se puede, pues? Siempre hemos creído que todo aquel que ha aceptado a Jesus como su Salvador ya es una nueva criatura... Por lo menos eso es lo que enseñan muchos maestros de la Palabra en las iglesias de hoy día. La gente se siente bien cuando se les dicen esas palabras. Nada mejor que saber que cuando acepto a Jesus soy nueva criatura. Dice el pastor que las cosas viejas pasaron y que ya nada de eso me afecta. Así que puedo seguir con mi vida que Jesus ya me perdonó todo.
Mujer, tienes un nuevo esposo. Ya no soy el mismo dice el pastor. O esposo querido, ya no soy la misma mujer de ayer. Dice el pastor que las cosas viejas de mi vida pasaron. Ahora soy nueva criatura... Es cierto, sigo gritando pero soy nueva criatura. Sigo diciendo palabrotas pero como el pastor dice que soy nueva criatura yo le creo. Sigo adulterando pero ya no soy el mismo adúltero. He mejorado mis técnicas. Le sigo pegando a mi esposa pero como soy nueva criatura ya no la dejo marcada como antes. Sigo maldiciendo a mi esposo pero ahora lo hago en mi mente para que nadie me escuche...
Evangélicos a medias... Nos hace falta un verdadero encuentro con Jesucristo. Y es que muchos lo quieren como Salvador pero muy pocos como Señor...
Eso fue lo que le sucedió a Salomon.
Hizo alianzas con muchas mujeres que no eran israelitas. Algo que estaba totalmente prohibido en la Ley de Israel. Y Salomon había sido enseñado a obedecer la Ley. El sabia que no era correcto lo que estaba haciendo, pero una cosa es saber qué es correcto y otra hacer lo correcto. Normalmente nos vamos por la tangente y hacemos lo que nos produce placer. No nos gusta negarnos nada. Especialmente si es algo sabroso... como lo prohibido.
Así que aquí tenemos a Salomon teniendo que tomar una decisión. Una de sus esposas había exigido vivir con èl en Jerusalén. El problema era que ella era gentil. No era de la nobleza israelita. Era hija de Faraón por lo que estaba profanando la Ciudad de David con solo tenerla allí. Pero había otro problema: Salomon estaba muy a gusto con esa dama. Era quizá, su esposa favorita. Era la privilegiada de acompañarla a los actos protocolarios. Como era princesa seguro que sabia moverse en la sociedad cosmopolita de su tiempo. Lo hacia quedar bien ante los demás reyes que se relacionaban con èl. Además de seguro que era muy hermosa. Las princesas casi siempre son hermosas. Y para Salomon ella era un trofeo digno de ser mostrado...
Pero un día le agarro un dolor de estómago. Y averiguando qué era, llegó a la conclusión que era por causa de su bella esposa. Algo le decía que ella no podía vivir en la Santa Ciudad. Allí estaba el Templo en donde se adoraba al Dios de Israel. Era un lugar santo. Y su esposa, por muy bella que fuera no podía compartir el mismo lugar. Así que el dolor de estomago era porque necesitaba tomar una decisión... Como Adán en el Edén... Tenía que escoger. O Jehovà o su esposa...
Hizo lo impensable...
En vez de dejarla y enviarla de regreso a su casa y agradar al Señor... le construyó una casa fuera de Jerusalén. Así quedaba bien con los dos: Con Dios y con ella. Es que era tan hermosa que no podía vivir sin ella. Y Dios había sido tan bueno con él que tampoco quería vivir sin Èl...
¿Que dice, usted, querido lector? ¿No hacemos nosotros lo mismo hoy?
Queremos mantener esas cosas ocultas que nos agradan sin ofender al Señor. Entonces hacemos lo impensable: Vamos a la iglesia a cantar coritos, aplaudir, danzar y decir cuantos amenes sean necesarios, pero en la puerta del templo dejamos esas "esposas" que no le agradan al Señor y que nos producen dolor de estomago. Es decir, tratamos de entrar al templo sin ellas, pero al salir, las volvemos a tomar porque "son tan bonitas que no podemos vivir sin ellas..."
Es que los amo a los dos, pastor. A mi esposo y a mi amante. A mi Dios y a mi vicio. A mi Dios y a mis palabrotas vulgares. A mi bella esposa y a mi hermoso Jesus. A Dios y a mi enfermedad. No puedo vivir sin los dos...
Por eso le hemos hecho casa fuera de la Presencia de Dios (según nosotros), para que Èl no se sienta mal compartiendo su Santo lugar con la hija de Faraón...
Asunto arreglado... Según Salomon. ¡Ah! y según nosotros también... Pero no nos engañemos: Dios no puede ser burlado...
¿Cristianos a medias? ¿Se puede, pues? Siempre hemos creído que todo aquel que ha aceptado a Jesus como su Salvador ya es una nueva criatura... Por lo menos eso es lo que enseñan muchos maestros de la Palabra en las iglesias de hoy día. La gente se siente bien cuando se les dicen esas palabras. Nada mejor que saber que cuando acepto a Jesus soy nueva criatura. Dice el pastor que las cosas viejas pasaron y que ya nada de eso me afecta. Así que puedo seguir con mi vida que Jesus ya me perdonó todo.
Mujer, tienes un nuevo esposo. Ya no soy el mismo dice el pastor. O esposo querido, ya no soy la misma mujer de ayer. Dice el pastor que las cosas viejas de mi vida pasaron. Ahora soy nueva criatura... Es cierto, sigo gritando pero soy nueva criatura. Sigo diciendo palabrotas pero como el pastor dice que soy nueva criatura yo le creo. Sigo adulterando pero ya no soy el mismo adúltero. He mejorado mis técnicas. Le sigo pegando a mi esposa pero como soy nueva criatura ya no la dejo marcada como antes. Sigo maldiciendo a mi esposo pero ahora lo hago en mi mente para que nadie me escuche...
Evangélicos a medias... Nos hace falta un verdadero encuentro con Jesucristo. Y es que muchos lo quieren como Salvador pero muy pocos como Señor...
Eso fue lo que le sucedió a Salomon.
Hizo alianzas con muchas mujeres que no eran israelitas. Algo que estaba totalmente prohibido en la Ley de Israel. Y Salomon había sido enseñado a obedecer la Ley. El sabia que no era correcto lo que estaba haciendo, pero una cosa es saber qué es correcto y otra hacer lo correcto. Normalmente nos vamos por la tangente y hacemos lo que nos produce placer. No nos gusta negarnos nada. Especialmente si es algo sabroso... como lo prohibido.
Así que aquí tenemos a Salomon teniendo que tomar una decisión. Una de sus esposas había exigido vivir con èl en Jerusalén. El problema era que ella era gentil. No era de la nobleza israelita. Era hija de Faraón por lo que estaba profanando la Ciudad de David con solo tenerla allí. Pero había otro problema: Salomon estaba muy a gusto con esa dama. Era quizá, su esposa favorita. Era la privilegiada de acompañarla a los actos protocolarios. Como era princesa seguro que sabia moverse en la sociedad cosmopolita de su tiempo. Lo hacia quedar bien ante los demás reyes que se relacionaban con èl. Además de seguro que era muy hermosa. Las princesas casi siempre son hermosas. Y para Salomon ella era un trofeo digno de ser mostrado...
Pero un día le agarro un dolor de estómago. Y averiguando qué era, llegó a la conclusión que era por causa de su bella esposa. Algo le decía que ella no podía vivir en la Santa Ciudad. Allí estaba el Templo en donde se adoraba al Dios de Israel. Era un lugar santo. Y su esposa, por muy bella que fuera no podía compartir el mismo lugar. Así que el dolor de estomago era porque necesitaba tomar una decisión... Como Adán en el Edén... Tenía que escoger. O Jehovà o su esposa...
Hizo lo impensable...
En vez de dejarla y enviarla de regreso a su casa y agradar al Señor... le construyó una casa fuera de Jerusalén. Así quedaba bien con los dos: Con Dios y con ella. Es que era tan hermosa que no podía vivir sin ella. Y Dios había sido tan bueno con él que tampoco quería vivir sin Èl...
¿Que dice, usted, querido lector? ¿No hacemos nosotros lo mismo hoy?
Queremos mantener esas cosas ocultas que nos agradan sin ofender al Señor. Entonces hacemos lo impensable: Vamos a la iglesia a cantar coritos, aplaudir, danzar y decir cuantos amenes sean necesarios, pero en la puerta del templo dejamos esas "esposas" que no le agradan al Señor y que nos producen dolor de estomago. Es decir, tratamos de entrar al templo sin ellas, pero al salir, las volvemos a tomar porque "son tan bonitas que no podemos vivir sin ellas..."
Es que los amo a los dos, pastor. A mi esposo y a mi amante. A mi Dios y a mi vicio. A mi Dios y a mis palabrotas vulgares. A mi bella esposa y a mi hermoso Jesus. A Dios y a mi enfermedad. No puedo vivir sin los dos...
Por eso le hemos hecho casa fuera de la Presencia de Dios (según nosotros), para que Èl no se sienta mal compartiendo su Santo lugar con la hija de Faraón...
Asunto arreglado... Según Salomon. ¡Ah! y según nosotros también... Pero no nos engañemos: Dios no puede ser burlado...
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