ILUSION

Las moscas zumban. Los cerdos apestan. El barro molesta. El olor es putrefacto. El ambiente es hostil. Hay violencia por todas partes. Muerte a diario. Amenazas de bichos que quieren atacar nuestro cuerpo. Hedonismo. Placeres prohibidos. Tecnología que absorbe la atención y no deja hablar...

El joven tomo una decisión: Convertir en "hogar" la porqueriza en la que se estaba moviendo. No hay otro sitio a donde ir y él está contento de valerse por sí mismo... No necesita a nadie para salir adelante.

El banco le concedió el préstamo que pidió. Consiguió una tabla llena de agujeros con clavos a la vista y la convirtió en su comedor personal. Comprò una alfombra para cubrir el barro. Puso un cómodo sillón junto al comedero de los cerdos. Un televisor de pantalla plasma lo puso en la pared de la porqueriza. Su mesa de noche era un bote vacío de pintura boca abajo. Y, como lámpara de mesa le dio vuelta a un balde con sobras de comida para cerdos...

A una cerdita le amarró una cinta color amarilla a la cabeza y la llamó querida. Colocó un arete en la oreja de un cerdo y lo llamó hijo.  Tiempo después, convirtió la porqueriza en un hogar y se dispuso a disfrutar de la buena vida...

Según él...

Bueno, quizá todo esto sea una ilusión de mi imaginación. El joven pródigo no hizo esto. Pero, ¿acaso no lo hacemos nosotros? Nos esforzamos por hacer de este mundo un lugar bonito, agradable y hermoso para vivir eternamente. Hacemos unas mejoras por aquí, botamos una pared allá. Le ponemos sal a los alimentos desabridos y blanqueamos las paredes de nuestra vida. Cintas de color para ella y tatuajes de figuras anodinas para él. Con el tiempo nos vamos acostumbrando a vivir cómodamente. ¡Nos sentimos en casa...! Pero luego, lógicamente, aparecen las moscas, el olor de la violencia nos alcanza, las familias colapsan, los niños se convierten en rebeldes y los esposos en dictadores. Bueno, empezamos a vivir como los cerdos. El olor de este mundo es nauseabundo...

Solo nos quedan dos opciones: O nos quedamos a vivir así, en esta ilusión, o decidimos, como el pródigo, a volver a la Casa del Padre. No hay términos medios. O una cosa u otra. No existen los grises en la vida. O convivimos entre los cerdos del vicio, divorcio, violencia, hambrunas y golpes, o nos volvemos a donde deberíamos estar... "y en la casa del SEÑOR moraré por largos días." Salmo 23:6.

La ilusión de este mundo, dice la Escritura, pasará. Todo esto es pasajero. Lo verdaderamente eterno está en la Casa del Padre. Es en su presencia en donde está nuestra verdadera vida. Jesus lo dijo: "Yo soy... la vida".  Este mundo dijo Pedro, pasará cuando los elementos ardiendo caigan sobre él. ¿Y qué haremos si insistimos en querer convertir este mundo en un paraíso por la eternidad? No podremos. No hay pan que sacie nuestra verdadera necesidad sino la Palabra del Padre. No hay abrigo que nos quite el frío de la indiferencia sino el calor de los brazos del Padre. No hay pan que sacie nuestra hambre de amor, ternura y sustento sino el Pan caído del Cielo: Jesus... Esto ya no es ilusión. Esto es certeza. Es lo verdadero. Es lo eterno... El hijo pródigo lo descubrió. Y corrió a los atrios de la Casa en donde lo esperaba el Padre.  Solo falta que lo descubramos nosotros. El nos espera también...

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