RECUERDOS
El muchacho está sentado en una pequeña roca que se asoma a la cueva. Es la cueva de Adulam a donde se ha ido a esconder el perseguido por la justicia. El enemigo número uno del reino de Israel. Carteles con su foto cuelgan en todos los árboles del paìs y se ha puesto precio a su cabeza. Su rey, Saùl, ha enloquecido de la noche a la mañana y lo ha estigmatizado ante todo su ejército. De ser un admirado por el pueblo ahora es un odiado de las masas. Así suele acontecer con aquellos que Dios escoge para su Reino. Un día aplaudidos, al siguiente cambiados por Barrabas. Como las olas del mar, cambiantes, así es la multitud. Es parte de la vida y hay que saber entenderla...
¡Qué serie de acontecimientos borrosos! ¿Fue solo hace dos o tres años atrás que cuidaba los rebaños de su padre Isaì allá en Belén? Recordando el pasado, un gran día se encontraba mirando con sueño el horizonte mientras vigilaba el rebaño de ovejas. De pronto una voz gritó su nombre. ¡David, ven, el profeta quiere verte! Entonces vino Samuel, un profeta de edad madura con un cuenco de aceite y un manto sacerdotal. David se asombra de conocer en persona al famoso profeta de Dios. Nunca se imaginó que lo vería en carne y hueso. Pero allí estaba el anciano de barba blanca y rostro estoico que exhalaba santidad por todos sus poros.
Lo pusieron frente a él y cerró los ojos. De repente sintió que algo viscoso resbalaba por su cabeza y por su cuerpo. Las manos huesudas del profeta se posaron sobre su cabeza y expresó palabras que David no entendió. Ese día el aceite cubrió a David y de la misma manera lo hizo el Espíritu Santo...
De dar serenatas a las ovejas, David pasó a dar serenatas a Saùl. De ser cuidador de rebaños anodinos, el muchacho pasó a ser el músico principal en la corte del rey...
Ahora esto... Soledad. Problemas. Persecución. Amenazas. Desvelos. Hambre. Odiado y rechazado. Traicionado y abandonado...
¿Todo por qué? Porque a un anciano profeta se le ocurrió la brillante de idea de ir a ungirlo como futuro rey de Israel. Ya había uno, no podía haber dos. Es peligroso ungir a un rey cuando ya existe uno. Y eso es lo que sucedió en su vida... Ahora está sentado en una pequeña roca en la boca de la cueva de Adulam en donde está escondido esperando ver qué pasa a continuación.
Recuerdos. Recuerdos de una vida pasada en tranquilidad. Como usted que quizá recuerda a través de este escrito cuando estaba tranquilo en su vida de mundo. No había problemas. Y, si los había se resolvían a puñetazos, insultos o golpes. Cuando alguien lo insultaba usted respondía. Recuerda aquellos días de peleador callejero. Si una mujer lo traicionaba había que vengarse. Si pedía el divorcio se negaba la firma. Si le cobraban una deuda usted se enojaba y se negaba a abrir la puerta. Si lo amenazaban usted pegaba primero. Así era antes. Usted se valía solo. No necesitaba esperar que Alguien más lo defendiera. Sus recuerdos de esa vida lo confrontan con la realidad de hoy...
Hoy no puede vengarse. Hoy tiene que esperar que Dios tome venganza por usted. Aunque no haga nada, usted sabe que su destino está en Sus Manos y que Èl tiene planes de bien para su vida. Usted sabe que ahora todo es diferente. Desde aquel día que el aceite corrió por su cuerpo usted quedó sellado para no vivir su vida sino entregarla en las Manos de Dios que lo ungió para algo más grande que cuidar un rebaño ajeno. Lo ungió para reinar sobre un paìs necesitado de alguien como usted... O para cuidar una familia que solo usted puede cuidar. O pastorear una iglesia que necesita un hombre como usted.
Son los planes de Dios sobre la vida de David. La cueva no es el fin. La cueva es un medio para llegar al Trono. A Jesus le pasó lo mismo. Antes de subir al Trono Celestial lo pusieron en una cueva... ¿Por qué no a nosotros...?
¡Qué serie de acontecimientos borrosos! ¿Fue solo hace dos o tres años atrás que cuidaba los rebaños de su padre Isaì allá en Belén? Recordando el pasado, un gran día se encontraba mirando con sueño el horizonte mientras vigilaba el rebaño de ovejas. De pronto una voz gritó su nombre. ¡David, ven, el profeta quiere verte! Entonces vino Samuel, un profeta de edad madura con un cuenco de aceite y un manto sacerdotal. David se asombra de conocer en persona al famoso profeta de Dios. Nunca se imaginó que lo vería en carne y hueso. Pero allí estaba el anciano de barba blanca y rostro estoico que exhalaba santidad por todos sus poros.
Lo pusieron frente a él y cerró los ojos. De repente sintió que algo viscoso resbalaba por su cabeza y por su cuerpo. Las manos huesudas del profeta se posaron sobre su cabeza y expresó palabras que David no entendió. Ese día el aceite cubrió a David y de la misma manera lo hizo el Espíritu Santo...
De dar serenatas a las ovejas, David pasó a dar serenatas a Saùl. De ser cuidador de rebaños anodinos, el muchacho pasó a ser el músico principal en la corte del rey...
Ahora esto... Soledad. Problemas. Persecución. Amenazas. Desvelos. Hambre. Odiado y rechazado. Traicionado y abandonado...
¿Todo por qué? Porque a un anciano profeta se le ocurrió la brillante de idea de ir a ungirlo como futuro rey de Israel. Ya había uno, no podía haber dos. Es peligroso ungir a un rey cuando ya existe uno. Y eso es lo que sucedió en su vida... Ahora está sentado en una pequeña roca en la boca de la cueva de Adulam en donde está escondido esperando ver qué pasa a continuación.
Recuerdos. Recuerdos de una vida pasada en tranquilidad. Como usted que quizá recuerda a través de este escrito cuando estaba tranquilo en su vida de mundo. No había problemas. Y, si los había se resolvían a puñetazos, insultos o golpes. Cuando alguien lo insultaba usted respondía. Recuerda aquellos días de peleador callejero. Si una mujer lo traicionaba había que vengarse. Si pedía el divorcio se negaba la firma. Si le cobraban una deuda usted se enojaba y se negaba a abrir la puerta. Si lo amenazaban usted pegaba primero. Así era antes. Usted se valía solo. No necesitaba esperar que Alguien más lo defendiera. Sus recuerdos de esa vida lo confrontan con la realidad de hoy...
Hoy no puede vengarse. Hoy tiene que esperar que Dios tome venganza por usted. Aunque no haga nada, usted sabe que su destino está en Sus Manos y que Èl tiene planes de bien para su vida. Usted sabe que ahora todo es diferente. Desde aquel día que el aceite corrió por su cuerpo usted quedó sellado para no vivir su vida sino entregarla en las Manos de Dios que lo ungió para algo más grande que cuidar un rebaño ajeno. Lo ungió para reinar sobre un paìs necesitado de alguien como usted... O para cuidar una familia que solo usted puede cuidar. O pastorear una iglesia que necesita un hombre como usted.
Son los planes de Dios sobre la vida de David. La cueva no es el fin. La cueva es un medio para llegar al Trono. A Jesus le pasó lo mismo. Antes de subir al Trono Celestial lo pusieron en una cueva... ¿Por qué no a nosotros...?
Comentarios
Publicar un comentario