POSIBILIDADES
¡En esta esquinaaaaaa...!
Con dos metros noventa y siete de alto. Trescientas libras de peso. Ciento cuarenticuatro libras de armadura. Cincuenta centímetros de cuello. Veinticinco de cabeza y ciento cuarentidos centímetros de cintura. Bíceps que parecen estallar. Los músculos de sus piernas ondulan como pedazos grandes de gelatinas. Guerrero experimentado. Invicto en todas sus batallas. Heredero de una dinastía de gigantes que se remonta hasta antes de Josué. Su lanza, ni la mencionemos. Parecía un rodillo de hilar. ¡Goliaaaat! de la tierra de Gat.
¡En esta otraaaaa...!
Flacucho y esquelético. Menos de diez y ocho años. Metro cincuenta de estatura. Ciento veinte libras de peso. Su armadura: Una túnica de pastor. Sus armas: una honda y cinco piedras. Nunca ha peleado en una guerra. Carece de pedigrí, es el primero en su familia que se enfrentará a un gigante: ¡David, de la aldea de Belén...!
Es como ver una pelea entre un perro aguacatero contra un Rottweiler. ¿Cuántas posibilidades le da usted a David contra su gigante?
Creo que mejores que las que se da usted mismo contra su propio gigante. Su Goliat no lleva espada ni escudo. Pero usa otro tipo de armas, como la amenaza del desempleo, del abandono de la pareja. Del abuso sexual cuando fue niña. O el arma infalible de la depresión. Su Goliat le muestra facturas que usted no puede pagar. Posiciones laborales que nunca podrá alcanzar, gente a la que no puede complacer. Un jefe impertinente y exigente. Una botella de licor que le cuesta mucho rechazar. O una sesión de pornografìa que no puede resistir, una profesión de la que no puede escapar o un pasado que no puede sacarse de encima y un futuro al que no puede enfrentar...
Usted, como David, conoce muy bien el olor de Goliat. Los hermanos de David estaban hasta el tope de escucharlo amenazarlos durante cuarenta días. "Otra vez no. Mi padre peleó contra su padre. Mi abuelo peleó contra su abuelo".
Son las mismas palabras que usted se ha dicho en secreto. "Otra vez no. ¿Cuando dejaré de ser violento? ¿Hasta cuando dejaré de ser celosa? ¿Otro matrimonio que fracasa? ¿Por qué no puedo ser feliz con alguien? ¿Otra deuda más en mis finanzas...? ¡Me he convertido en adicto al trabajo igual que mi papá!. El divorcio envenena mi futuro también como el de mis padres."
Es Goliat. El más duro matón de Ela. Es más duro que una hamburguesa de cincuenta centavos. Sin embargo David nos enseña algo muy importante: No importa el tamaño, eso no lo vio David. Tampoco vio las armas. Ni escuchó la voz del gigantón. David vio al Señor puesto en pie a su lado dirigiendo la piedra que tiró con su honda... David vio a Dios peleando por él... Escuchelo: "Yo vengo a ti en el Nombre del Señor..." Las posibilidades de David de matar al gigante en aquel entonces eran nulas. Como nulas pueden parecer las nuestras con nuestros propios gigantes. Pero hoy tenemos al que hizo los gigantes. Y Èl sabe donde poner la piedra... de Su Palabra. Solo use su honda, su oración, su clamor, su fe...
Con dos metros noventa y siete de alto. Trescientas libras de peso. Ciento cuarenticuatro libras de armadura. Cincuenta centímetros de cuello. Veinticinco de cabeza y ciento cuarentidos centímetros de cintura. Bíceps que parecen estallar. Los músculos de sus piernas ondulan como pedazos grandes de gelatinas. Guerrero experimentado. Invicto en todas sus batallas. Heredero de una dinastía de gigantes que se remonta hasta antes de Josué. Su lanza, ni la mencionemos. Parecía un rodillo de hilar. ¡Goliaaaat! de la tierra de Gat.
¡En esta otraaaaa...!
Flacucho y esquelético. Menos de diez y ocho años. Metro cincuenta de estatura. Ciento veinte libras de peso. Su armadura: Una túnica de pastor. Sus armas: una honda y cinco piedras. Nunca ha peleado en una guerra. Carece de pedigrí, es el primero en su familia que se enfrentará a un gigante: ¡David, de la aldea de Belén...!
Es como ver una pelea entre un perro aguacatero contra un Rottweiler. ¿Cuántas posibilidades le da usted a David contra su gigante?
Creo que mejores que las que se da usted mismo contra su propio gigante. Su Goliat no lleva espada ni escudo. Pero usa otro tipo de armas, como la amenaza del desempleo, del abandono de la pareja. Del abuso sexual cuando fue niña. O el arma infalible de la depresión. Su Goliat le muestra facturas que usted no puede pagar. Posiciones laborales que nunca podrá alcanzar, gente a la que no puede complacer. Un jefe impertinente y exigente. Una botella de licor que le cuesta mucho rechazar. O una sesión de pornografìa que no puede resistir, una profesión de la que no puede escapar o un pasado que no puede sacarse de encima y un futuro al que no puede enfrentar...
Usted, como David, conoce muy bien el olor de Goliat. Los hermanos de David estaban hasta el tope de escucharlo amenazarlos durante cuarenta días. "Otra vez no. Mi padre peleó contra su padre. Mi abuelo peleó contra su abuelo".
Son las mismas palabras que usted se ha dicho en secreto. "Otra vez no. ¿Cuando dejaré de ser violento? ¿Hasta cuando dejaré de ser celosa? ¿Otro matrimonio que fracasa? ¿Por qué no puedo ser feliz con alguien? ¿Otra deuda más en mis finanzas...? ¡Me he convertido en adicto al trabajo igual que mi papá!. El divorcio envenena mi futuro también como el de mis padres."
Es Goliat. El más duro matón de Ela. Es más duro que una hamburguesa de cincuenta centavos. Sin embargo David nos enseña algo muy importante: No importa el tamaño, eso no lo vio David. Tampoco vio las armas. Ni escuchó la voz del gigantón. David vio al Señor puesto en pie a su lado dirigiendo la piedra que tiró con su honda... David vio a Dios peleando por él... Escuchelo: "Yo vengo a ti en el Nombre del Señor..." Las posibilidades de David de matar al gigante en aquel entonces eran nulas. Como nulas pueden parecer las nuestras con nuestros propios gigantes. Pero hoy tenemos al que hizo los gigantes. Y Èl sabe donde poner la piedra... de Su Palabra. Solo use su honda, su oración, su clamor, su fe...
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