PIEDRAS

El joven está bajando el monte hacia el arroyo que corre en su base. El ejército está expectante allá arriba y nadie repara en ese muchachito rubio que ha llegado al campamento. Todos están temerosos, acobardados y acorralados por el enemigo.

El muchacho no ha bajado al río a darse un baño. No ha bajado a tomar agua. Tampoco ha bajado para, como Narciso, ver su imagen reflejada en el agua. Tampoco ha bajado para pescar algo... Sin embargo está agachado buscando en el fondo. No está buscando  conchas ni nada parecido...

Está buscando piedras. Piedras lisas que se acomoden a su honda. Es David. Acostumbrado a tirar piedras con su honda a larga distancia y con fuerza, ha bajado y busca las que mejor se acomoden al cuero curtido de su arma.

Con ellas ha matado osos, leones y animales salvajes que han amenazado con comerse alguna de las ovejas de su padre. No lo ha permitido y eso le ha dado la destreza para enfrentarse a animales mucho más grandes y peligrosos que él.

Ahora no tiene batalla contra un oso ni un león. Es con un gigante. Se llama Goliat. Este intruso ha estado provocando al ejército del rey Saul y nadie, ni sus hermanos han tenido el valor de ofrecerse para vencerlo. Solo el rubio, imberbe y delgado muchachito que llegó al campamento a cumplir un mandado de su padre.

El gigante lo ve con las piedras lisas en la mano. Lleva su bolso de cuero y en ellas coloca las piedras. Se ríe al ver al jovenzuelo con su honda  y moviendo una piedra redonda entre sus dedos. Goliat y sus secuaces han convertido el valle de Ela en un lugar lleno de lanzas, escudos y jabalinas.

Son gentes horrendas. Llevan en sus brazos tatuado un símbolo de terror: La figura de un alambre de púas que indica su ferocidad. Rufianes con pañuelos atados a la cabeza para apartarse su larga cabellera. El grupo de enemigos que despiden olores corporales que solo ellos soportan rugen cada cierto tiempo...

"...Escogeos un hombre y que venga contra mí..." 1 Sam. l7:8. Un hombre. El presumido paladín de los filisteos ha estado lanzando el reto durante cuarenta días y nadie se aparece frente a él. Solo que este día ve brillar a lo lejos el rubio cabello de un niño. A su lado parece un polluelo de cóndor. Suelta un gruñido y cuando lo ve de lejos parece un dibujo en el horizonte. Goliat esperaba un hombre no un niño. Eso lo enfurece más. Èl quiere pelea, no  circo. Èl espera un vencedor no una caricatura de hombre. Lo que no sabe es que ese niño ha sido ungido para ser el próximo rey de Israel. Así que lo subestima. No sabe que no está frente a una caricatura de hombre. Está frente a un verdadero y valiente hombre de Dios...

Como usted. Usted no es la caricatura que el diablo cree que es. Usted no es el advenedizo que se le opone con honda y piedra. Usted tiene en sus manos no una piedra sino una Roca. Es la Palabra poderosa de Dios para vencer a cualquier gigante que se le quiera oponer a los planes de bien que Dios tiene reservados para aquellos que le temen y le obedecen.

No importa el tamaño del gigante que le este amenazando. Tome su Piedra. Tome su lugar en la batalla y, como David, solo diga la palabra: "Yo vengo a ti en el Nombre del Señor..."


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