MARIA
"Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús; y también Jesús fue invitado, con sus discípulos, a la boda" Juan 2:1-2...
La novia no era de la alta alcurnia. El novio no era un príncipe. Los invitados no eran de la élite. Y a alguien se le pasó por alto la lista de invitados a las bodas. Entre los invitados estaban Marìa. Veamos el orden que nos da la lista. Primero Marìa. Todo tiene un por qué. Jesus también recibió su invitación a asistir. Y como él es un caballero, acepta ir a donde se le invita. Y en esa boda sucede algo imprevisto: Se termina el vino. Como cuando a usted se le acaba el dinero antes de fin de mes. O se le termina la salud a medio camino de la edad. O los gastos de la casa aumentan porque nació otro hijo. O en el trabajo recortaron personal y usted estaba en primer lugar. O en el hospital ya no atendió el médico y usted estaba en el turno que ya no llegó a la sala... Se terminan cosas. Como el gozo y la alegría de vivir. Se termina la amistad que tanto había durado. O los zapatos se rompieron y ya no hay otro par por el momento. O frijoles o zapatos. Un verdadero dilema para algunos...
Marìa casi no aparece en la Biblia. Casi no habla. Pero en esta ocasión habló. Y sabía bien a quien hablarle. Eso nos da la pauta para que nosotros hagamos lo mismo.
"Hagan todo lo que Èl les diga" fue lo último que dijo y de allí en adelante ya no habló más. Pero lo que dijo marca la diferencia entre tener o no tener.
Marìa sabía bien quién era el único que podía resolver el problema del vino. Era Jesus. Y le pide, aún a costa de no ser tiempo, que haga el favor de hacer vino. Los novios no se han dado cuenta. El encargado de la fiesta tampoco. El cálculo que habían hecho para atender a los invitados falló y ahora la fiesta está a punto de echarse a perder. Que no haya vino era un desastre a todo nivel. Y no hay tiempo de pisar las uvas, procesarlas y hacer vino. Hay que llevarle el problema a Alguien que sabe qué hacer.
Y ese es Jesus. Marìa le lleva el problema a Jesus.
Nosotros no siempre hacemos eso. Cuando nos viene un problema primero se lo llevamos al banco. O se lo llevamos al doctor. O al abogado. O a la policía. O al juez. Le llevamos el problema al profesor de la escuela. O al prestamista del pueblo. O a la libreta de fiado en la tienda. Y, si se puede, se lo llevamos al pastor de la iglesia... Pero ninguno de ellos puede resolver lo que solo Jesus puede hacer. Vino nuevo. Tomar vasijas vacías, llenarlas de agua y que el H20 se convierta en vino. Y del mejor. Es lo mismo con nosotros. Llevarle nuestros problemas a Jesus es lo mejor y más fácil. Una sencilla oración. Una pequeña petición y que él llene lo que tenga que llenar. Un corazón vacío de amor. O de ternura y calor. Una cama vacía por el hijo que se fue. O un vientre que por años no ha concebido un fruto. También una billetera que no ha probado el olor a dinero por mucho tiempo. O una plaza vacante. O unos labios anhelantes de un beso...
Marìa aparece muy pocas veces en la Biblia. Pero en esta ocasión apareció en el momento justo para dejarnos un buen consejo: Cuando se nos termine algo y sea un problema que no podamos resolver, ya sabemos qué hacer: llevárselo a Jesus. Èl sí sabe qué hacer. Y lo hará. Se lo aseguro...
La novia no era de la alta alcurnia. El novio no era un príncipe. Los invitados no eran de la élite. Y a alguien se le pasó por alto la lista de invitados a las bodas. Entre los invitados estaban Marìa. Veamos el orden que nos da la lista. Primero Marìa. Todo tiene un por qué. Jesus también recibió su invitación a asistir. Y como él es un caballero, acepta ir a donde se le invita. Y en esa boda sucede algo imprevisto: Se termina el vino. Como cuando a usted se le acaba el dinero antes de fin de mes. O se le termina la salud a medio camino de la edad. O los gastos de la casa aumentan porque nació otro hijo. O en el trabajo recortaron personal y usted estaba en primer lugar. O en el hospital ya no atendió el médico y usted estaba en el turno que ya no llegó a la sala... Se terminan cosas. Como el gozo y la alegría de vivir. Se termina la amistad que tanto había durado. O los zapatos se rompieron y ya no hay otro par por el momento. O frijoles o zapatos. Un verdadero dilema para algunos...
Marìa casi no aparece en la Biblia. Casi no habla. Pero en esta ocasión habló. Y sabía bien a quien hablarle. Eso nos da la pauta para que nosotros hagamos lo mismo.
"Hagan todo lo que Èl les diga" fue lo último que dijo y de allí en adelante ya no habló más. Pero lo que dijo marca la diferencia entre tener o no tener.
Marìa sabía bien quién era el único que podía resolver el problema del vino. Era Jesus. Y le pide, aún a costa de no ser tiempo, que haga el favor de hacer vino. Los novios no se han dado cuenta. El encargado de la fiesta tampoco. El cálculo que habían hecho para atender a los invitados falló y ahora la fiesta está a punto de echarse a perder. Que no haya vino era un desastre a todo nivel. Y no hay tiempo de pisar las uvas, procesarlas y hacer vino. Hay que llevarle el problema a Alguien que sabe qué hacer.
Y ese es Jesus. Marìa le lleva el problema a Jesus.
Nosotros no siempre hacemos eso. Cuando nos viene un problema primero se lo llevamos al banco. O se lo llevamos al doctor. O al abogado. O a la policía. O al juez. Le llevamos el problema al profesor de la escuela. O al prestamista del pueblo. O a la libreta de fiado en la tienda. Y, si se puede, se lo llevamos al pastor de la iglesia... Pero ninguno de ellos puede resolver lo que solo Jesus puede hacer. Vino nuevo. Tomar vasijas vacías, llenarlas de agua y que el H20 se convierta en vino. Y del mejor. Es lo mismo con nosotros. Llevarle nuestros problemas a Jesus es lo mejor y más fácil. Una sencilla oración. Una pequeña petición y que él llene lo que tenga que llenar. Un corazón vacío de amor. O de ternura y calor. Una cama vacía por el hijo que se fue. O un vientre que por años no ha concebido un fruto. También una billetera que no ha probado el olor a dinero por mucho tiempo. O una plaza vacante. O unos labios anhelantes de un beso...
Marìa aparece muy pocas veces en la Biblia. Pero en esta ocasión apareció en el momento justo para dejarnos un buen consejo: Cuando se nos termine algo y sea un problema que no podamos resolver, ya sabemos qué hacer: llevárselo a Jesus. Èl sí sabe qué hacer. Y lo hará. Se lo aseguro...
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