DISPOSICIÒN

Unos llevaron consuelo.  Otros llevaron comida. Otros llevaron medicinas. Otros simplemente llegaron y acompañaron a las hermanas que estaban acongojadas...

Lázaro esta enfermo y sus amigos han llegado a visitarlo. Las hermanas están ocupadas dando vueltas por la casa para atender a los visitantes. Platican lo que se les ocurre. Unos preguntan desde cuando está enfermo. Otros tratan de dar soluciones médicas aunque empíricas.  Poco a poco la casa se va llenando de conocidos que se han enterado de la enfermedad del joven. Las hermanas son muy queridas en el pueblo de Betania y eso hace que la noticia se riegue como pólvora... Lázaro está grave y sus hermanas Marta y Marìa están afligidas...

Como siempre, en el dolor la gente se une. Se rompen ciertas barreras sociales y económicas. Gente pobre, gente rica, gente de toda clase social visita a las hermanas. Es sabido que en las tragedias hay un sentimiento de solidaridad porque todos piensan que les pudo haber sucedido a ellos. Por eso esa empatía en esos momentos. Es encomiable la actitud de los vecinos.

Pero hace falta alguien. Alguien que no lleve nada en las manos pero sí mucho en el corazón. A mí me sucedió...

Estaba en un retiro de pastores hace unos años, en un lugar de Chalatenango, El Salvador,  y cuando venía de regreso traté de llamar a mi esposa para avisarle que iba a la casa pero el teléfono no respondía a mis llamadas. Cuando entré a la casa la encontré vacía. Empecé a buscarla y alguien me respondió en su celular. La habían llevado de emergencia al hospital por un fuerte dolor en el vientre. En mi ausencia ella tuvo ese ataque en su salud e hizo  un par de llamadas a algunos amigos de la congregación y todos llegaron a verla. Todos opinaban qué podían hacer para calmarle el dolor. Hasta que uno de ellos tomó la decisión de llevarla al hospital. Eso la salvó. Apendicitis fue el diagnóstico. Cuando llegue al Centro Médico estaba en la sala de operaciones... Y me explicaron lo que había sucedido...

Eso pasó en la vida de Marta y Marìa. Se necesitaba que alguien llegara e hiciera la pregunta del millón: "¿Puedo hacer algo por ustedes"? No aquí traje esto. Tampoco les daré un consejo. Mucho menos: deben hacer esto... No. La pregunta más importante en esos momentos: ¿Puedo hacer algo por ustedes? Y todos sabemos qué hizo ese desconocido: "Las hermanas entonces mandaron a decir a Jesús:Señor, mira, el que tú amas está enfermo..." Juan 11:3

¿Quién fue ese desconocido que se ofreció para caminar la distancia que fuera necesaria para llevarle el recado a Jesus? ¿Quién fue ese anónimo que se atrevió a ir a donde fuera que estuviera para que las hermanas tuvieran paz en ese momento? No se nos da el nombre. Pero es de esas personas que aparecen en el momento justo, con el corazón dispuesto a sacrificarse por los amigos. De esos hay pocos. Es más, solo hubo uno. Solo uno que dejó la comodidad de la sombra del techo y caminar bajo el sol de Judea para buscar, encontrar y avisar a Jesus que lo necesitaban en casa de sus amigas...

Solo uno es necesario para buscar a Jesus en oración y pedirle que vaya a la casa en donde no hay pan para los niños. Donde no hay dinero para pagar las cuentas. En donde no hay dinero para el doctor. En donde no hay paz en el matrimonio... ¿Quiere usted ser ese uno...?

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