ARBOLES

Ella iba en el asiento trasero del taxi hacia el hospital donde daría a luz a su primogénito.  Estaba lloviendo a cántaros. El taxista iba despacio para evitar un accidente por lo resbaladizo del asfalto. La noche estaba tan oscura que aumentado a la lluvia, la visión se hacía poca aún con los faros de las luces a su máxima expresión.

De pronto, un árbol empezó a ser arrancado de sus raíces a causa del fuerte viento. El taxi iba pasando en ese momento bajo el árbol y éste cayó con fuerza sobre el vehículo aplastándolo parcialmente. La peor parte la llevó la parte trasera en donde ella iba sentada ya con los dolores de parto aumentados...

Cuando llegó la ambulancia y la llevó al hospital, el bebé había muerto y ella había sido diagnosticada con lesiones graves en su espina dorsal. Resultado: Parálisis de la cintura para abajo. No volvería a caminar ni a volver a tener hijos. Un árbol le quitó de un solo gajo sus sueños, su feminidad, sus proyectos y sus ilusiones...

El esposo trató por todos los medios de hacerla sentir bien a pesar de su incapacidad. Ella se entregó a la depresión, la ira, el enojo y la desilusión por el futuro negro que le esperaba el resto de sus días...

Así sucede con muchos de nosotros. Vamos por este camino de fe creyendo en los milagros. Estamos felices un momento en que los sueños se están haciendo realidad. Nuestros proyectos están bien aceitados y los engranajes están en su debido lugar. Nada parece estorbar nuestras esperanzas de que este mes saldremos bien con nuestros compromisos. Nuestro camino a la victoria está seguramente bien planificado y nada parece estorbar un final feliz. Un matrimonio sólido. Un hijo que sonríe y juega en la sala de la casa. Una vida cristiana llena de fe y esperanza. Una congregación que nos ama y nos respeta. Una cuenta bancaria que si bien no es abultada tiene lo suficiente para suplirnos cada mes. Un trabajo estable y duradero. Negocios que florecen. Amistades que nos invitan constantemente a sus cenas. Nietos que se recuestan en nuestros regazos mientras jugueteamos con sus cabellos. Sus sonrisas infantiles alegran el ambiente...

De repente nos cae un árbol en el camino y destruye con sus ramas todo ese paraíso en el que vivíamos segundos antes. El golpe nos deja incapacitados para volver a sonreír. El árbol truncó nuestro futuro. Truncó nuestros sueños y proyectos. Todo se nos vino abajo como se vino abajo el árbol que nos cayó encima. De pronto, cuando despertamos de lo que creemos es una horrible pesadilla nos damos cuenta que es una horrenda realidad. Matrimonio que se termina. Nietos que se alejan. Nos despiden del trabajo. El banco cierra sus puertas con nuestros ahorros dentro. La esclerosis múltiple llega a nuestro hogar. El divorcio toca la puerta de la casa. La hija queda embarazada sin saber quién es el padre. El cáncer invade el cuerpo de mamá. La visa se vence y no hay prorroga. El embargo ya está decretado... El árbol del dolor destruyó nuestras vidas...

A la señora de nuestra historia le cayó encima otro Arbol:  La llegó a visitar un pastor evangélico a su casa. Le contó una historia. La historia de un árbol que no destruye sino construye. No mata sino da vida. La víctima que fue destrozada en ese árbol es quien construye futuros, sueños y realidades. Ese árbol fue el motivo para que no perdamos la esperanza. En ese otro árbol Jesus entregó todo para que ya no nos quiten lo que nos queda. La fe. La fe que mueve montañas. Y si mueve montañas también puede mover corazones. La mujer entendió el mensaje y volvió a vivir. Todo gracias al Arbol de donde salió la Cruz...

A nosotros también nos queda la fe en quien murió en ese Arbol. El es nuestra esperanza. El es nuestra sanidad. El es nuestra fuerza diaria. El es quien abrirá fronteras. El es quien nos darà el pan de hoy... Es Jesus. Es el Señor que hizo los árboles...

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