ABIGAÌL

Vivió en la época de David en la tierra de los filisteos, y estaba casada con Nabal, que significa tonto en hebreo y su vida cumplía con esa definición.

Piense en él como el tirano de su época. Poseía ganado y estaba orgulloso de su propia vida. Mantenía su bar repleto de licor, sus días calientes, manejaba una limusina más larga  que una calle y tenía privilegios que muy pocos se podían pagar.  En el hangar de su patio tenía parqueado un jet Lear y era visitante asiduo a los casinos de las Vegas los fines de semana. Media docena de guardias de seguridad más grandes que una caja para muertos le acompañaba a donde quiera que iba...

Pero era tonto...

¿Es así su mundo, querido amigo? ¿Sus posesiones lo definen? ¿Los pronombres posesivos dominan el lenguaje de su círculo social?  Mi carrera, Mis cosas, Mi carro, Mi casa, Mi tiempo, Mis gustos... Mi dios? Si es así, usted conoce a ese gigante llamado egolatría. Es uno de los sinónimos del nombre Goliat. Lo tiene atado a su armadura y no lo soltará a menos que usted suelte algunas de sus posesiones...

En medio de todo ese barro aparece David. Èl y sus hombres habían defendido los rebaños de Nabal cuando estaban en el campo. David y sus hombres eran amigos de los empleados de Nabal y de noche, mientras dormían en las praderas, los centinelas que guardaban la vida de su líder David también guardaban la vida e integridad de los rebaños de Nabal.

Un día David y sus hombres necesitan comida. Se enteran que en los campos de Nabal hay fiesta por la cosecha del año y le envía una comitiva para que les comparta un poco de pan. Usted sabe lo que sucedió. ¿He de dar de mi pan a ese David que no sé quien es? La dureza del corazón de Nabal se da a conocer y le niega a los hombres enviados el pan y el vino que le solicitan. Los empleados emiten su opinión: "Sin embargo, los hombres fueron muy buenos con nosotros; no nos maltrataron ni nos faltó nada cuando andábamos con ellos, mientras estábamos en el campo. Como muro fueron para nosotros tanto de noche como de día, todo el tiempo que estuvimos con ellos apacentando las ovejas..."

Pero Nabal aparenta no saber nada de David y sus hombres. Les niega lo que menos cuesta. El pan y el vino. David se entera que sus hombres en vez de pan recibieron humillación y decide tomar unos cuantos hombres para vengar la afrenta. Pero se arrepiente y da una contraorden: ¡Ciñance todos la espada...! Una horda como de cuatrocientos hombres enojados y dispuestos a la venganza  se dirigen a los campos de Nabal...Narices fruncidas. Alientos que echan fuego. Testosterona que fluye. Ojos que echan chispas. Imagine la ira, el enojo y la cólera todo por un desagradecido egoísta e ingrato que solo piensa en él...

Entonces, de pronto, aparece la belleza. En medio de ese tórrido ambiente de ira aparece la Bella Durmiente. Una margarita alza su cabeza en medio de ese desierto de egoísmo. Un olor a perfume flota a través del viento borrascoso. Es Abigail la esposa de Nabal. Donde el marido fue un bruto ella es la ternura. Donde él fue egoísta ella es bella e inteligente... La mujer sabia edificando su casa...

¡Cuantas mujeres se necesitan así en la vida de muchos hombres! "Perdone, usted, señor David, la falta de esta su sierva y permìtame presentarle una ofrenda para usted y sus hombres..." fueron las palabras de Abigail. David queda sorprendido ante el arrojo de esa belleza que no tuvo culpa ninguna de la acción baja y vil de su esposo pero que toma la responsabilidad de pedir perdón por el necio...

Usted sabe el final: Nabal muere de un ataque al corazón. Abigail encuentra un nuevo esposo y David una reina que le acompañará en su camino al trono...

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