SALMO 139:7

"¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú. Si tomo las alas del alba, y si habito en lo más remoto del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra..." Salmo 139:7-10.

Cambiemos unas líneas de este salmo y adaptémoslo a usted...

¿Adónde mi iré de tu Espíritu...? Si estoy en la clínica de emergencias. Si me voy al banco a preguntar sobre el préstamo. Si estoy sentado a la orilla de la cama del hijo enfermo. Si me encuentro en la calle desempleado. Si estoy en la fila del banco orando porque el cheque tenga fondos.  Si voy a la fiscalía a poner orden de arresto al hombre golpeador. Si estoy a punto de subir al bus que me llevará a la frontera porque me iré al norte sin visa... aún allí tú me guiarás...

Ni usted ni yo nunca podremos ir a un lugar donde no este Dios.

Imaginemos las siguientes horas de nuestra vida. ¿En donde podemos encontrar al Señor? ¿En la calzada llena de carros en la hora pico? Su presencia permanece en el tráfico. ¿En el cuarto de operaciones del hospital? El dirige la mano de los médicos. En el salón del juez que dictará sentencia contra un ser amado? Dios es el juez de jueces. ¿En la sala de reuniones del trabajo en donde el jefe y otros nos han llamado para darnos un jalón de orejas? El Señor está sentado en la silla principal escuchando y viendo todo... O, quizá nos preguntemos si Dios estará en alguna silla de la funeraria... Hechos lo dice: "Ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros" (17:27).

Cada uno de nosotros. Dios no tiene favoritos. No importa si usted vive en una colonia de clase A o en una a la orilla de un barranco. Todos estamos bajo su mirada atenta y amorosa. Bueno, quizá estoy exagerando porque algunos no sienten la Presencia consoladora del Señor. Estos andan por la vida como si no hubiera un Dios que los ama. Como si la única fuerza de que disponen fuera la suya. Como si la única solución viniera de adentro y no de arriba.

Viven sin Dios.

Pero una buena mayoría son como José: sienten, ven y oyen la presencia de Dios. Personas como Moisés. Como Gedeòn o Pablo. O qué decir de David.  Este rey terminó en un Egipto que él mismo se fabricó. Sedujo a la esposa de un soldado y ocultó su pecado con asesinato y engaño. Durante un año se ocultó de Dios, pero no puedo hacerlo para siempre. Cuando al fin confesó su inmoralidad, pidió a Dios solo una cosa: No quite de mi tu Santo Espíritu...  El no oró: No me quites la corona. No me quites el reino. No me quites el ejército. David sabía lo verdaderamente importante de la ecuación: La presencia de Dios. Y Dios se lo concedió.

Haga usted lo mismo. Dios está tan cerca como su sombra. El está esperando que usted clame. Clama a mí y yo te responderé dijo a través del profeta. Si usted está callado El está allí. Si usted habla, El responde. Usted no está solo. No puede esconderse de El. No puede huir de Èl No importa a donde se quiera ir, El siempre estará a su lado... ¿No es maravillo tener un Dios como el nuestro...?

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NIÑERA Y SUS "BUENAS" INTENCIONES... (Parte 1)

DESATADLO Y DEJADLO IR. (Jn. 11:44)

PASAS Y MANZANAS