OCHENTA AÑOS
Los sueños del anciano han desaparecido por completo. La edad de un soñador entusiasmado ha culminado. Su ciclo de aventura ha llegado a su fin. Sus fuerzas físicas se están agotando rápidamente. Su mente ya no fabrica proyectos ni planes. De su boca ya no salen frases que indiquen el futuro. Su mente ya no fabrica fantasías. De sus labios ya no salen palabras de fe. Sus ojos dejaron de ver visiones extraordinarias. Su cerebro se encuentra en estado de coma si se trata de sueños, de objetivos o de metas. Ahora se ha dedicado a contar historias, se las cuenta al grupo de ovejas que cuida todos los días. Ovejas que ni siquiera son suyas sino ajenas. Ellas ni siquiera le ponen atención. Mientras él habla ellas comen.
Nadie lo escucha. Es tan anciano que todos lo tienen por senil cuando habla y cuenta cosas del pasado. Cuenta historias difíciles de creer. Dice que vivió en un palacio allá en la tierra de Egipto. Cuenta que fue criado por la hija del Faraón y que tenían planes hermosos y grandes para cuando él fuera de edad de gobernar. Tenía a su servicio un séquito de sirvientes que lo atendían en todo lo que necesitara. También cuenta que estudió todas las ciencias en las mejores universidades de aquel paìs. Dice que cuando era como de cuarenta años tenía una fuerza descomunal, capaz de retorcer el cuello de un hombre sin tanto esfuerzo. No como ahora que apenas tiene fuerzas para levantar una pequeña rama de olivo...
Entre sus historias del pasado cuenta que se sentaba a comer con reyes y príncipes de otras naciones. Que los banquete que le ponían enfrente no los ha vuelto a probar ahora en donde se encuentra. Vestía ropas de príncipe y todos se inclinaban a él cuando abría su boca para dictar alguna plática...
Pero tomó una mala decisión. Cometió un solo error y todo aquello se vino abajo. Ahora está en un lugar en donde nunca se imaginó estar. Èl fue hecho para estar en el palacio y no en el desierto cuidando ovejas y empleado de una persona más pobre que él...
A nadie le importa lo que cuenta este anciano. Muchos ni le hacen caso porque creen que está alucinando. Habla de un pasado tan remoto que nadie le cree esas fantasías... ¿Sabe de quién le hablo, verdad? ¡Acertó! le hablo de Moisés. ¿Qué diría si le cuento que ha pasado en el desierto 40 días? O ¿qué tal 40 semanas? Quizá le parezca demasiado tiempo. Pensemos en algo más grande. ¿40 meses? Es algo muy duro, ¿verdad? Sorprendase. Dios lo ha tenido allí por 40 largos años. De empleador pasó a empleado. De príncipe a pastor. De vestir ropa de lino de Egipto a vestir manta corriente. De comer manjares ahora come hierbas y montes extraños. De gobernar un palacio a cuidador de rebaños...
¿Es muy fuente el cambio en la vida de una persona? Bueno, le entiendo. Le entiendo que piense así si yo no conociera a Dios. Porque este es el método de Dios para darle a un hombre la experiencia, el conocimiento, carácter, puño firme, humildad, mansedumbre, ternura, palabras balsámicas, sonrisas suaves, ojos de cóndor, piernas de acero para subir y bajar montes, lecciones de geografía desértica para guiar personas, corazón de acero para no impresionarse con lo que diga la gente... Y muchas otras cosas. Cosas que Moisés iba a necesitar desarrollar para libertar al pueblo de Dios de la esclavitud y llevarlas por el desierto para que culminaran en una tierra en la cual fluían la leche y la miel...
¿No serà que usted también, como Moisés está sentado platicando con su sombra de las cosas del pasado que pudieron ser y no fueron? No se desanime. Ahora Moisés tiene ochenta años y cree que ya no es hora de servir al Señor. Cree que ya no mira bien y que el pulso le tiembla así como las rodillas. Así ya no sirvo para servir. Se equivoca. Ahora es cuando usted está listo o lista para ponerse a las órdenes del Dios del universo que le ha preparado todo este tiempo para que empiece a llevar libertad a los prisioneros, a darle de comer al hambriento, abrigo al desnudo y fe al desanimado...
Nunca es tarde para Dios. Quizá para nosotros sea tiempo de jubilación, pero para el Señor es el tiempo de empezar a cumplir nuestro destino... Pregùntele a Moisés si me equivoco...
Nadie lo escucha. Es tan anciano que todos lo tienen por senil cuando habla y cuenta cosas del pasado. Cuenta historias difíciles de creer. Dice que vivió en un palacio allá en la tierra de Egipto. Cuenta que fue criado por la hija del Faraón y que tenían planes hermosos y grandes para cuando él fuera de edad de gobernar. Tenía a su servicio un séquito de sirvientes que lo atendían en todo lo que necesitara. También cuenta que estudió todas las ciencias en las mejores universidades de aquel paìs. Dice que cuando era como de cuarenta años tenía una fuerza descomunal, capaz de retorcer el cuello de un hombre sin tanto esfuerzo. No como ahora que apenas tiene fuerzas para levantar una pequeña rama de olivo...
Entre sus historias del pasado cuenta que se sentaba a comer con reyes y príncipes de otras naciones. Que los banquete que le ponían enfrente no los ha vuelto a probar ahora en donde se encuentra. Vestía ropas de príncipe y todos se inclinaban a él cuando abría su boca para dictar alguna plática...
Pero tomó una mala decisión. Cometió un solo error y todo aquello se vino abajo. Ahora está en un lugar en donde nunca se imaginó estar. Èl fue hecho para estar en el palacio y no en el desierto cuidando ovejas y empleado de una persona más pobre que él...
A nadie le importa lo que cuenta este anciano. Muchos ni le hacen caso porque creen que está alucinando. Habla de un pasado tan remoto que nadie le cree esas fantasías... ¿Sabe de quién le hablo, verdad? ¡Acertó! le hablo de Moisés. ¿Qué diría si le cuento que ha pasado en el desierto 40 días? O ¿qué tal 40 semanas? Quizá le parezca demasiado tiempo. Pensemos en algo más grande. ¿40 meses? Es algo muy duro, ¿verdad? Sorprendase. Dios lo ha tenido allí por 40 largos años. De empleador pasó a empleado. De príncipe a pastor. De vestir ropa de lino de Egipto a vestir manta corriente. De comer manjares ahora come hierbas y montes extraños. De gobernar un palacio a cuidador de rebaños...
¿Es muy fuente el cambio en la vida de una persona? Bueno, le entiendo. Le entiendo que piense así si yo no conociera a Dios. Porque este es el método de Dios para darle a un hombre la experiencia, el conocimiento, carácter, puño firme, humildad, mansedumbre, ternura, palabras balsámicas, sonrisas suaves, ojos de cóndor, piernas de acero para subir y bajar montes, lecciones de geografía desértica para guiar personas, corazón de acero para no impresionarse con lo que diga la gente... Y muchas otras cosas. Cosas que Moisés iba a necesitar desarrollar para libertar al pueblo de Dios de la esclavitud y llevarlas por el desierto para que culminaran en una tierra en la cual fluían la leche y la miel...
¿No serà que usted también, como Moisés está sentado platicando con su sombra de las cosas del pasado que pudieron ser y no fueron? No se desanime. Ahora Moisés tiene ochenta años y cree que ya no es hora de servir al Señor. Cree que ya no mira bien y que el pulso le tiembla así como las rodillas. Así ya no sirvo para servir. Se equivoca. Ahora es cuando usted está listo o lista para ponerse a las órdenes del Dios del universo que le ha preparado todo este tiempo para que empiece a llevar libertad a los prisioneros, a darle de comer al hambriento, abrigo al desnudo y fe al desanimado...
Nunca es tarde para Dios. Quizá para nosotros sea tiempo de jubilación, pero para el Señor es el tiempo de empezar a cumplir nuestro destino... Pregùntele a Moisés si me equivoco...
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