¡MUJERES... MUJERES!

Exodo 15:20: "Y Miriam la profetisa, hermana de Aarón, tomó en su mano el pandero, y todas las mujeres salieron tras ella con panderos y danzas..."


Es la noche de la redención del pueblo hebreo en Egipto. Dios ha ordenado que se prepare pan sin levadura para comerlo en el camino porque esa noche saldrán de la esclavitud hacia la libertad tantos años esperada...

Los hombres se han preparado. Han puesto en marcha todo el aparato necesario para salir del paìs que los había hecho cautivos y esclavos. Moisés está al frente. Aaron listo con su parafernalia sacerdotal para ministrar al Señor en el desierto.

Los hombres llevan el pan en sus alforjas y todo está preparado para cruzar hacia la libertad. Llevan sus bártulos, sus animales, niños y mujeres...

Pero hay algo escondido en esta historia que no vemos a simple vista. Las mujeres llevan algo. Por consejo de Marìa, hermana menor de Moisés, el libertador, ha corrido la voz que ellas deben llevar algo muy importante para el camino. No es pan. No es leche. No es cobijo para el frío. No...

Son panderetas... ¿Panderos para el desierto? ¿Y quién piensa utilizar panderetas en el desierto? Imaginemos la cara de asombro de los hombres cuando vieron a sus mujeres que en vez de guardar comida y provisiones para el camino decidieron llevar sus panderetas... Algo que no cuadra en esta ecuación.

Pero así son las benditas mujeres. ¡Cuidado! No soy feminista. Solo soy pastor y observador de la conducta femenina. Ellas son el complemento que necesitamos para que hagan para Dios lo que nosotros no pensamos hacer: Adorar en momentos de desierto.

Los hombres adoramos cuando las cosas están bien. Cuando el dinero alcanza para cubrir los gastos. Cuando la salud está a punto. Adoramos cuando el tanque de la gasolina está lleno. Cuando las llantas están nuevas. Adoramos cuando tenemos trabajo. Adoramos y cantamos cuando estamos sanos y llenos de vigor. Cuando tenemos el estómago satisfecho.

Pero no adoramos cuando estamos en el desierto. Allí es donde necesitamos a las mujeres. Ellas adoran al Señor con sus panderetas aún en el desierto. Cuando al fin se abre el mar de las finanzas ellas estaban seguras que pasaría. Por eso llevaban sus panderos. Cuando la fiebre baja del cuerpo del hijo, ellas toman sus panderetas para adorar al Señor porque sabían que Èl lo iba a sanar.

Eso sucedió la noche de pascua en Egipto. Ellas nunca dudaron que Dios los iba a sacar de la esclavitud. Ellas nunca dudaron que el Señor les iba a dar salud, comida, cobijo, vestido, casa, educación, amor, cariño y protección... Ellas nunca dudaron que en las noches más negras del desierto Dios les iba a alumbrar el camino con su nube de Gloria y de día les iba a proteger del calor del sol. Ellas nunca dudaron que Dios cumple sus promesas... Por eso en vez de tomar comida y cosas materiales, tomaron sus panderetas y sus cantos para adorar al Señor cuando vieran su Poder mostrado en sus vidas y en las de sus seres queridos...

¿Para qué llevas pandereta? Debió haber sido la pregunta de más de algún esposo en la prisa de la salida. "No te preocupes, amor, todo va a estar bien. Debo ir preparada para adorar al Señor cuando crucemos el mar y estemos al otro lado..." En la noche más oscura del desierto, son las mujeres las que no pierden la esperanza. En la noche más oscura del hospital, son ellas las que nos dan aliento porque saben que algo Grande ocurrirá esa misma noche. Siempre están listas para celebrar el milagro de la vida... Son ellas quienes, aunque las desprecien y las abusen, siempre tienen a su alcance una pandereta para adorar al Verdadero Hombre que nunca las abandona... ¡Felicitaciones, mujeres, celebro sus vidas...!

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