LA CULPA

Una sombra nos persigue durante toda nuestra vida. Es algo como viscoso que se nos ha pegado en algún recodo del camino porque nos tropezamos y caímos y, aunque nos volvimos a levantar, algo de suciedad quedó en nuestra ropa... Es la culpa. Es ese algo que nos avergüenza y nos hace sentir humillados cuando recordamos aquella fiesta en la que insultamos o dijimos algo que quedó grabado en algún lugar de algún corazón y ahora, cada vez que hay fiesta ese "algo" nos viene a la mente y nos hace retroceder a aquel punto vergonzoso y humillante y nos roba la paz, la alegría y el gozo...

¿Te noto ausente? Es la pregunta lógica. ¿En qué estas pensando? Puede ser otra señal que nuestra atención se fue y se fue y se fue...

La culpa ha tocado a las puertas de nuestro corazón y la razón se nebuliza, los pensamientos se estrujan en un solo recuerdo doloroso y nos hace tanto daño interno que nos obligamos a sonreír para dar a entender que todo esta bien. Que no hay problema. ¡Que siga la fiesta...!

Pero no es tan fácil huir de ella. ¿No ha pensado usted que lo que menos merece es una oportunidad? ¿Siente que ha odiado tanto, que tiempo atrás vivió dañando a las personas que más ama? Sus hijos, su cónyuge, su madre, sus amigos, sus hermanos.

¿La tortura de la culpa se ha convertido en su compañera? Cuando se levanta por las mañanas está a su lado, la culpa no está dispuesta a perderse ni un almuerzo. Es persistente.  Lo acompaña a su trabajo. Por las noches. En cada reunión de la iglesia. Cuando maneja su auto. Ella siempre está ahí. ¿Lo hace caminar con las manos en los bolsillos y la cabeza agachada espiritualmente?

Bienvenido a los que hemos vivido con esa infame compañera que se llama "culpa". Su horrible dedo nos señala siempre y nos dice que no levantemos manos cuando cantamos en la iglesia porque no estamos limpios. Que no adoremos a Dios porque no estamos al nivel apropiado. Que ni siquiera digamos "amén" porque nuestros labios están inmundos. Y la liste sigue y sigue...

Pero escuchemos con atención lo que dice Jesus: "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento". (Luc. 5:32).

Dios nos ha llamado no por nuestra perfección. Tampoco por nuestra ausencia de pecados. Dios sabía todo lo que hicimos, lo que hemos hecho y ¡asòmbrese! también lo que haremos. El quiere librarnos de las cadenas de hierro forjado que nos mantienen atados al odio. Èl no está dispuesto a ver como somos presa de feroces animales llamados ira, enojo, rabia y otras cosas.  Jesus quiere sacarnos de este mundo de injusticias. La selva donde brotan los árboles de enojo no es nuestro hogar, no pertenecemos a ese sitio.  Jesus nos ha encontrado y nos ha llamado a vivir en un hogar realmente hogar, en donde Èl sea quien sana y liberta nuestros corazones cargados de culpa para darnos el descanso que necesitamos. Y de paso, hacernos instrumentos que glorifiquen su Nombre...

¿Acaso no fue eso lo que le dijo a Ananìas? Anda, liberta a Saulo, conviertelo en Pablo, "Ve, porque instrumento útil me es este". Y lo mismo dijo de usted y de mí. ¿Qué vio Jesus en nosotros, del por qué cargábamos culpa? Porque hicimos cosas que no eran correctas por una razón: Teníamos pasión. Y eso es precisamente lo que necesita Jesus: Gente de pasión. Y ahora pasión por Su Palabra... Y ese es usted. Por eso quítese ese peso, déjelo a los Pies de Jesus y salga a enseñar lo que Èl hizo en usted...

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