INMORALIDAD

Cuando los hermanos de José lo vendieron como esclavo, ellos dieron por hecho que lo habían destinado a un trabajo forzado y humillante y a una muerte prematura.

Pero las cosas no salieron como ellos pensaron. Potifar, su dueño, empezó a ver que todo lo que José hacía era prosperado. Empezó a llegar más dinero a sus arcas. Mejores negocios. Más lujos y más comodidades. Potifar lo tenía como un Midas: todo lo que José tocaba se hacía oro... José se convirtió en una persona de influencia. Todo lo que era de su amo él lo manejaba con libertad.  José era un esclavo distinguido. Elegante. Con músculos que sobresalían de su túnica. Mandíbula cuadrada tipo galán de Hollywood. Oloroso a la más fina loción de moda. Cabello ondulado y brillante. Cada vez que llevaba la bandeja con el té de la señora, ésta le rozaba la mano con la suya. La mujer de Potifar lo admiraba. Y lo deseaba. La primera dama de la casa jugaba al escondite con José. Le aparecía en donde menos José lo esperaba. Cuando José le llevaba el postre ella le tocaba la pierna. Sus pestañas se movían como las de una jirafa cuando le dirigía miradas coquetas al esclavo José... Un día le dijo: "Duerme conmigo..." (Genesis 39:7)

José tuvo todas las oportunidades que quiso para considerar la proposición. ¿Acaso no era obligación de José cumplir con los deseos de su señora también aunque fuera sexo clandestino? Nadie lo sabría. Lo que sucede en un dormitorio se queda en el dormitorio, ¿no es así? Era una exigencia de su dueña al fin y al cabo. El fin justifica los medios. Y los medios no dejaban de ser placenteros. La mujer era toda una belleza y si Potifar podía tener todas las mujeres que quisiera, ¿qué tiene de extraño que su mujer quiera tener en sus brazos a su esclavo? José no había perdido su vigor masculino solo porque era esclavo. Era tan hombre como cualquier otro. ¿Unos momentos de placer a escondidas? Eso aliviaría algo la necesidad del hombre que estamos estudiando...

Además, seamos sinceros: ¿No se merecía un pequeño privilegio? Sus hermanos lo habían vendido. Vivía en soledad. Aislado de su familia. Sin amigos. Potifar lo comprò como un ganado cualquiera. Le examinaron para ver si no tenía piojos. Humillado. Trabajaba de sol a sol... Bien pudo haber justificado su decisión...

Como usted quizás... Usted ha sido rechazado y herido, vendido y traicionado, pocos amigos que  le ayuden, mal crédito en el banco, trabajando para un jefe abusivo, compañeros que le invitan a un trago a la salida del trabajo, o tomar un poco de dinero de los cobros y lo devolverá a fin de mes, o, sin exagerar, un poquito de droga... sus noches son largas y solitarias. Y de repente viene una belleza que le enseña lo que hay debajo del escote y le sonríe con una sonrisa pícara y sugiere unas horas de placer...En un sobrecito le pone la llave de su casa porque el marido se ha ido a un largo viaje... Nadie lo va a saber. No me van a agarrar. Son los pensamientos que vienen a la mente en esos momentos. ¡Cuidado! Egipto puede ser un lugar duro. Nadie puede negarlo. Pero también puede ser el caldo de cultivo para las decisiones insensatas. No haga que las cosas se pongan peores de lo que ya están. José estaba en alerta roja. Cuando su número aparecía en la pantalla de su celular él la ignoraba. Cuando ella empezó a enviarle mensajes de chat él la borró de sus contactos. Cuando ella se metió en su oficina èl salió por la otra puerta. La evadía como lo que ella era: veneno, porque eso era ella para él...

¿Como puedo pecar contra Dios? Fue la pregunta que se hizo José. No fue solo contra la señora. Ni contra su dueño Potifar. Especialmente sería contra Dios que confiaba en que José era un invicto. Un vencedor. Un triunfador. Alguien en quien se podía confiar no importaba donde estuviera...

¿Ya lo pensó...?

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