ESPERAR (Dos)

Los doce hombres están recostados en la hierba descansando mientras su Señor está parado a la orilla del camino.  Los doce están hablando de sus cosas, unos masticando pequeñas briznas de hierba, otros limpiándose las uñas mientras otros echan una cabeceadita...

El Señor tiene  la vista hacia el final del camino que lleva a la ciudad de Jerusalén... Está con los ojos atentos para ver en qué momento aparecen diez personas que acaba de sanar de la lepra. Se ve paciente pero al mismo tiempo expectante de si vendrán o no a darle las gracias.

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Diez hombres, al otro lado del camino que iban gritando "¡inmundo!", de pronto habían salido de entre los árboles que los ocultaban a la vista y al contacto con otros. La ley les ordenaba que no se mezclaran con los sanos. Ellos eran seres contaminantes. Despreciados por la sociedad, la religión  y sus amigos. Tenían años de no estar en contacto con sus seres queridos. De pronto, al otro lado de la calle ven a Jesus y le gritan que por favor les sane de su inmundicia. Cuerpos mutilados. Cuerpos envueltos en paños sanguinolentos. Pedazos de piel colgando de sus miembros... Nadie se atreve a verlos siquiera.

Pero Jesus hace lo que no se esperaban. Les presta atención. "Vayan al sacerdote y muéstrense a él..." les había dicho. "...y mientras iban fueron sanados..." Mientras iban. ¿Hacia donde? Al templo para que fueran certificados por el sacerdote que ya se podían reunir con sus familias, sus amigos, sus antiguos empleos y sus ocupaciones normales... Y eso fue lo que hicieron. Algunos llegaron a sus casas y celebraron su sanidad con sus familias. Otros se quedaron en el parque platicando con sus amigos. Otros se quedaron viendo el programa de televisión que les gustaba... Y otros se fueron al restaurante a comer lo que no habían probado durante tanto tiempo... Solo uno regresó a dar gracias. Solo uno. Jesus esperaba diez. Solo llegó uno y era extranjero. Curioso, ¿verdad?

¿Deberíamos nosotros ser igual de agradecidos? Jesus nos sanó de la lepra del pecado y muchos nos quedamos ocupados en otras cosas y no regresamos a dar gracias.  El pecado había engangrenado nuestros sentidos, pero el Hombre del Camino nos dijo que estábamos sanos... ¡Y fuimos sanados! Y Jesus se quedó esperando en el lugar donde nos sanó. El corazón agradecido es como un imàn que recoge durante el día razones para estar agradecidos. Hoy amanecimos sanos. Nuestros ojos todavía pueden ver por eso estamos leyendo estas lineas, nuestros pulmones inhalan y exhalan aire cada segundo, nuestro corazón palpita al ritmo acostumbrado, nuestro cerebro funciona bien y procesa toda esta información... ¡Gracias, Señor!.  Hubo leche para los hijos en el desayuno. ¡Gracias, Dios! Le pusimos jalea a nuestro pan de hoy, ¡Gracias, Señor!

La gratitud nos conduce a través de tiempos difíciles. Reflexionar sobre las bendiciones es meditar en los méritos de Dios. Reflexionar en sus méritos es descubrir su corazón. Descubrir su corazón es conocer no solo sus dones sino al Buen Pastor. La gratitud siempre nos deja mirando a Dios y nos aleja del temor. Hace con la ansiedad lo que el sol con la neblina matutina en los valles: La disipa...

No dejemos parado al Señor esperando que alguno de nosotros regrese a dar gracias. "Den gracias por todo a Dios el Padre en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo..." Efe. 5:20.

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