DESTINO

Voces extranjeras. El joven no entiende nada de lo que se habla allá arriba. Hay un olor como de camellos y de sudor de hombres del desierto. Sus hermanos están haciendo tratos con otros que él no conoce... Apenas logra escuchar fragmentos de la conversación...

...lo vendemos... ¿cuanto...? ...cambiamos por los camellos... está joven, fuerte como un buey y es muy...trabajo... ni un gramo de grasa... músculo puro...

Al alzar la vista desde la cisterna, José solo vio un puñado de rostros que examinaban el lugar donde él estaba. Lo observaban a él. Lo subieron y los mercaderes lo examinaron en silencio... Le metieron los dedos en la boca y le contaron los dientes. Le tocaron el cuerpo para palpar su musculatura. Los mercaderes se alejaron de José y junto a los hermanos siguieron haciendo el trato.
¿Cuanto nos van a pagar por él?
Les daremos diez monedas.
No, queremos treinta.
Quince, y ni una más.
Veinticinco.
Veinte y es nuestra última oferta...

Hasta entonces José se dio cuenta que lo estaban vendiendo... José cayó sobre sus rodillas y empezó a clamar que no lo vendieran. Somos hermanos. Qué dirá nuestro padre. No sean ingratos... Pero los hermanos no escucharon sus ruegos. Los mercaderes le pasaron una cuerda alrededor del cuello y la amarraron al carro. José, sucio y lloroso no tuvo más opción que seguir. Por sobre el hombro vio por última vez la espalda de sus hermanos que se alejaban del lugar, dejándolo a su suerte... (Gen. 37:28).

Y allí tenemos a José bajando para Egipto. Bajando. Bajando. ¿Como usted? ¿Bajando en su autoestima, bajando hasta su último dólar, hasta el juzgado donde le arrebataran su casa, bajando hasta el fondo de la escala social porque quedó embarazada sin esposo, bajando en su suerte, en su vida, en su trabajo, en su matrimonio...? La vida nos empuja hacia abajo. José llegó a Egipto sin nada. Sin un centavo. Sin nombre. Sin árbol genealógico. Sin familia. Había perdido todo... con una sola excepción...

Su Destino. Èl sabía cual era su destino. El Señor se lo había mostrado años antes. Cuando soñó las espigas. Cuando soñó el sol, la luna y las estrellas. José sabía que Dios tenía planes para él y su futuro. Los planes de Dios eran que él sería grande. Sería famoso. Sería alguien importante. Por una sola razón: Era hijo de Èl, de Dios. José guardò celosamente ese pensamiento porque era su salvavidas. Durante todo su exilio en Egipto siempre estuvo atento al cumplimiento de su destino. Dios no le iba a fallar. Dios no era hombre para arrepentirse ni para mentir. Es cierto, el joven hebreo perdiò su familia, su dignidad y su patria, pero nunca perdiò su destino ni su confianza en que Dios lo harìa... "Dios tiene un sueño para mi vida..." se repetìa dìa tras dìa. Mientras limpiaba la casa de Potifar. "Dios tiene un sueño para mi vida..." se decìa mientras cuidaba presos en la càrcel. "Dios tiene sueños para mi vida..." era su mantra diariamente. "He sido llamado para algo màs grande que esto" se decìa mientras limpiaba los baños de los presos...

Dios tenìa un destino para Josè y Josè lo sabìa... ¿Lo sabe usted...?

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