EXPECTATIVAS...

Me pidieron una cita para arreglar un problema que tuvieron. Era un matrimonio como todos... Solo que éste había rebasado la línea que nunca se debe pasar en una relación matrimonial: Pelearon con todo lo que tuvieron a su alcance verbalmente. Se dijeron cosas horribles y dañinas. Cada uno dijo lo que quiso y quedaron lastimados y heridos a más no poder. Cuando les escuché confieso que nunca pensé que una pareja que dicen estar enamorados, casados con todas las de la ley, con hijos y con buena posición económica, sobre todo, que ambos asisten a la iglesia y participan de privilegios, pudieran hablar ese tipo de lenguaje hiriente y maldiciente... Y aprendí mucho de ellos...
Ninguna relación en el mundo es más importante que la que tenemos con nuestra pareja. Es el lugar en donde debiéramos tener nuestro mejor comportamiento, no el peor-  ¿No es irónico que podemos estar calmados y ser educados con extraños cuya opinión es irrelevante para nosotros y groseros y desagradables con la persona cuya opinión valoramos más?
¿No es un mensaje confuso cuando ellas se visten elegantes para salir a almorzar con sus amigas y se quitan el maquillaje y se ponen su bata y chancletas  cuando llegan a casa?  Esto aplica también para los hombres, ¡no crean que solamente las mujeres tienen que vestirse bien para sus esposos!.
Yo creo que, desafortunadamente, esto refleja una confusión de prioridades y expectativas; prioridades equivocadas ya que ponemos a los extraños y amigos antes que nuestra pareja; y expectativas equivocadas ya que pensamos que el hogar es el lugar para dejar que todo salga. Incluso el cobre de nuestras palabras... Seguro que debiéramos tener una sensación de paz y tranquilidad en nuestros hogares. Pero,  esto no se logra quitando todos los límites en nuestra conducta.
Solamente a través de mantener una disciplina apropiada podemos crear el tipo de atmósfera que queremos en nuestro hogar y ser un ejemplo para nuestros hijos.
Sí, eso significa que estar en casa también es un trabajo. Esa es la realidad. Ciertamente queremos ejemplificar para nuestros hijos una forma elevada de hablar y de comportamiento. Y normalmente no nos cuesta hacer esto cuando se trata de nuestros hijos; sabemos que ellos no van a beneficiarse de un hogar en donde “todo se deja salir”. Estaremos dando rienda suelta a que ellos también dejen salir todas sus pasiones juveniles... Y eso ya no nos gustará.
Pero nuestras parejas merecen la misma consideración. Nuestro matrimonio merece la misma atención. Y nuestro auto-respeto demanda que nos elevemos y actuemos mejor, preservando nuestro preciado sentido de dignidad.
¿Siempre tenemos ganas de hacerlo? Por supuesto que no. ¿Es difícil? Seguro. Pero si comparamos cómo nos sentimos con nosotros mismos después de una pelea grande, en donde perdimos completamente el control y dijimos e hicimos cosas de las que no estamos orgullosos versus cómo nos sentimos cuando hemos hecho el esfuerzo para crear un hogar tranquilo y resolver nuestras diferencias de forma pacífica o mantener nuestras frustraciones fuera de la casa, entonces reconoceremos que el esfuerzo vale la pena.
Nuestra casa no es un Club deportivo. No es un lugar en donde se puede hacer de todo. No es un lugar en donde podemos hacer lo que queramos porque debemos mantener nuestras fronteras bien vigiladas para poder dar respeto y exigirlo cuando sea necesario pero basados, ¡atención hombres!, cuando nosotros, como cabezas del hogar lo hayamos hecho primero. 

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