RIZPA

Los enemigos de Israel habían pedido que los herederos del sanguinario Rey Saul fueran entregados a la muerte para calmar la ira que llenaba sus corazones. Para calmar la sed de muerte tienen que haber vivos que se sacrifiquen en el altar de la cólera...

Y David accede a ese deseo. Y Rizpa es lacerada por esa sed de venganza. Tres de sus amados y únicos hijos le son quitados en un solo momento que para ella se hizo eterno... Los ahorcaron para calmar las hordas enemigas y quitar el oprobio sobre su pueblo...

Echada sobre la roca la mujer llora sobre los huesos descompuestos de sus queridos hijos muertos por decreto del reino... Las campanas de los templos cananeos tocaban el Àngelus y la vibración metálica pasaba sobre el lugar de los muertos como la voz consolatriz de la madre que invoca el Nombre de su Dios Jehovà ante el duro y rocoso lecho de los huesos de sus hijos dormidos...

Una suave brisa acariciaba las rosas blancas, como si besara el alma de los muertos. Y estatuas etéreas de ángeles y cruces protectoras tendían hacia ella sus brazos desolados como diciéndole:
Descansa a nuestra sombra. Nuestros brazos y nuestras alas cubren la única ventura, la de la nada. La materia se está disolviendo bajo la lluvia de tus lágrimas... Ven, disuélvete tú también en el infinito dolor que llena tu alma...

Y así, abandonada a su dolor se abrazaba a los huesos de sus hijos no importando el olor y la fetidez que emanaba de ellos. El amor cubre multitud de olores. Cuando se ama como ama una madre se es capaz de soportar el ambiente más hostil. David le había ofrecido enterrar sus huesos con honor y respeto pero ella ha decidido pasar con ellos a la eternidad. Los quiere tener con ella todo el tiempo posible. Así es la ternura llevada al máximo. Así es la necesidad de no quedar sola. No importa el tiempo, la lluvia ni el sol. Aunque las aves guardan silencio como un luto aéreo siempre hay en el ambiente el sonido del viento que ulula con una suave brisa como llorando por el dolor inmenso de la mujer que abatida, como paloma caída cubre con sus alas de dolor los huesos de su prole...

Esta águila herida no se deja quebrantar. Ella sabe que los leones no andan solos. Los cerdos del monte van en manadas. Las ovejas van en rebaño. Los cuervos van en bandadas... Las águilas no... El águila bravía quedó en la cima inaccesible de su dolor. Como Raquel, la de Jacob, no quiso ser consolada...

Así tenemos hoy personas que se quedan abrazando los huesos del pasado. En el otro lugar del campo hay alegría por la cosecha, pero en la roca de sus vidas solo hay luto, lágrimas y soledad porque viven abrazados a los huesos de sus fracasos, protegiendo con sus alas rotas los huesos de su pasado, ese pasado que se está convirtiendo en polvo pero ellos no lo quieren aceptar.  Les cae la lluvia, los arroba la luz del sol, sobre ellos caen las tormentas de las noches gélidas y negras pero no se bajan de esa ara en donde han sacrificado su felicidad, han sacrificado sus sueños por vivir sueños espurios del pasado, de lo que se fue y ya no pudo ser.

Rizpa y los huesos del pasado...dejó de vivir la vida para vivir la oscura nocturnidad del pasado...Usted que me lee y que a veces se aferra a su pasado, a su fracaso, a su dolor recuerde que hay un Rey que está dispuesto a enterrarlo y darle a cambio vestido de alegría en vez de luto...

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