PIEDRAS
Cómo es grato acariciar ciertos recuerdos, tan suaves como la cabellera fluida de un niño que se duerme sobre nuestras rodillas, dejar dormir sus recuerdos, contemplarlos en silencio, besarlos con devoción... Eso no puede hacerse sino en la soledad, ante la antorcha ardiente de nuestro corazón que brilla y se consume ante el oro del sagrario donde yacen nuestros recuerdos, como rosas invioladas por el viento. La soledad es necesaria a la pasión, como el espacio libre es necesario a las tempestades. Como el rayo necesita el firmamento para hacer ver el destello de su poderosa luz. Todo contacto con una alma ajena lastima y aviva el dolor de nuestra propia alma, hay momentos en que la amistad viola la soledad sin embellecerla y exacerba el dolor sin consolarla...
El camino polvoriento de Samaria lastima los pies de la vencedora que pasa por èl. Es un camino escabroso en donde las rocas del camino hacen que el caminar sea lento y doloroso. Pero es que toda alma adolorida si quiere levantarse del fango en donde la han hundido los hipócritas necesita transitar por ese camino empedrado y demostrar que nada ni nadie podrá detenerla hasta llegar a consumar el destino que se ha trazado en el fondo de su lacerado corazón...
Va recordando el episodio en que unos guardianes de la Ley de Dios la habían acorralado. Ella no buscaba sexo. Buscaba unos brazos que la cobijaran. Unos ojos en donde verse y sentir el calor de una mirada tierna y amorosa. Pero desafortunadamente había encontrado un patàn. En lugar de encontrar calor encontró el frío del rechazo, de la mentira de la lascivia y la asquerosa baba con que la vieron semidesnuda los cuidadores de la moral. Los moralistas eran inmorales.
La presentaron sin cubrir tan siquiera su pudor ante el Maestro. Sus ojos eran tan prístinos que se negó a ver su blanca y tierna piel expuesta a la vergüenza. El Maestro bajó la mirada hacia la tierra en donde escribía una historia de amor, ternura, calor y cobijo... Ella esperaba su veredicto. Según la Ley se merecía las piedras con que ya la amenazaban los mentirosos y lujuriosos religiosos de la nación.
Pero el Maestro, de quien emanaba una Santidad que nunca había visto ni sentido en hombre alguno, ese Hombre que supo esconder su enojo y controló totalmente a los que estaban a punto de tirar piedras, expresó algo que silenció al viento. Las aves callaron sus trinos. El firmamento se detuvo por un instante. Los cóndores escondieron sus hermosas alas y las torcaces posaron sus garras en los dinteles de las casas... "El que está limpio, tire la primera piedra..." fue la rúbrica con que Jesus firmó su sentencia... Primero los viejos. Luego los jóvenes. Todos soltaron sus piedras y huyeron cobardemente...
Piedras. Hay piedras que no son de material duro, pero son más duras que las piedras del camino. Son las palabras que brotan de un corazón venenoso... Piedras como por ejemplo: Divorciada. Madre soltera. Abandonada. Ladrón. Mentiroso. Bastardo. Borracho. Aleluya. Necesitada. Arrastrado. Inútil. Huérfano y otras más que nos tiran a la cara a muchos de nosotros... Pero el Maestro descubrió las miserias de los que acusaban a la mujer...
Ahora ella recuerda ese pasado. Y va en busca de quien la salvó, la honró y levantó su estima... Por eso va camino a su casa a buscar còmo agradecerle al Maestro su libertad... Ahora es libre para amar. Ya no hay ni habrà màs piedras en su vida. Ya no. Ahora solo habrà canciones de amor y libertad...
El camino polvoriento de Samaria lastima los pies de la vencedora que pasa por èl. Es un camino escabroso en donde las rocas del camino hacen que el caminar sea lento y doloroso. Pero es que toda alma adolorida si quiere levantarse del fango en donde la han hundido los hipócritas necesita transitar por ese camino empedrado y demostrar que nada ni nadie podrá detenerla hasta llegar a consumar el destino que se ha trazado en el fondo de su lacerado corazón...
Va recordando el episodio en que unos guardianes de la Ley de Dios la habían acorralado. Ella no buscaba sexo. Buscaba unos brazos que la cobijaran. Unos ojos en donde verse y sentir el calor de una mirada tierna y amorosa. Pero desafortunadamente había encontrado un patàn. En lugar de encontrar calor encontró el frío del rechazo, de la mentira de la lascivia y la asquerosa baba con que la vieron semidesnuda los cuidadores de la moral. Los moralistas eran inmorales.
La presentaron sin cubrir tan siquiera su pudor ante el Maestro. Sus ojos eran tan prístinos que se negó a ver su blanca y tierna piel expuesta a la vergüenza. El Maestro bajó la mirada hacia la tierra en donde escribía una historia de amor, ternura, calor y cobijo... Ella esperaba su veredicto. Según la Ley se merecía las piedras con que ya la amenazaban los mentirosos y lujuriosos religiosos de la nación.
Pero el Maestro, de quien emanaba una Santidad que nunca había visto ni sentido en hombre alguno, ese Hombre que supo esconder su enojo y controló totalmente a los que estaban a punto de tirar piedras, expresó algo que silenció al viento. Las aves callaron sus trinos. El firmamento se detuvo por un instante. Los cóndores escondieron sus hermosas alas y las torcaces posaron sus garras en los dinteles de las casas... "El que está limpio, tire la primera piedra..." fue la rúbrica con que Jesus firmó su sentencia... Primero los viejos. Luego los jóvenes. Todos soltaron sus piedras y huyeron cobardemente...
Piedras. Hay piedras que no son de material duro, pero son más duras que las piedras del camino. Son las palabras que brotan de un corazón venenoso... Piedras como por ejemplo: Divorciada. Madre soltera. Abandonada. Ladrón. Mentiroso. Bastardo. Borracho. Aleluya. Necesitada. Arrastrado. Inútil. Huérfano y otras más que nos tiran a la cara a muchos de nosotros... Pero el Maestro descubrió las miserias de los que acusaban a la mujer...
Ahora ella recuerda ese pasado. Y va en busca de quien la salvó, la honró y levantó su estima... Por eso va camino a su casa a buscar còmo agradecerle al Maestro su libertad... Ahora es libre para amar. Ya no hay ni habrà màs piedras en su vida. Ya no. Ahora solo habrà canciones de amor y libertad...
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