NOSTALGIA...
¿Por qué se envejece en plena vida? Por qué esa flor matinal, ebria de sol, crece aún en las sombras de la tarde? ¡Por qué se va la juventud y queda el alma? Las rosas son bellas pero, cortadas, una hora más y nada quedará de tanto encanto. ¿A qué llorar sobre una rosa muerta símbolo de la juventud y de la vida?, hay momentos que son como las rosas: Si no aspiramos su perfume cuando están vivas de nada servirá querer oler su perfume cuando ya están muertas...Y, ¿cómo disfrutar la belleza del cielo si no se lleva el cielo en el alma?
...Esas eran las meditaciones de la Sulamita después que su Amado tocó la puerta de su corazón pero ella decidió quedarse en la cama. Su corazón ardió de dolor cuando se dio cuenta de su error y lo dejó ir... A veces dejamos ir a un amor que pudo llenar el corazón de aventuras y de fe. El amor endulza la vida, el amor, como la tórtola tiene alas que volarán a lugares lejanos, a otras playas en busca de un lugar donde posar sus garras... Y llevarán entre sus alas frías la tristeza de las dolorosas agonías. El amor es como el viento, no sabemos de donde viene ni a donde nos llevará pero sabemos que está allí, esperando que abramos las compuertas de nuestro ser interior para saborear esos instantes que pueden llenar una eternidad...
Cuando la Sulamita se dio cuenta de su error, se lamentó haber traicionado el amor que tocó la puerta de su alma... Se dio cuenta que había dejado ir la Esperanza, que el Sol de su vida se había ocultado detrás de las nubes inaccesibles de la indiferencia... Hay momentos en que las alas vencen la garras. Una abeja envenenada puede matar un león, matarlo, pero no encadenarlo. Y el león muere envenenado por la miel, aunque muere libre. El deber del león no es la vida, es la libertad y en su reino no es solo el amor el que reina, es la libertad pero la libertad significa también soledad... Por eso fue que el León de la Tribu de Judà murió por la miel del amor. Pero murió para darnos libertad... Solo los libres están vivos porque no están encadenados a ningún cepo del pasado ni de la amargura...
Escuchemos lo que dijo la Sulamita: "Me levantaré ahora, y andaré por la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma..." (Cantares 3:2)...
Sus palabras son como un alarido de dolor al verse sola, al ver su propia realidad, como el cóndor que remonta las alturas y se encuentra solo, buscando en la inmensidad del firmamento una peña donde descansar sus agotadas alas... La mujer sabe que todos los ecos del dolor y del pecado se despertaron en su corazón engrandecidos y tumultuosos en un grito de desolación que rompió el silencio sepulcral de la ciudad...
Las almas que son puras acendran la plegaria que tiembla entre sus labios cual néctar de un panal, las almas que son fuertes no ruegan, interrogan, y el verbo brota de ellas cual llama de un volcán... Las almas que son puras no temen las tormentas de la vida...
Asì fue como el Amado se dejò encontrar por aquella que le habìa abandonado. Como el hijo pròdigo que encontrò el camino a la casa del Padre, asì la mujer encontrò la senda por donde se habìa alejado el motivo de su llanto y de su dolor... Jesùs se dejò encontrar...
¿Lo encontrò usted? Él està esperando aùn en alguna esquina de su camino... Vaya al encuentro de la Vida y de la Esperanza...
...Esas eran las meditaciones de la Sulamita después que su Amado tocó la puerta de su corazón pero ella decidió quedarse en la cama. Su corazón ardió de dolor cuando se dio cuenta de su error y lo dejó ir... A veces dejamos ir a un amor que pudo llenar el corazón de aventuras y de fe. El amor endulza la vida, el amor, como la tórtola tiene alas que volarán a lugares lejanos, a otras playas en busca de un lugar donde posar sus garras... Y llevarán entre sus alas frías la tristeza de las dolorosas agonías. El amor es como el viento, no sabemos de donde viene ni a donde nos llevará pero sabemos que está allí, esperando que abramos las compuertas de nuestro ser interior para saborear esos instantes que pueden llenar una eternidad...
Cuando la Sulamita se dio cuenta de su error, se lamentó haber traicionado el amor que tocó la puerta de su alma... Se dio cuenta que había dejado ir la Esperanza, que el Sol de su vida se había ocultado detrás de las nubes inaccesibles de la indiferencia... Hay momentos en que las alas vencen la garras. Una abeja envenenada puede matar un león, matarlo, pero no encadenarlo. Y el león muere envenenado por la miel, aunque muere libre. El deber del león no es la vida, es la libertad y en su reino no es solo el amor el que reina, es la libertad pero la libertad significa también soledad... Por eso fue que el León de la Tribu de Judà murió por la miel del amor. Pero murió para darnos libertad... Solo los libres están vivos porque no están encadenados a ningún cepo del pasado ni de la amargura...
Escuchemos lo que dijo la Sulamita: "Me levantaré ahora, y andaré por la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma..." (Cantares 3:2)...
Sus palabras son como un alarido de dolor al verse sola, al ver su propia realidad, como el cóndor que remonta las alturas y se encuentra solo, buscando en la inmensidad del firmamento una peña donde descansar sus agotadas alas... La mujer sabe que todos los ecos del dolor y del pecado se despertaron en su corazón engrandecidos y tumultuosos en un grito de desolación que rompió el silencio sepulcral de la ciudad...
Las almas que son puras acendran la plegaria que tiembla entre sus labios cual néctar de un panal, las almas que son fuertes no ruegan, interrogan, y el verbo brota de ellas cual llama de un volcán... Las almas que son puras no temen las tormentas de la vida...
Asì fue como el Amado se dejò encontrar por aquella que le habìa abandonado. Como el hijo pròdigo que encontrò el camino a la casa del Padre, asì la mujer encontrò la senda por donde se habìa alejado el motivo de su llanto y de su dolor... Jesùs se dejò encontrar...
¿Lo encontrò usted? Él està esperando aùn en alguna esquina de su camino... Vaya al encuentro de la Vida y de la Esperanza...
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