MOISES

El desierto. Los sueños truncados. La nostalgia por el hogar abandonado. Hoy, en una tierra extraña, pastoreando ovejas ajenas, deseando que el tiempo y sus temores pasen pronto, vaga por las llanuras del camino un gigante, un hombre que a simple vista parece un pastor de ovejas, pero no nos engañemos: dentro de esas vestiduras hay un monumento a la fe, a la aventura, a lo ignoto... Hay un águila que está presta a levantar el vuelo y extender sus alas a las alturas y ver con sus ojos prístinos la Gloria de Dios... Solo espera el momento de escuchar su Voz y emprender la búsqueda, como Edipo, el camino que lo llevará al encuentro de su destino...

Allí, bajo las palmas melancólicas y los naranjos en flor, él se encantaba con la salvaje armonía de unos poemas extraños, con las trovas apasionadas de su musa árida y bravía del desierto en donde meditaba día y noche sobre su pasado... Y oía como en un sueño, con los párpados cerrados como si escuchase una música lejana, los labios entreabiertos como si aspirara un beso invisible, su alma estremecida... En los paisajes rosa y azul del ensueño, en las lontananzas enternecidas hechas de glorias de sol, en los mirajes florecidos de esta pasión que es el amor, el hombre se muere sin sentirlo, en una agonía nimbada de apoteosis...Èl no pertenece al desierto que lo aprisiona. Pertenece a la libertad que lo llama. Nació para ser un Libertador no un esclavo.

Y llega el momento en que el firmamento guardò silencio. Todo se quedó quieto porque la Shekinà está allí. En la zarza. Elevando su Voz, la Majestad silenció los pensamientos de aquella alondra que esperaba el momento para elevar su vuelo y remontarse a las alturas y transmutarse en águila que buscara a sus polluelos para llevarlos a la Libertad...

¡Moisés, Moisés! expresó la Voz. Y aquel gigante dormido despertó del letargo que el tiempo había adormecido... ¿Quién eres, Señor? ¡Quítate las sandalias porque estás en lugar Santo! fue la respuesta que recibió y de allí en adelante se desata, como la tormenta en el horizonte, una batalla de dimensiones eternas... El caudillo ha despertado. El águila ha remontado su vuelo. La majestuosidad de sus alas oculta el tímido sol de la mañana... La Zarza ha hablado y hay que obedecer.

La fuerza pone alas en los pies como al mensajero de los dioses, el orgullo presta fuerza a las quimeras de sus sueños y va confiado y altivo hacia la Gloria, hacia la felicidad, hacia el porvenir luminoso, al encuentro de su destino... Y como el rostro de un gigante, un sol extraño ilumina su horizonte, los campos inmensos de la vida en una floración paradisíaca se extienden a su vista, rumores de músicas ignotas halagan sus oídos, y bajo un cielo de índigo impecable extiende sus alas níveas el pájaro inmortal de la esperanza... Y Moisés, el que nació príncipe liberta a su pueblo. La libertad era su bandera. La libertad era su sueño. La libertad era su destino...

No sé, pero quizás hoy, también usted que lee estas líneas reciba el llamado de la Voz del Todopoderoso para enviarlo al encuentro de su tan ansiada libertad. No es quimera, es realidad. No es sueño, es la vida. Como Moisés, fuimos creados para ser libres. Libres de las càrceles que los otros quieren ponernos. Libres del enojo, de la ira, de la amargura. Libres de los celos. Libres del desprecio. Libres de la esclavitud de los sentidos. Libres de la esclavitud del alma... Porque nosotros también nacimos con una marca en nuestro corazón: Ser hijos de Dios... Eso nos convierte en príncipes, hijos del Rey... No lo olvide. Vìvalo. Disfrùtelo. Libèrese...

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