AMIGOS

No es la soledad del lecho la que asusta, sino la soledad del pecho, la soledad adusta del corazón... Envejecer sin una pasión, sin una ilusión, sin una emoción... En el amplio moaré de los cielos temblaban estrellas prematuras, como rosas casi invisibles en el corazón de los jardines medio ocultos por el estremecimiento de los follajes azules, el sol se abismaba en la eternidad como un pelícano de oro que plegara sus alas en forma de un abanico de fuego sobre la frente joven de la noche llena de una palidez mortal...

Viendo hacia el horizonte, el joven médico está meditando sobre su futuro. No hay nubes que oscurezcan su visión de algo que siente está por venir. No sabe que el Destino le tiene reservado el encuentro más maravilloso de su existencia. Su vida ha girado en torno al dolor humano. Es médico. Griego y educado en las altas escuelas de medicina de Atenas y rodeado de personas acomodadas que darían toda su fortuna con tal de encontrar el elixir de la eterna juventud...

Caminando por el Areopago escuchó algo que le llamó la atención. Escuchó hablar a un personaje por lo demás muy curioso. Judìo. Bajo de estatura, casi sin pelo, apariencia tosca pero hablar muy fino. Como esteta y amante de lo bello, Lucas se ha dejado arrobar por ese personaje que habla cosas de otros lugares, habla de un Dios que él no conoce, de una tierra extraña de mitos e historias de valientes, habla de personajes que él ni siquiera sabe si existen o solo están en la imaginación del hombre que denodadamente habla de su Dios... Un Dios desconocido pero que él dice conocer...

Y he aquí las conexiones divinas... El destino ha entretejido su telaraña para hacer caer en ella las vidas de los hombres a quienes ha escogido para que sean sus mensajeros. Mensajeros de la Esperanza... Teòfilo, un griego de pura cepa y  acaudalado hombre de negocios también ha escuchado a ese personaje y le ha intrigado lo que enseña: Que un Hombre murió en una cruz y que eso le cambió la vida. ¿Serà posible eso? Èl también quiere un cambio. Y si para cambiar su existencia vacía y anodina internamente debe conocer a Ese Hombre del que habla el mensajero, no hay que escatimar esfuerzos para encontrarlo... Y, ya sabemos qué sucedió: Contrata a Lucas. "Anda, Lucas y averigua qué de cierto hay en las historias que cuenta ese judìo de hablar elegante y de cultura extrema. Anda y me das un reporte de lo que encuentres. No escatimes en gastos, todo ponlo a mi cuenta..."

Y nuevamente las conexiones divinas... Dios ha puesto en el camino del Apóstol Pablo a un médico que le acompañará en su periplo por toda Asia y más allá de sus fronteras. Dios sabe que Pablo necesitará  un médico para que le cuide en sus tiempos de necesidad... El tiempo ha pasado rápido. Lucas ha conocido en persona lo que tan solo había escuchado hablar a Pablo... Ha sido atrapado por el Amor inevitable de Jesus y hace un resumen a Teòfilo... Le cuenta la Vida, Milagros, Muerte y Resurrección del que cambia la vida de aquellos que se encuentran con él. Y Lucas se encontró con Jesus. Ya no puede volver atrás. Y entiende su destino: Cuidar a Pablo. Èl tiene la ciencia que Pablo necesitará para sus años de achaques, sus dolencias y sus problemas de salud. Pablo conoce mucho de Dios, pero Lucas conoce mucho de medicina. Ambos se complementan y nace lo más bello y caro que puede tener un hombre: Un amigo...

2 Tim. 4:9:  "Procura venir a verme pronto, pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica; Crescente se fue a Galacia y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo..." Solo Lucas. Todos se fueron. Solo Lucas, el griego se quedó hasta el final...

Amigos... ¡Cuánta falta hacen...! Y son tan escasos que son caros... Pregùntele a Pablo...


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