SOMBRA Y SILENCIO

El camino polvoriento se abre a su paso... El hombre va cabizbajo, triste y pensativo en todo lo que ha sucedido en esa trágica madrugada... Todo por el frío...

Hay dos clases de frío: El frío del ambiente, ese que nos hace buscar el calor de la ropa. El frío que cala hasta los huesos y nos hace castañetear los dientes. Ese frío se quita con abrigarnos bien y calentar nuestro cuerpo.

Pero hay una clase de frío que no se quita con ponernos ropa adecuada. Es el frío del alma. Ese frío no es corporal. Es algo mucho más intenso e interno que no se puede calentar ni con la hoguera más ardiente... El frío del alma mata los sueños. Castra las ilusiones y nos hace buscar otros brazos, otros labios y otras camas... No es sexo lo que se busca. No son besos apasionados lo que se necesitan. No es una cama más sensual la que se necesita. Es calor. Calor que calme esa sed de amor, sed de que nos digan que valemos algo, que somos importantes para alguien, que podemos ser útiles en la vida de otras personas...

No hay frío más doloroso que cuando nos sentimos solos. La soledad es la hermana de la nostalgia. Pregùntele a los que han abandonado su terruño. La nostalgia los mutila y los hace desesperar por su tierra, por ese lugar en donde vivieron sus primeros años. La nostalgia les hace gritar en silencio la necesidad de volver a caminar por sus calles de antaño y revivir aquellos momentos que quizá no fueron los mejores pero sí fueron buenos...  Este frío no lo calma el dinero ni la televisión de última generación ni mucho menos el control remoto... Esta clase de frío nos pone irascibles, nos hace sentir fracasados y estériles. De nada sirven los diplomas más elegantes ni ostentosos, eso no quita el frío del corazón que ha sido ultrajado y en donde los sueños que se escondían en él han sido ajados como la hoja ya marchita que cayó del árbol. Hágale un comentario inocente de amor y ternura a una mujer que ha sido mancillada y ultrajada por un machista y le dirá que odia el amor. Que no quiere saber nada de los hombres. Que todos son malos e ingratos... Eso le dirá que esa mujer fue una niña que se entregó a los brazos de quien esperaba calor, amor sincero y besos castos... Pero solo encontró lodo, suciedad, putrefacción y hediondez. Y eso le dañó su autoestima. Eso le insufló un frío doloroso en su interior y ahora vaga por la vida sin querer acercarse otra vez ni exponerse a otra puñalada como aquella que aún no cicatriza y que sigue derramando su pus y su frustración...

Así va caminando aquel hombre, pensando en las cosas que habían sucedido horas antes. Como los discípulos de Emaùs que no encontraban respuestas a sus preguntas, así va ese varón que se siente en el más sucio y apestoso fangal en donde acaba de estar... ¿Por qué lo negué? ¿Cómo pude ser capaz de hacerlo? ¿De donde me brotó ese animal inmundo que me avergonzó tanto? ¿En qué estaba pensando cuando caí tan bajo? ¿Cómo pude olvidar la ternura de sus hermosos y tristes ojos cuando me miraba y me inundaba de luz mi interior? ¿Qué me pasó? ¿Cómo pude olvidar sus advertencias de que me cuidara? No hay duda. Soy un canalla. Ya no sirvo para nada. Soy el más vil de los hombres... Esas eran las meditaciones que ensombrecían la frente de ese hombre que vaga en las calles huyendo de la realidad de su pecado. Solo lo envuelve el silencio del ambiente. Ni las flores dan su perfume, ni los pajarillos, ni las torcaces, ni las alondras ni las golondrinas se atreven a revolotear esta madrugada... Todo es sombra y silencio...

Pedro negó a su amigo Jesus. Dijo que no lo conocía, que no sabía quién era Èl, que nunca había estado con Èl... Habiendo comido, caminado, reído y sido cobijado por ese Amor que bajó del Cielo, ahora se encuentra sufriendo el olvido y la amnesia de todos nosotros cuando caemos en el pecado de Pedro: Ingratitud por lo que nos han dado... De allí el frío que no se quita ni con ropa caliente ni con la hoguera más ardiente... Jesus sabía que su discípulo tenía frío... por eso fue al primero que buscó para darle el calor que solo su Amor infinito puede darnos a todos... A mí me lo da cada día que amanece, a pesar que Èl sabe que este día es muy seguro que lo volveré a negar...

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