RECHAZO Y DOLOR

El rocío cae intermitente sobre el Hombre que va caminando en la oscuridad de la noche... Solo se escuchan las gotas tristes golpeando sobre el pavimento de la calle oscurecida por el abandono, oscurecida por la insensibilidad de la amada que le negó el ingreso a sus aposentos.

Una nube negra se posó sobre Aquel personaje triste y meditabundo que abandonó todo intento por tener amores con su amada. Su corazón acongojado se sentía no solo humillado por el despliegue de palabras insolentes sino también por el dardo que se había clavado en su interior por el rechazo que acaba de sufrir...

El rechazo es el hermano del dolor. El rechazo y el dolor caminan juntos. El uno con el otro. El rechazo nos hunde en el mar embravecido de la soledad, son las olas de ese inmenso mar que nos absorbe y nos hace sentir más solos que la estrella polar que brilla en la noche más oscura.  Dicen que para que una estrella brilla en todo su esplendor tiene que haber oscuridad inmensa. El dolor que viene como consecuencia es como la mandràgora que envenena el alma. Como la cicuta que mata la vida, como la flecha que se inserta en el alma del que sufre esa ingratitud...

La  noche es la amiga del rechazo y del dolor. Todos los que han sido rechazados viven de noche. Aman el día pero prefieren la soledad de la nocturnidad... Prefieren estar solos para no sentirse en soledad. La soledad engulle los sueños. Mata la vida. Mutila los deseos. Anula el carácter y provoca que su víctima deje de ver hacia el horizonte que le depara mejores tiempos... Y sufre en silencio el dolor de quedarse petrificado como una estatua de mármol: frío, indiferente, abstraído, como perdido en medio del gentío que no lo ve a fuerza de verlo...

Así iba Jesús aquella noche. Primero tocó la puerta pero estaba cerrada. El cerrojo que le impedía entrar estaba por dentro. Hay cerrojos que no se abren sino por dentro. Y hay corazones que no se abren si el dueño no lo permite. Como con un susurro que sale de un corazón enamorado, expresó estas tiernas palabras: "Levántate amada mía, hermosa mía, y ven conmigo.  Paloma mía, en las grietas de la peña, en lo secreto de la senda escarpada, déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y precioso tu semblante... Abreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía, pues mi cabeza está empapada de rocío, mis cabellos empapados de la humedad de la noche."

Así es el amor. El amor genuino, ese que no ve obstáculos para buscar al ser amado. El amor sin barreras, ese que no ve montes ni montañas, que es capaz de cruzar el mar más embravecido o las olas más amenazantes. Ese amor que no se entiende ni se puede explicar, a menos que se viva en carne propia. Ese amor que invade todos los sentidos, que anula los pensamientos ya que en el amor no se piensa, se vive, se extasía, se eleva a lo alto de la cumbre del ensueño... Ese amor que no se entiende a menos que se sufra...

Y viene el rechazo. El cansancio del otro. La comodidad es más tibia que los abrazos o los besos del amado... El objeto de ese amor habla... "Me he quitado la ropa, ¿cómo he de vestirme de nuevo? He lavado mis pies, ¿cómo los volveré a ensuciar? Mi amado metió su mano por la abertura de la puerta, y se estremecieron por él mis entrañas" Pero ya era tarde. El Amado se fue. Se refugió en la soledad del tiempo y se escondió en la oscuridad de la noche...

¿Cuántas veces nuestro Amado Jesús habrá tocado la puerta de nuestra vida y no le hemos permitido entrar a consolarnos de nuestro dolor de estar necesitando un abrazo...?

Comentarios

  1. El comentario anterior es de Rocío de Sánchez. Bendiciónes.

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