LA MUJER


La mujer en lucha con las asechanzas del hombre, solo tiene la fuerza de su propia debilidad, pero en lucha con el dolor, tiene ocultos tesoros de fortaleza sorprendente...

El hombre es superior ante los peligros materiales y las luchas físicas, pero la mujer es siempre más valerosa, más fuerte, en las luchas supremas con el infortunio...

En esos instantes solemnes de la vida, en que parecen condensarse todas las nubes del dolor sobre la frente y la ola salobre de la angustia nos golpea el labio y amenaza sumergirnos, cuando el hombre rendido dobla la cabeza, deja caer los brazos y como un náufrago se deja llevar por la corriente, la mujer se yergue, lucha con brío, flota sobre la ola embravecida y gana el puerto, llevando muchas veces hasta él a un ser querido que puede ser un hijo o un compañero...

Y si el amor la inspira... la mujer se agiganta. Cuando una mujer ama, ama de verdad. Cuando se entrega, lo hace sin medida. Cuando una mujer llora lo hace por dos razones: por amor o por despecho. La mujer es la dulzura hecha realidad. La mujer es el sol brillando tímidamente detrás de las nubes. No importa su posición social, cuando llega a casa, la ejecutiva, la directora, la maestra, la política se convierte en lo que es: Mujer. Con m mayúscula. 

Una madre que lucha por su hijo, una esposa que combate por su esposo, una hermana por su hermano, una amiga por su amiga son sublimes y poderosas con su amor...

El sufrimiento las magnifica y el amor las diviniza...

En la mujer hay una virtud: un resplandor secreto que ilumina el alma y un fulgor apacible, que se esparce un torno de los seres que ama.

La virtud es fe y da valor, es esperanza y consuela, es caridad y enjuga el llanto... Por eso las manos femeninas tienen un-no-se-què de maravillosas... Son caricia si se las ama. Son martillo si se les golpea. Sus labios son miel para el alma sedienta pero pueden ser veneno cuando se las humilla...

Cuando Dios decidió crear a la mujer puso en ella todo el universo comprimido en ese corazón que cuando se suelta al amor, se derrama en ternura, calor y protección. No hay tigresa más desafiante sino la mujer cuando defiende su frontera. Como la sunamita del Cantar de los Cantares, cuando cree perdido el amor de su vida, no duda en salir a buscarlo aún en la noche más negra de su vida. Los guardias la golpearon pero ella no abandonó su lucha... "¿Habéis visto a mi amado? preguntó a los guardas de la noche. ¿Y cómo es tu amado? le preguntan... Mi amado es blanco y rubio, señalado entre diez mil..."

Ni la lluvia, ni la negrura de la noche, ni el abandono, ni la enfermedad, ni el dolor, ni el hambre, ni la humillación ante los demás detiene a una mujer cuando ama... Por eso las celebro con este escrito... Porque Dios en el Edén vio que hacía falta la rosa que engalanaría el jardín del hombre...


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