EMAÙS
Las horas de la tarde tienen el encanto de un viejo libro que hemos amado mucho, y que abrimos con manos temblorosas de emoción, deseosos de hallar en él las suaves canciones o las bellas palabras que fueron nuestro encanto de otras veces... Esas viejas palabras que aún resuenan en nuestros oídos y que nos hacen rememorar tiempos hermosos, a veces dolorosos pero siempre tiempos que quedaron grabados en nuestro corazón... Eso son las palabras escritas en esos libros que ahora huelen a pasado, huelen a recuerdos ignotos, huelen a momentos ya idos y que no volverán...
Es hermoso rememorar en la tarde a la luz cambiante y nacarada de esas horas cadentes que parecen hechas de reminiscencias y en el cielo lentamente invadido por las sombras, se oye el vuelo rítmico de nuestras visiones que huyen y la noche engrandeciente cae sobre nosotros como un sudario y nos arropa con todo el esplendor de nuestras miserias agonizantes en el corazón del silencio... Siempre hay un lugar en el corazón a donde pueda crecer la rosa del amor, rosa mística, en cuyo cáliz vibra una música, música arcana, ya muy lejana que se olvida...
...Así era el ambiente que vivían dos hombres que van por el camino recordando a su Maestro. La tristeza, la agonía y la incertidumbre llena sus corazones al recordar sus palabras que destilaban como miel cuando salían del panal de su Boca... Èl les había dicho que siempre estaría con ellos, pero hoy la vida les ha dado un golpe. Hace unas pocas horas fueron testigos de lo que nunca esperaban ver... Como la madre que nunca pensó que el fruto de su vientre iba a estar inerte, sin vida, sin aliento y sin poder arrullarlo entre sus brazos. Como el amante que nunca pensó que su amada se iría a otros lugares y lo iba a abandonar a su suerte, a sus sueños y quimeras... Así estos hombres van por el camino con los ojos tristes, el corazón acongojado y sus almas en un vilo...
Sus esperanzas se esfumaron en aquella horrenda cruz en donde su Maestro colgaba sin vida. El Maestro que había insuflado en ellos la esperanza de vida ahora estaba sin vida. La tarde llenó el ambiente de tinieblas y cuando la oscuridad cayó sobre su tierra ellos dieron media vuelta y se han vuelto a su rutina, a sus vidas sin sabor, sin sueños y sin futuro... Van con la mirada perdida así como han perdido la ensoñaciòn de aquellos días en que lo escuchaban hablar con la dulzura de la alondra que, cuando canta, hace reminiscencias de ternura. "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de Dios... Bienaventurados los que lloran por ellos serán consolados..." habían escuchado decir. Y ellos lo creyeron. Ellos descansaron en esas promesas del Reino que Èl les había prometido. Ellos eran los pobres, los desamparados, los parias del mundo, ellos eran los que lloraban de dolor y abandono y ahora ellos se sentían por Èl también abandonados... La tristeza es la hermana del dolor. El dolor es el hermano del llanto. El llanto es el hermano de la angustia...
De pronto, como salido de ningún lugar, un tercer Hombre se acerca a ellos y empieza a caminar a su lado. Ellos no lo ven. No sienten su Presencia porque sus almas han quedado vacías de emoción... Pero el Tercer Hombre sigue sus pisadas, sigue sus huellas y cautelosamente, como las primeras estrellas del firmamento empiezan a asomar en la cúpula celeste cuando el sol oculta sus rayos, así el Varón que ha aparecido les acompaña sin que ellos se den cuenta. Va observando todo, viviendo la emoción por la emoción que desperatarà en ellos cuando lo descubran. Va viendo el campo y el cielo, como inspirado por la magnificencia de las cosas, engrandecido por ese soplo de soledad que llena el camino y que viene de las montañas lejanas y del cielo inmenso, ese Cielo que lo acaba de ver Volver a la Vida, ese mudo testigo del cumplimiento de la Promesa del Padre, que le dio vida al Hijo para que todos aquellos a quienes Èl visite tengan de esa Vida...
"¿Qué hablan entre ustedes, muchachos? -les pregunta-. Ellos no alzan la vista porque van absortos en sus elucubraciones, pero el Santo Varón que les ha preguntado suelta su Voz emotiva, cálida, voz pasional como la voz de los niños que han despertado a la vida y que parece que tienen una tórtola en su garganta...
...Y sin darse cuenta con Quien están hablando, le cuentan sus tristezas. Le cuentan que su Señor ha muerto, que su Maestro querido los ha dejado solos cuando dijo que nunca lo haría... Y como se despierta de una pesadilla que ha robado el sueño... Ellos se dan cuenta con quien han hablado... ¡Es su Maestro querido! ¡Es el Señor Resucitado! ¡Ha cumplido su Palabra! ¡El Reino de Dios ha llegado a los pobres, a los hambrientos de amor y de pan, a los que lloran para ser consolados!
Jesús ha resucitado... Y el Reino de Dios se ha vuelto a acercar y está entre nosotros... Lo cree, ¿verdad?
Es hermoso rememorar en la tarde a la luz cambiante y nacarada de esas horas cadentes que parecen hechas de reminiscencias y en el cielo lentamente invadido por las sombras, se oye el vuelo rítmico de nuestras visiones que huyen y la noche engrandeciente cae sobre nosotros como un sudario y nos arropa con todo el esplendor de nuestras miserias agonizantes en el corazón del silencio... Siempre hay un lugar en el corazón a donde pueda crecer la rosa del amor, rosa mística, en cuyo cáliz vibra una música, música arcana, ya muy lejana que se olvida...
...Así era el ambiente que vivían dos hombres que van por el camino recordando a su Maestro. La tristeza, la agonía y la incertidumbre llena sus corazones al recordar sus palabras que destilaban como miel cuando salían del panal de su Boca... Èl les había dicho que siempre estaría con ellos, pero hoy la vida les ha dado un golpe. Hace unas pocas horas fueron testigos de lo que nunca esperaban ver... Como la madre que nunca pensó que el fruto de su vientre iba a estar inerte, sin vida, sin aliento y sin poder arrullarlo entre sus brazos. Como el amante que nunca pensó que su amada se iría a otros lugares y lo iba a abandonar a su suerte, a sus sueños y quimeras... Así estos hombres van por el camino con los ojos tristes, el corazón acongojado y sus almas en un vilo...
Sus esperanzas se esfumaron en aquella horrenda cruz en donde su Maestro colgaba sin vida. El Maestro que había insuflado en ellos la esperanza de vida ahora estaba sin vida. La tarde llenó el ambiente de tinieblas y cuando la oscuridad cayó sobre su tierra ellos dieron media vuelta y se han vuelto a su rutina, a sus vidas sin sabor, sin sueños y sin futuro... Van con la mirada perdida así como han perdido la ensoñaciòn de aquellos días en que lo escuchaban hablar con la dulzura de la alondra que, cuando canta, hace reminiscencias de ternura. "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de Dios... Bienaventurados los que lloran por ellos serán consolados..." habían escuchado decir. Y ellos lo creyeron. Ellos descansaron en esas promesas del Reino que Èl les había prometido. Ellos eran los pobres, los desamparados, los parias del mundo, ellos eran los que lloraban de dolor y abandono y ahora ellos se sentían por Èl también abandonados... La tristeza es la hermana del dolor. El dolor es el hermano del llanto. El llanto es el hermano de la angustia...
De pronto, como salido de ningún lugar, un tercer Hombre se acerca a ellos y empieza a caminar a su lado. Ellos no lo ven. No sienten su Presencia porque sus almas han quedado vacías de emoción... Pero el Tercer Hombre sigue sus pisadas, sigue sus huellas y cautelosamente, como las primeras estrellas del firmamento empiezan a asomar en la cúpula celeste cuando el sol oculta sus rayos, así el Varón que ha aparecido les acompaña sin que ellos se den cuenta. Va observando todo, viviendo la emoción por la emoción que desperatarà en ellos cuando lo descubran. Va viendo el campo y el cielo, como inspirado por la magnificencia de las cosas, engrandecido por ese soplo de soledad que llena el camino y que viene de las montañas lejanas y del cielo inmenso, ese Cielo que lo acaba de ver Volver a la Vida, ese mudo testigo del cumplimiento de la Promesa del Padre, que le dio vida al Hijo para que todos aquellos a quienes Èl visite tengan de esa Vida...
"¿Qué hablan entre ustedes, muchachos? -les pregunta-. Ellos no alzan la vista porque van absortos en sus elucubraciones, pero el Santo Varón que les ha preguntado suelta su Voz emotiva, cálida, voz pasional como la voz de los niños que han despertado a la vida y que parece que tienen una tórtola en su garganta...
...Y sin darse cuenta con Quien están hablando, le cuentan sus tristezas. Le cuentan que su Señor ha muerto, que su Maestro querido los ha dejado solos cuando dijo que nunca lo haría... Y como se despierta de una pesadilla que ha robado el sueño... Ellos se dan cuenta con quien han hablado... ¡Es su Maestro querido! ¡Es el Señor Resucitado! ¡Ha cumplido su Palabra! ¡El Reino de Dios ha llegado a los pobres, a los hambrientos de amor y de pan, a los que lloran para ser consolados!
Jesús ha resucitado... Y el Reino de Dios se ha vuelto a acercar y está entre nosotros... Lo cree, ¿verdad?
Comentarios
Publicar un comentario