¡ENTRA, MI AMADA...!

¡Entra, mi amada! el ambiente está callado, cubre con tu manto color de duelo tu virginal semblante, que así parecerás ante tu Amado, como una estrella en enlutado cielo...!

¡Entra! y lleva solitaria mis plegarias ante el Trono de la Gracia, a Jesucristo donde sentado entre sus querubines recibe todo el incienso quemado en el altar de mi corazón cada mañana...

¡Entra, mi amada! y lleva entre tus brazos la torcaz de mis lágrimas y ruega por mis tristezas. Lleva mi clamor y presenta mi humillación ante el Trono de la Gracia para que de allí venga mi socorro...

¡Entra, mi amada! el ambiente está callado... Y dile que en las tinieblas en que lucho, no hay más luz que sus Ojos, que no hay más sonido que Su voz, que no hay más perfume que su Presencia...

Así le rogué esta madrugada en lo íntimo de mi corazón a la Oración... Esa compañera mía desde hace muchos años y quien es el canal para enviar mis peticiones al Señor cada día...

¡Cómo me duele, dijo el hijo pródigo, cómo me duele pecar contra el Cielo y contra Ti! Y es lo que le digo al Padre cada vez que me presento ante Èl... Cómo me duele, Señor, no poder ser lo que Tù esperas de mi. Y no me queda más remedio que identificarme con Saulo y exclamar junto con él: ¡Miserable, hombre de mi! Porque lo que no quiero hacer eso es lo que hago... Porque en mis momentos de oración aparecen ante mi, los recuerdos de esos actos que me alejan de mi Dios, esas sombras negras y de dolor, esas como Esfinges que con sus miradas frías y lejanas aún miran dentro de mi ser la abominable conducta de pasados tiempos, tiempos que dejaron desolación que trato de poner a los Pies de mi Señor y Dios para que sean engullidos en el Mar de la Misericordia, recuerdos que pido al Cielo sean borrados por el inconmensurable amor de Jesús.

Aunque el fantasma del pasado amenaza con hacerme sentir acusado ya que está pronto a herir con su dedo acusador, ese dedo que amenaza con dejar en mi vida un recuerdo de fatalidad, fulminando mi fe con sueños de fracaso, con sueños inéditos de dolor y amargura...

Pero me basta con tu amor, Señor. Tu amor que es inacabable... Tu amor que cada día, como el botón de la flor en nuestra ventana está a punto de empezar a dar su color y su perfume a quien quiera respirarlo... Yo lo quiero, Señor. Yo necesito ese perfume que emana de tu presencia, que exhala de tu aliento para darme la vida, la esperanza, los sueños y las ilusiones...

Hoy es un nuevo amanecer. Y creo con todo mi corazón junto con aquellos que me leen que también habrán encontrado muchos y muchos motivos para darte gracias. Para decirle a su mensajera de paz, a su mensajera de ilusiones que lleve sus peticiones ante los Pies del tres veces Santo...

Por eso mi corazón se abre como los pétalos de las rosas para darle a mi Rey toda la confesión de mis sentimientos. Para brindarle todo el Honor que Èl se merece y que todo el mundo angelical sepa que estoy en paz... rodeado de esa Paz que emana del Trono de la Bendición...

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