LOS APLAUSOS
Hay personas que viven y se alimentan de lo que dicen los demás. De lo que dicen de ellos...
Leí en alguna parte una entrevista que le hicieron a una cantante mexicana que se convirtió al Señor. Empezó a interpretar coritos en las iglesias y le llegaron muchas invitaciones a ministrar en algunas congregaciones. Aquí en El Salvador estuvo en varias de ellas y fue muy admirada...
Hasta que...
Un día apareció en un programa de TV comercial de cantantes del mundo. La persona que había dicho que se había convertido a Cristo apareció con un corte de pelo estrambótico, teñido con dos colores diferentes y vestida de una forma altamente provocativa. Cuando le preguntaron qué había pasado con su confesión religiosa de días anteriores, me sorprendió su respuesta...
"No puedo vivir sin el aplauso de "mi" gente". Necesito el "calor" de mis oyentes y por eso volví a los escenarios...
Fue el final de una historia que pudo haber sido hermosa.
Ella, como muchos cristianos, no pueden vivir sus vidas al amparo del Espíritu Santo. Necesitan apoyarse en lo que otros digan o hagan con ellos. Aplausos, chiflidos de admiración, palabras de afirmación con tintes sexuales, coqueteos con sus compañeros de función y otras cosas...
Tristemente en la iglesia hay personas que también se alimentan de lo que otros dicen de ellos: Si les saludan y les dan una buena bienvenida, si les abrazan cuando los ven, si les ofrecen un café, si les aplauden sus bromas, si les preguntan cómo les va... Todo eso les alimenta el ego. Viven de eso. Cristo no es suficiente para llenar sus necesidades por eso viven de apariencias. Si, de apariencias porque para poder tener el aplauso no del cielo sino de la gente, se obligan a vivir vidas plásticas, como los artistas, mostrando siempre su mejor ángulo y su mejor perfil.
Y, claro, eso cansa. No ser original agota. Hay que vivir en el filo de la navaja siempre para evitar que vean los pies de barro. Para que siempre haya admiración y palmadas en la espalda hay que complacer a los que felicitan siempre.
Jesús no nos enseño eso. Al contrario. Èl dijo que si éramos como él, el mundo nos aborrecería porque lo aborrecieron a él. El fue el leño verde que destruyeron físicamente y nosotros somos el leño seco que también seremos atacados con el hacha de la lengua, del insulto y el ultraje... No hemos heredado de Jesús aplausos ni felicitaciones. Al contrario, hemos heredado su sufrimiento. Caerle mal al mundo es el sello distintivo de un verdadero cristiano...
Eso fue lo que definió a la cantante de música "popular". No soportó que en la iglesia no se le aplaudiera, chiflara de admiración, admirara sus piernas ni su peinado. Y tuvo que regresar a donde le brindaban eso. Al mundo. Gloria al Señor que la Biblia ya nos lo advirtió: Si nos hacemos amigos del mundo nos hacemos enemigos de Dios... Y eso incluye las reuniones familiares...
Leí en alguna parte una entrevista que le hicieron a una cantante mexicana que se convirtió al Señor. Empezó a interpretar coritos en las iglesias y le llegaron muchas invitaciones a ministrar en algunas congregaciones. Aquí en El Salvador estuvo en varias de ellas y fue muy admirada...
Hasta que...
Un día apareció en un programa de TV comercial de cantantes del mundo. La persona que había dicho que se había convertido a Cristo apareció con un corte de pelo estrambótico, teñido con dos colores diferentes y vestida de una forma altamente provocativa. Cuando le preguntaron qué había pasado con su confesión religiosa de días anteriores, me sorprendió su respuesta...
"No puedo vivir sin el aplauso de "mi" gente". Necesito el "calor" de mis oyentes y por eso volví a los escenarios...
Fue el final de una historia que pudo haber sido hermosa.
Ella, como muchos cristianos, no pueden vivir sus vidas al amparo del Espíritu Santo. Necesitan apoyarse en lo que otros digan o hagan con ellos. Aplausos, chiflidos de admiración, palabras de afirmación con tintes sexuales, coqueteos con sus compañeros de función y otras cosas...
Tristemente en la iglesia hay personas que también se alimentan de lo que otros dicen de ellos: Si les saludan y les dan una buena bienvenida, si les abrazan cuando los ven, si les ofrecen un café, si les aplauden sus bromas, si les preguntan cómo les va... Todo eso les alimenta el ego. Viven de eso. Cristo no es suficiente para llenar sus necesidades por eso viven de apariencias. Si, de apariencias porque para poder tener el aplauso no del cielo sino de la gente, se obligan a vivir vidas plásticas, como los artistas, mostrando siempre su mejor ángulo y su mejor perfil.
Y, claro, eso cansa. No ser original agota. Hay que vivir en el filo de la navaja siempre para evitar que vean los pies de barro. Para que siempre haya admiración y palmadas en la espalda hay que complacer a los que felicitan siempre.
Jesús no nos enseño eso. Al contrario. Èl dijo que si éramos como él, el mundo nos aborrecería porque lo aborrecieron a él. El fue el leño verde que destruyeron físicamente y nosotros somos el leño seco que también seremos atacados con el hacha de la lengua, del insulto y el ultraje... No hemos heredado de Jesús aplausos ni felicitaciones. Al contrario, hemos heredado su sufrimiento. Caerle mal al mundo es el sello distintivo de un verdadero cristiano...
Eso fue lo que definió a la cantante de música "popular". No soportó que en la iglesia no se le aplaudiera, chiflara de admiración, admirara sus piernas ni su peinado. Y tuvo que regresar a donde le brindaban eso. Al mundo. Gloria al Señor que la Biblia ya nos lo advirtió: Si nos hacemos amigos del mundo nos hacemos enemigos de Dios... Y eso incluye las reuniones familiares...
Comentarios
Publicar un comentario