LO QUE CUESTA...
Una gran mayoría de los hombres y mujeres que usted ve en las calles caminando con la mirada perdida, o en los restaurantes comiendo a solas sin un acompañante con quien compartir un café o un bocado de pan, son seres no solitarios sino que decidieron vivir sus vidas en soledad...
En un tiempo fueron gregarios. Seguramente tuvieron una pareja a su lado pero no lograron mantener su relación. Algo se atravesó en el camino y se rompió no el hechizo, porque el amor no es hechizo sino una decisión. Eso ya lo sabemos de sobra. Se decide amar así como se decide odiar. O se decide olvidar. Nadie nos puede obligar a llevar una carga sobre nuestros hombros por muy liviana que sea. Cada quien decide dejar esa carga en alguna esquina de la vida y caminar con los hombros erguidos y la vista puesta en el futuro.
Especialmente con Jesús como Señor de su vida...
Pues bien, retomando el curso de mi introducción, me pregunto: ¿Que le ha sucedido a esas personas que vemos en la calle o restaurantes con la vista y las esperanzas nubladas? ¿Qué fue tan fuerte como para romper un vínculo que empezó siendo fuerte y con el tiempo se disolvió? (No olvide esta palabra que serà tema para otro artículo... se lo recomiendo).
Veamos esto: ¿Por qué es que amamos o queremos las cosas que nos cuestan dinero? Es un hecho que cuanto más invertimos en alguna cosa mayor serà el amor que le tenemos. Por ejemplo: Si usted compra una casa y le invierte mucho dinero en arreglarla, ponerla presentable, hacer de esas paredes un verdadero hogar en donde se respire un ambiente de descanso, sobriedad y paz, le aseguro que usted llegará a amar esa casa. La cuidará hasta lo sumo para no dañar sus paredes, cuidará con esmero su jardín porque cada rosa, cada flor y cada arbusto le han costado dinero... Y el dinero se cuida.
¿Qué tal si ponemos ese ejemplo en nuestro matrimonio? Darle forma al matrimonio o sea construìrlo lleva no solo mucho tiempo, esfuerzo, y lágrimas pero también mucho dinero. Porque no lo podemos negar: El dinero juega un papel muy importante en nuestras vidas. Ya lo dice la Biblia: "El dinero sirve para todo" y no estoy hablando de comprar el matrimonio ni la felicidad ni el gozo, estoy hablando de lo que se invierte en la vida del otro. Si sumáramos el valor de los regalos que le hemos dado a nuestro cónyuge durante diez años, si le sumáramos todo lo que hemos invertido en mantener nuestra relación eso nos tendría que provocar que amáramos mucho nuestra inversión....
Por favor, no me malinterprete. No estoy siendo materialista, solo práctico. Si realmente fuéramos sabios como para saber cuanto nos cuesta mantener viva nuestra relación matrimonial no habría divorcios ni abandonos ni cansancio... Por el solo hecho de cuidar nuestra "inversión".
¿Acaso no es lo que dice Dios sobre nosotros? Somos carísimos desde el momento que se pagó un precio muy elevado por nosotros. Valemos la Sangre de Cristo y Dios cuidará su inversión a toda costa. "Padre, de los que me diste, ninguno se perdió..." dijo Jesús. Sin embargo, para nosotros que no conocemos el valor de las cosas no apreciamos lo que se invierte en una pareja durante toda la vida de casados. Amor, cuidados, lágrimas, soledad, cóleras, enojos, perdones y muchas cosas más. Esa persona, objeto de tanta inversión, a la larga sale caro... hay que cuidarlo entonces...
Es lo que una madre le dice a su hijo rebelde: "Me costaste el dolor de un parto como para dejarte así..." ¿En cuanto valora entonces usted a su cónyuge? ¿Serà usted capaz después de tantos años de inversión costosa dar la vuelta e irse a otros brazos...?
En un tiempo fueron gregarios. Seguramente tuvieron una pareja a su lado pero no lograron mantener su relación. Algo se atravesó en el camino y se rompió no el hechizo, porque el amor no es hechizo sino una decisión. Eso ya lo sabemos de sobra. Se decide amar así como se decide odiar. O se decide olvidar. Nadie nos puede obligar a llevar una carga sobre nuestros hombros por muy liviana que sea. Cada quien decide dejar esa carga en alguna esquina de la vida y caminar con los hombros erguidos y la vista puesta en el futuro.
Especialmente con Jesús como Señor de su vida...
Pues bien, retomando el curso de mi introducción, me pregunto: ¿Que le ha sucedido a esas personas que vemos en la calle o restaurantes con la vista y las esperanzas nubladas? ¿Qué fue tan fuerte como para romper un vínculo que empezó siendo fuerte y con el tiempo se disolvió? (No olvide esta palabra que serà tema para otro artículo... se lo recomiendo).
Veamos esto: ¿Por qué es que amamos o queremos las cosas que nos cuestan dinero? Es un hecho que cuanto más invertimos en alguna cosa mayor serà el amor que le tenemos. Por ejemplo: Si usted compra una casa y le invierte mucho dinero en arreglarla, ponerla presentable, hacer de esas paredes un verdadero hogar en donde se respire un ambiente de descanso, sobriedad y paz, le aseguro que usted llegará a amar esa casa. La cuidará hasta lo sumo para no dañar sus paredes, cuidará con esmero su jardín porque cada rosa, cada flor y cada arbusto le han costado dinero... Y el dinero se cuida.
¿Qué tal si ponemos ese ejemplo en nuestro matrimonio? Darle forma al matrimonio o sea construìrlo lleva no solo mucho tiempo, esfuerzo, y lágrimas pero también mucho dinero. Porque no lo podemos negar: El dinero juega un papel muy importante en nuestras vidas. Ya lo dice la Biblia: "El dinero sirve para todo" y no estoy hablando de comprar el matrimonio ni la felicidad ni el gozo, estoy hablando de lo que se invierte en la vida del otro. Si sumáramos el valor de los regalos que le hemos dado a nuestro cónyuge durante diez años, si le sumáramos todo lo que hemos invertido en mantener nuestra relación eso nos tendría que provocar que amáramos mucho nuestra inversión....
Por favor, no me malinterprete. No estoy siendo materialista, solo práctico. Si realmente fuéramos sabios como para saber cuanto nos cuesta mantener viva nuestra relación matrimonial no habría divorcios ni abandonos ni cansancio... Por el solo hecho de cuidar nuestra "inversión".
¿Acaso no es lo que dice Dios sobre nosotros? Somos carísimos desde el momento que se pagó un precio muy elevado por nosotros. Valemos la Sangre de Cristo y Dios cuidará su inversión a toda costa. "Padre, de los que me diste, ninguno se perdió..." dijo Jesús. Sin embargo, para nosotros que no conocemos el valor de las cosas no apreciamos lo que se invierte en una pareja durante toda la vida de casados. Amor, cuidados, lágrimas, soledad, cóleras, enojos, perdones y muchas cosas más. Esa persona, objeto de tanta inversión, a la larga sale caro... hay que cuidarlo entonces...
Es lo que una madre le dice a su hijo rebelde: "Me costaste el dolor de un parto como para dejarte así..." ¿En cuanto valora entonces usted a su cónyuge? ¿Serà usted capaz después de tantos años de inversión costosa dar la vuelta e irse a otros brazos...?
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