LAS DISTANCIAS...

"-Debes mantener tu distancia-", era la frase que escuchaba seguido en mi casa desde pequeño...

Como hijo de un militar ese consejo me ayudaba a ser respetuoso en las reuniones de la casa cuando llegaban invitados. Bastaba una sola mirada de mi papá para saber que era momento de salir discretamente por algún rincón de la puerta y dejar que los adultos platicaran con los adultos.

No importaba si eran mis tíos o parientes. Si eran adultos, mis hermanos y yo no teníamos nada que hacer en esa sala. Hasta que nos llamaran para despedirlos.  Por lo demás, teníamos que "guardar la distancia..."

No entendí claramente esa frase hasta que fui adolescente. Cuando de mi subconsciente brotaba cada vez que alguien llegaba a visitar a mi mamá. Inmediatamente, después de abrir la puerta y dejar entrar a sus visitas, yo le anunciaba a mi mamá: "Mama... ¡buscan...! Y luego me iba a mi cuarto repitiendo aquel gesto que me enseñaron desde mi niñez...

El problema no lo descubrí hasta que estuve casado. Y ahora que soy pastor también sigo "respetando las distancias..."

Cuando alguien llega a visitar a mi esposa me vuelvo aquel niño que sacaban de la sala hasta que las visitas se fueran. Hoy eso es un hábito en mi conducta. Aún en la iglesia, cuando en nuestra oficina que compartimos con mi esposa y alguien entra a hablar con ella, mi primer impulso es salir y dejarlas solas. Claro, es signo de buena educación, pero ya en mi casa eso se convierte en un pequeño estorbo...

Parece que soy huraño. No puedo participar en las conversaciones ajenas. Cuando en mi congregación hay un par de hermanos platicando me cuesta agregarme a ellos y participar de su plática... Y eso me convierte ¡otra vez! en un pastor huraño... Quizá hasta antisocial...

Hay cosas que quedan grabadas en nuestro interior cuando a fuerza de repetirlas una y otra vez se convierten en hábitos. Hay unos que son buenos. Pero otros se convierten en problemas de conductas erráticas y molestas...

Esto nos enseña que antes de juzgar a alguien debemos conocer sus raíces. ¿Por qué actúa como lo hace? ¿Qué paradigmas tuvo en su niñez? ¿Qué problemas le causaron sus comportamientos y quedaron tatuadas en su corazón las consecuencias?  ¿Por qué le costará tanto relacionarse con otras personas? Son preguntas que muchas veces no podremos responder pero que nos pueden ayudar a comprender a los demás. Nos ayudarán a justificar sus hechos...

Celos, inseguridades, malos hábitos, malas conductas y otras cosas tienen su explicación en la mayoría de los casos... quizá si supiéramos que fueron enseñados "a guardar las distancias..." hoy no nos asombraría encontrar personas a quienes les cuesta ser sociables... aunque parezcan, como en mi caso, que son personas extrovertidas y ampliamente sociales...


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