EL SEÑOR QUE BARRE...

¡Qué tal, pastor Berges! -me saludó un caballero con una escoba en la mano-...

Yo había sido invitado a la Delegación de la PNC en Soyapango a dar una prédica por el aniversario de su grupo de oración... Estaba sentado tomàndome un café en una de las bancas de la cafetería mientras empezaba la actividad. Y se me acercó el hombre con su instrumento de limpieza y una pala para recoger la basura...

¿Se acuerda de mi? -me preguntó- y se quedó sonriendo esperando mi respuesta... "No", le dije, lamentablemente no me recuerdo de usted...

Yo pasé un día frente al edificio donde usted pastorea su congregación y era medio día. Yo andaba drogado y ebrio por el vicio que me estaba destruyendo. Ustedes estaban en ese momento tomando un almuerzo todos juntos, vi una gran cantidad de gente sentada en las sillas y en sus mesas había varios platos de comida... Yo tenía tres días de no comer nada y cuando pasé frente a la Iglesia donde usted predica me quedé parado en la puerta disfrutando con mi vista aquellos platos de comida que se me antojaban ardientemente... Nadie me hizo caso ni tuvieron la intención de echarme de allí... De repente usted se acercó a mí y me preguntó: ¿Ya comió? Yo le respondí con palabras balbuceantes por la droga y el alcohol que no. ¿Tiene hambre? fue su segunda pregunta... Yo apestaba a mugre, suciedad y droga... sin embargo, usted, a pesar de mi estado me invitó a sentarme en una de las sillas y le dijo a una de las servidoras "sìrvanle su almuerzo..." ¡Tres días sin comer, sin bañarme, sin estar lúcido y usted me invitó a sentarme con su gente tan pulcra y amable...!

Un diácono se me acercó y me presentó a Jesús. Yo ya lo había aceptado hacía tiempo pero me había apartado del Camino. Entonces el hombre de Dios me llevó a la reconciliación e hice mi oración, no sé si por hambre o por convicción, pero la hice...

Ya no nos vimos con usted. Terminé mi almuerzo y me alejé con una sensación de paz y tranquilidad. El acto que usted hizo por mí quedó grabado en mi mente todo ese día. Fue inolvidable e impactò mi corazón...

Semanas después caì preso en esta delegación por una falta profesional... "¿Profesional?" -le pregunté yo-. Si, profesional. Soy médico veterinario y luego de aquella experiencia me prometí no volver a drogarme ni emborracharme. Una persona muy importante me pidió que castrara a su perro de raza. Pero el relente de la droga me afectó y se me pasó la mano con la anestesia y el perro murió. Se quejaron a la policía y me detuvieron y me encerraron aquí...

Hablé con el Jefe (Comisionado Aguilar) y me permitió hacerme cargo de hacer la limpieza de este lugar mientras cumplo mi condena... Así que aquí estoy. Barriendo todos los días. Cuando lo vi recordé aquel episodio del almuerzo y por eso estoy dandole las gracias por no haberme despreciado aquel día...

Empezaba el servicio y nos despedimos con un fuerte apretón de manos... ¡Qué pequeño es el mundo! pensé. Quien se va a imaginar que un Doctor Veterinario está barriendo los patios y edificios de una prisión... Pero en sus ojos se notaba la paz y la alegría de estar sano y sirviendo...

 "La gente dice que soy el "barrendero". Yo digo que soy el Dr. fulano de tal..." -Fue su despedida-

Recordé la pregunta que hizo Jesús a sus discípulos...

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