DISOLVER... Están equivocados, señores jueces...

Claro, no pretendo hacerme creer que algún juez de nuestro país leerá mi blog. Pero en literatura hay un punto que se llama: "Permiso literario". El permiso literario nos permite plasmar una idea abstracta que contenga una verdad inherente. Por eso me refiero a los jueces pero en realidad estoy escribiendo para quienes juzgan el matrimonio como algo puramente social...

Cuando la verdad es que el matrimonio es sumamente espiritual... con un poco de social.

Si usted lee la Biblia, y doy por sentado que es así, debe saber que el matrimonio terrenal es una figura del matrimonio de Jesús con su Iglesia. La Iglesia es la Esposa del Cordero. Ese matrimonio se completará en los tiempos finales. Mientras tanto, el Novio está preparando un lugar para su Esposa junto a su Padre. Eso dice Jesús y yo lo creo. El Novio pagó un precio por su amada y muy pronto regresará por ella. La unión costó sangre y esa sangre fue derramada en la Cruz del Calvario.

Bajo esa perspectiva, el matrimonio del Señor con su Iglesia es indisoluble. No se puede disolver.

De esa misma forma, cuando dos personas contraen matrimonio, ese matrimonio es también indisoluble. Nada lo puede separar. Eso fue lo que dijo el Maestro: "Lo que Dios unió no lo separe el hombre".

Entonces: ¿Quién le ha dado autoridad a los hombres para que "disuelvan" el vínculo matrimonial? Es claro que a causa del pecado, el hombre ha pervertido la relación con la mujer, pero eso no debe ser así. Cuando nos casamos, entramos en una relación de pacto. Hacemos, el hombre y la mujer, un pacto de amarnos hasta que la muerte nos separe. Pero no siempre funciona así.

Nos separa el dinero, los hijos, la enfermedad, la vejez, los celos, la gordura, la caída del pelo, los huevos revueltos y el café quemado... Todo eso "disuelve" el matrimonio. De manera que cuando van al juez a que dicte sentencia... ya todo está arreglado de antemano. No hay vuelta atrás...

Resulta entonces que quien disolvió la relación no fue el abogado. Fueron los cónyuges que no supieron el valor espiritual de haber hecho un pacto. Y de allí a que los hijos se conviertan en delincuentes solo hay un pequeño paso... Ellos pagan las consecuencias.

El matrimonio, mis queridos lectores, como escribí en mi artículo anterior, es carísimo. Cuesta mucho. Y a mayor valor debiera despertar más amor. Pero tristemente aun en la iglesia estamos observando ese fenómeno en el cual hoy por hoy ya no se valora el matrimonio como la unión espiritual y física entre dos personas...

El matrimonio ha perdido valor. Quizá por eso hay tantas mujercitas que prefieren cambiarse de sexo porque para ellas es mejor ser hombre que mujer. Y los hombres a la inversa. Siempre me pregunto: Cuando mis nietas quieran casarse... ¿habrán hombres todavía? ¡Qué espanto...!

Hagamos sindèresis. Volvamos a la Verdad. Ya no somos dos sino una sola carne. "Disolvamos" mi cuerpo físico y tendrán que mutilarme la mitad. Serà imposible que mi cuerpo pueda seguir con vida... El problema es que en el matrimonio no se trata solo de un "cuerpo humano" sino de un cuerpo compuesto por hijos, padres, madres, y familiares... Todos quedarán mutilados a causa de un par de sujetos que no supieron el verdadero significado de "disolver...".

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