LOS MARATONISTAS...

Esta mañana, cuando salimos a caminar con mi esposa, fuimos platicando sobre algunas cosas...

Entre ellas, salieron a colaciòn algunas experiencias que hemos tenido, y seguimos teniendo con respecto a los maratonistas...

"Fìjate -me dijo-,  cuando vemos a los corredores de la maratòn de Nueva York o Boston, cuando van en su carrera, hay gente que se ha levantado temprano, han preparado bolsas de agua, las han puesto a enfriar con hielo para tenerlas listas cuando los corredores pasan. Estos las toman de las manos desconocidas que han hecho el esfuerzo para mantenerlas listas cuando ellos pasan...

Los corredores las toman y siguen su camino, se toman un par de tragos para refrescarse y el resto a veces se la hechan sobre la cabeza, tiran la bolsa y siguen su camino...

¿Regresa uno de ellos a dar gracias al desconocido que le refrescò el cuerpo al momento de darle la bolsa con agua? Difìcilmente. Nunca se ha visto a ningùn corredor regresar y buscar al donante que le brindò un momento de frescura. El corredor sencillamente creyò que se merecìa la bolsa de agua porque sì, porque es un corredor en busca de fama y gloria y cree que merece que otro madrugue y preparare bolsas y hielo para èl...

Hoy, me dijo, tambièn encontramos en nuestro camino a corredores de la vida que pasan frente a nuestras vidas, les brindamos una bolsa de ayuda, una bolsa de bendiciòn, les brindamos un poco de agua fresca para que su alma sedienta de amor, ternura y respeto se sacie... pero difìcilmente regresan para dar gracias..."

Y eso es cierto, pensè en ese momento. Son los corredores que se dan por bien servidos. Ellos siguen su carrera buscando su momento de gloria, buscando sus metas, buscando como llegar frescos a su destino sin regresar a buscar aquella mano que les tendiò una ayuda en el momento màs caliente de su carrera...

Son los maratonistas que encontramos en nuestro diario caminar.

Y me pregunto: ¿Què pensarà Jesùs de todo esto? Y no me queda otro pensamiento màs que volver a la triste pregunta que hizo Èl en aquel memorable momento: "¿No fueron diez los leprosos que sanè? Dònde estàn los otros nueve...?"

Oro al Señor que usted que me lee no sea de los nueve. Si en su carrera por la vida encontrò una mano desconocida o conocida y recibiò una bolsa con agua fresca para darle aliento, cuando llegue a su meta serà muy hermoso que regrese y busque a aquel anodino que le brindò en su momento màs difìcil aquella bolsa llena de amor, llena de ternura y por què no, llena de agua, de Palabra de Vida que le refrescò su camino y por eso logrò llegar a la lìnea de meta... Comparta entonces su triunfo con Aquel que vino desde el Cielo para ponerse a la orilla de su vida y brindarle ànimos para que no se quedara frustrado a media carrera...

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