¿QUÈ HUBIÈRAMOS HECHO NOSOTROS...?

Si hubieramos sido nosotros los que estarìamos en el Huerto la fatìdica noche en que tomaron prisionero a Jesùs... ¿què hubièramos hecho en el caso de Malco?

La historia de Malco es muy interesante porque reùne varios matices que nos ponen, o nos debieran poner en què pensar con respecto a la Misericordia.

Hay que ser como Jesùs para tomarnos el tiempo de dejar arreglados todos los asuntos antes de terminar nuestra labor, nuestros dìas o sencillamente nuestro trabajo...

Solo una milla màs. Solo un dòlar màs. Solo un pan màs. Solo un beso màs. Solo un abrazo màs...

Pedro, como ya vimos en mi artìculo anterior, por querer defender a su Maestro, desenvainò su espada y le cercenò la oreja a Malco. En la trifulca, indudablemente Malco solo siente que algo caliente le llena la cara. Es su sangre manando de la herida. La oreja no fue cortada en un pedacito como un corte cuando el hombre se rasura. No. Segùn los hirtoriadores el corte fue total. Toda la oreja. De manera que la sangre està brotando a borbollones manchàndole no solo la ropa sino tambièn el orgullo...

Los soldados han tomado prisionero a Jesùs y seguramente le han atado las manos para llevarlo a ser juzgado.

Pero sucede algo imprevisto. Jesùs nota la herida que Pedro provocò en el siervo del Sumo Sacerdote.  Hay dos alternativas... Y Jesùs tiene que tomar una decisión...

Èl ya està hecho prisionero y no tiene nada màs que hacer que dejarse llevar por sus captores. Si Malco tiene un problema allà èl que lo arrregle como pueda. Que vaya a un cirujano para que le cosa la herida y quede marcado para siempre sin su oreja que està tirada en la tierra. Al fin y al cabo, Jesùs ya està en poder de los soldados. Ya no tiene opciòn de hacer su Voluntad. Ahora es la voluntad del que gobierna la tierra, del prìncipe de las tinieblas. Asì que Jesùs seguramente se le queda viendo a Malco y el destrozo que Pedro provocò en su cabeza y toma una decisión...

Se separa por un instante de los soldados, se agacha para tomar la oreja cortada, se acerca misericordiosamente a su captor, como puede le toma la cabeza con una mano mientras con la otra le pega la oreja en su lugar y seguramente hace una oración a favor de su enemigo...

Y hace su ùltimo milagro mientras estuvo caminando...

Jesùs no podìa abandonar este mundo sin haber concluìdo su trabajo. Si Èl era el Sanador por excelencia, este era el momento de demostrarlo. No importaba la situaciòn. No importaba el momento. No importaba de quien se trata... Lo que sì importò fue cumplir la Voluntad del Padre... Èl vino a sanar a los heridos. Y aquì hay uno. Hay que sanarlo. No importa de quien se trate...

¿Què hubièramos hecho nosotros...?

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