¡DIGANME ALGO...!
Todos la vimos en la televisiòn. En todos los noticiarios saliò esta exclamación de una madre china pidiendo saber noticias sobre su hijo que viajaba en el avión de Malasia Airlines hace ya varias semanas y del que no se sabe nada...
Incluso los periodistas se han quedado asombrados de la exclamación de la mujer desesperada por saber què sucediò a su pariente. La incògnita es màs dura que la verdad. No saber la verdad de lo sucedido provoca màs dolor que la incertidumbre de saber què pasò en ese fatídico vuelo...
Y no es la ùnica.
En muchas camas de hospital estàn en este mismo momento cientos de personas conectadas a un tubo, a un respirador artificial, atadas con correas a una cama para evitar que se lastimen cuando les viene un espasmo... Son personas desesperadas que quizà muchos de ellos no terminen el dìa o pasen la noche.
Y sus familiares dicen la misma frase, solo que en español: "¡Dìgame algo, doctor!" "Necesitamos saber a què atenernos. ¿Arreglamos el féretro? ¿Arreglamos los papeles? ¿Avisamos a la familia que està lejos de casa y de nuestro enfermo...?"
Es una pregunta dolorosa. Incomprensible para los que estamos sanos. Para los que no estamos pasando por un momento de inseguridad, un momento de dolor, un momento de divorcio, un momento de desahucio, un embargo del sueldo para cancelar deudas cuantiosas o de pèrdida de un hijo debido a que la clica se lo llevò a saber dònde.
Esa misma pregunta se està haciendo a la orilla de un agujero que està a punto de recibir un féretro con los restos del padre o de la madre que abandonò este mundo y nunca quiso aceptar a Jesùs como su Señor y Salvador. O quizà los restos de un hijo que amaneciò embolsado en una banqueta del barrio. O la pequeña estudiante que saliò a la escuela y no regreso a casa hace cuatro o cinco noches... Nunca quisieron ir a la Iglesia. Nunca aceptaron la invitaciòn a asistir a la reuniòn de jòvenes ni al culto del domingo... y ahora pasò lo que pasò... ¿A donde van lo que mueren sin Cristo? ¿Habrà alguna esperanza de encontrarnos con mi muerto en el cielo, pastor? ¡Dìgame algo!...
Algo que me consuele. Algo que me llene el corazòn de esperanza. Algo que me de tranquilidad. Algo que me haga sentir bien el resto de mi existencia...
Y la madre china se ha quedado sin respuesta... ¿Què se le puede decir a alguien sin uno mismo no tiene la respuesta?
Por eso es tan necesario buscarla en la Biblia, mis queridos lectores. ¿Quiere que le digan algo? La Biblia tiene la respuesta. Solo en ella encontraremos lo que necesitamos saber. ¿A donde van los muertos que no aceptaron a Jesùs? La Biblia lo dice. ¿A donde van los niños que acaban de nacer y acaban de morir? La Biblia lo dice. ¿Quièn es la Verdad? La Biblia lo dice...
Aunque nos llamen místicos, mojigatos o lo que quieran, pero los que leemos la Biblia y creemos en lo que ella dice, tenemos las respuestas a todas esas preguntas.
Yo le invito a buscar en ella què hacer cuando las cosas se ponen feas para usted...
Incluso los periodistas se han quedado asombrados de la exclamación de la mujer desesperada por saber què sucediò a su pariente. La incògnita es màs dura que la verdad. No saber la verdad de lo sucedido provoca màs dolor que la incertidumbre de saber què pasò en ese fatídico vuelo...
Y no es la ùnica.
En muchas camas de hospital estàn en este mismo momento cientos de personas conectadas a un tubo, a un respirador artificial, atadas con correas a una cama para evitar que se lastimen cuando les viene un espasmo... Son personas desesperadas que quizà muchos de ellos no terminen el dìa o pasen la noche.
Y sus familiares dicen la misma frase, solo que en español: "¡Dìgame algo, doctor!" "Necesitamos saber a què atenernos. ¿Arreglamos el féretro? ¿Arreglamos los papeles? ¿Avisamos a la familia que està lejos de casa y de nuestro enfermo...?"
Es una pregunta dolorosa. Incomprensible para los que estamos sanos. Para los que no estamos pasando por un momento de inseguridad, un momento de dolor, un momento de divorcio, un momento de desahucio, un embargo del sueldo para cancelar deudas cuantiosas o de pèrdida de un hijo debido a que la clica se lo llevò a saber dònde.
Esa misma pregunta se està haciendo a la orilla de un agujero que està a punto de recibir un féretro con los restos del padre o de la madre que abandonò este mundo y nunca quiso aceptar a Jesùs como su Señor y Salvador. O quizà los restos de un hijo que amaneciò embolsado en una banqueta del barrio. O la pequeña estudiante que saliò a la escuela y no regreso a casa hace cuatro o cinco noches... Nunca quisieron ir a la Iglesia. Nunca aceptaron la invitaciòn a asistir a la reuniòn de jòvenes ni al culto del domingo... y ahora pasò lo que pasò... ¿A donde van lo que mueren sin Cristo? ¿Habrà alguna esperanza de encontrarnos con mi muerto en el cielo, pastor? ¡Dìgame algo!...
Algo que me consuele. Algo que me llene el corazòn de esperanza. Algo que me de tranquilidad. Algo que me haga sentir bien el resto de mi existencia...
Y la madre china se ha quedado sin respuesta... ¿Què se le puede decir a alguien sin uno mismo no tiene la respuesta?
Por eso es tan necesario buscarla en la Biblia, mis queridos lectores. ¿Quiere que le digan algo? La Biblia tiene la respuesta. Solo en ella encontraremos lo que necesitamos saber. ¿A donde van los muertos que no aceptaron a Jesùs? La Biblia lo dice. ¿A donde van los niños que acaban de nacer y acaban de morir? La Biblia lo dice. ¿Quièn es la Verdad? La Biblia lo dice...
Aunque nos llamen místicos, mojigatos o lo que quieran, pero los que leemos la Biblia y creemos en lo que ella dice, tenemos las respuestas a todas esas preguntas.
Yo le invito a buscar en ella què hacer cuando las cosas se ponen feas para usted...
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