LA VOZ...
Hay veces que alguien me llama por teléfono y no reconozco su voz. Obligadamente debo preguntarle quién me habla... Y claro, la persona al otro lado de la linea, lo primero que me dice es "¿no me reconoce, pastor?". Me veo obligado a decirle: Como no reconozco tu voz, no puedo saber quién eres...
Alaaaa, pastor... Eso les duele. A mì también pero debo ser sincero...
Una relación se cultiva a travez del habla. Mientras màs tiempo pasemos hablando con alguien màs hondo se mete su voz en nuestro interior y lo demás .. es pan comido. Pero lo inverso tambièn es cierto. No hable con alguien y cuando usted le llame no sabrà reconocerlo. Triste pero cierto...
Esto me recuerda a Juan 10:27, cuando Jesús dijo a sus discípulos: "Mis ovejas oyen mi voz ...." Y, cuando Marìa va al sepulcro a ungir a Jesùs despuès del sábado se encontró con que la tumba estaba abierta. Los sellos habían sido rotos y la tumba estaba vacía...
Ella entra en un momento de profundo dolor ya que amaba tanto a su Señor que se entristece cuando se da cuenta que no llegó a tiempo para ungir el Cuerpo de Cristo. Todos sus unguentos y cremas que llevaba están a un lado. Se sienta en una roca a lamentarse, cuando de pronto ve a un hombre con apariencia de jardinero. Le pregunta "¿Donde pusiste el cuerpo de mi Señor? Marìa no reconoce a Jesùs. Claro, despuès de la cruz todo ha cambiado. Incluso su maestro. Ya nada es lo mismos despuès del calvario...
De pronto, escucha una Voz... Y la mujer se estremece. No es que haya mencionado su nombre. No es que haya sentido su olor. Es algo más profundo. Algo que solo ella sabe identificar... Marìa reconoce la voz de su Señor... María sabía que la voz que está escuchando es la de Èl... Es su voz y reconoció que era su pastor que estaba delante de ella.
No es un jardinero. Es Jesùs transformado. Es Jesùs resucitado. No sabe como explicarlo, pero algo es seguro: Su voz lo delata. No hay duda. Es Èl. Es su raboni. Su Maestro...
Y ese debe ser nuestro anhelo más profundo. Hablar tanto con Jesùs que llegue el momento en que podamos reconocer su voz cuando nos susurra al oído la respuesta que estamos esperando. Aprender a reconocer su voz cuando tenemos algún problema y Èl nos está guiando. Cuando nos sorprende en nuestros momentos de angustia, nuestros momentos grises, nuestros estados depresivos, nuestros momentos de llorar...
Pero para lograr eso hay un requisito indispensable: Hablar con Èl a cualquier hora, en cualquier momento y en cualquier lugar... Su voz serà tan certera en nuestro corazòn que podremos decir, como Marìa... ¡Es el Señor...!
Alaaaa, pastor... Eso les duele. A mì también pero debo ser sincero...
Una relación se cultiva a travez del habla. Mientras màs tiempo pasemos hablando con alguien màs hondo se mete su voz en nuestro interior y lo demás .. es pan comido. Pero lo inverso tambièn es cierto. No hable con alguien y cuando usted le llame no sabrà reconocerlo. Triste pero cierto...
Esto me recuerda a Juan 10:27, cuando Jesús dijo a sus discípulos: "Mis ovejas oyen mi voz ...." Y, cuando Marìa va al sepulcro a ungir a Jesùs despuès del sábado se encontró con que la tumba estaba abierta. Los sellos habían sido rotos y la tumba estaba vacía...
Ella entra en un momento de profundo dolor ya que amaba tanto a su Señor que se entristece cuando se da cuenta que no llegó a tiempo para ungir el Cuerpo de Cristo. Todos sus unguentos y cremas que llevaba están a un lado. Se sienta en una roca a lamentarse, cuando de pronto ve a un hombre con apariencia de jardinero. Le pregunta "¿Donde pusiste el cuerpo de mi Señor? Marìa no reconoce a Jesùs. Claro, despuès de la cruz todo ha cambiado. Incluso su maestro. Ya nada es lo mismos despuès del calvario...
De pronto, escucha una Voz... Y la mujer se estremece. No es que haya mencionado su nombre. No es que haya sentido su olor. Es algo más profundo. Algo que solo ella sabe identificar... Marìa reconoce la voz de su Señor... María sabía que la voz que está escuchando es la de Èl... Es su voz y reconoció que era su pastor que estaba delante de ella.
No es un jardinero. Es Jesùs transformado. Es Jesùs resucitado. No sabe como explicarlo, pero algo es seguro: Su voz lo delata. No hay duda. Es Èl. Es su raboni. Su Maestro...
Y ese debe ser nuestro anhelo más profundo. Hablar tanto con Jesùs que llegue el momento en que podamos reconocer su voz cuando nos susurra al oído la respuesta que estamos esperando. Aprender a reconocer su voz cuando tenemos algún problema y Èl nos está guiando. Cuando nos sorprende en nuestros momentos de angustia, nuestros momentos grises, nuestros estados depresivos, nuestros momentos de llorar...
Pero para lograr eso hay un requisito indispensable: Hablar con Èl a cualquier hora, en cualquier momento y en cualquier lugar... Su voz serà tan certera en nuestro corazòn que podremos decir, como Marìa... ¡Es el Señor...!
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