LA CODICIA... Y LOS CELOS

 ¿Cómo nos liberamos de los celos?  Las personas inteligentes y honestas saben que ellos son quienes están realmente en control de sus emociones. Sin embargo, la intensidad de nuestros deseos nos hace sentir que éstos son a menudo inmanejables.
Sin embargo, la mayoría de las veces nos es difícil controlar nuestras emociones... Parece que ellas nos gobiernan a nosotros y no a la inversa... ¿Cuál es la pieza que falta aquí?
Examinemos la naturaleza general de nuestros deseos. ¿Hay un límite para aquello que despierta nuestros celos? Considera la siguiente parábola: 
Un simple campesino que busca esposa y que, dado su bajo estatus, tiene un pequeño grupo de potenciales candidatas. Quizás él considera como posible candidata a la hija de su vecino, o la chica campesina de más allá. Este hombre simple nunca anhelaría casarse con la princesa real. Incluso si ella fuese la mujer más hermosa y deseable del mundo, aún así él no invertiría ninguna energía emocional en anhelarla. ¿Por qué no? Porque él no considera a la princesa como una opción realista. La realeza no se casa con plebeyos como él. 
Este campesino sabe lo que ordena la Biblia en Exodo 20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.
Nuestro estado mental es comparable al de este hombre de la parábola. Solamente anhelamos las cosas que percibimos que están dentro del alcance de nuestras posibilidades. Es un fenómeno humano el hecho que nuestros deseos se mantienen dentro de los límites de la percepción que tenemos de nosotros mismos, y por lo tanto, éstos ponen limitaciones a los celos.
Nuestros deseos están determinados por nuestra visión de nosotros mismos y del mundo. Si esto es verdad, entonces en realidad sí tenemos control sobre nuestros deseos. Las emociones pueden parecer demasiado poderosas para ser sometidas, pero nosotros podemos alterar nuestro marco intelectual. Podemos dirigir nuestros sentimientos al manipular nuestra percepción de nosotros mismos. Al ser realistas en cuanto a nuestras fortalezas y debilidades, podemos cambiar nuestros pensamientos y deseos
Por lo tanto, yo no puedo pretender tener la mujer de otro sencillamente porque está fuera de mi alcance. Tiene dueño. Le pertenece a otro hombre y yo no tengo ningún derecho de agenciarme sus favores. No hay opción ni excepción.  De la misma manera, si es soltera, debo internalizar que yo, casado, le pertenezco a una mujer y no debo pretender burlarme de ella. Tengo dueña...
Ese pensamiento le pone fronteras a la codicia que hay en mi corazòn. Dios no me quitará esa àrea, Èl la dejó allí para que yo la venza, para que luche por ganar la batalla. La manera de hacerlo es pensar como el hombre de la historia. En ese caso, el plebeyo soy soy...
Con eso estoy venciendo la codicia de mi corazòn pecaminoso y estoy evitando inyectar celos en el corazòn de mi esposa. Los celos estarán lejos de mi casa... Si yo lo evito. 
Cuántos hogares se salvarían del divorcio si los hombres o mujeres pensaran de la manera que piensa la Biblia... "No codiciarás". Pero, ¿ Cómo se hace para no codiciar? Teniendo una perspectiva correcta de quién soy, a quien le pertenezco y cual es mi parte en el universo de Dios...
Por eso nunca olvido el consejo de la madre al rey Lemuel... No es de reyes, Lemuel, no es de reyes...

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