DOS HOMBRES...

Lucas 23:26 nos cuenta la historia de uno de los hombres que me han llamado la atención...

Uno es Jesùs. Mi Señor y Salvador.  Pero lea bien: primero mi Señor. Al reconocerlo como mi Señor le reconozco como mi Salvador. Es mi ejemplo a seguir. "Puestos los ojos en Jesùs..." dijo el apóstol  Jesùs no me falla ni me fallará nunca. Èl permanece fiel hasta el siglo del siglo.  Lo asombroso es que no importa què haga yo, Èl me sigue amando... y esperando a que yo vuelva al redil cuando me le escapo como oveja descarriada. Me espera cada mañana para que platiquemos. A veces lo dejo plantado porque el sueño me vence... pero al dìa siguiente allí está, esperàndome para escuchar lo que Èl ya sabe lo que le voy a decir. Porque para Èl no tengo secretos. Ni usted. Ni nadie... No se engañe.

Pues bien, ese famoso dìa que nos cuenta Lucas, Jesùs está sufriendo terribles blasfemias, insultos y esputos. Todos le han abandonado, bueno, hablo humanamente porque Èl mismo dijo que nunca estarìa solo. El Padre estaría con Èl. Pero en esta ocasión está sin amigos, sin nadie que le apoye. Sin nadie que le dè aliento ni una palmada en la espalda. Solo golpes que le vulneran su moral y lo convierten en una persona amorfa. Isaías da más detalles para que se dè una idea... Lo desfiguraron. No era agradable ver su Rostro. Y para colmo de males, le ponen un madero en su espalda ya lacerada por los latigazos. El madero le produce aún más dolor. Le han robado el sueño y está sumamente débil  No ha comido nada desde el dìa anterior en su última cena con los muchachos... Y ahora va camino al Gòlgota. Lo llevan para ser crucificado. Y va por la calle llevando el madero sobre sus hombros ya agotados...

Y es cuando aparece el segundo hombre que me llama la atención .. Es "cierto" (lo dice Lucas) Simòn, de Cirene quien viene del trabajo y se dirige a su casa. También va cansado. Agotado por el dìa que ha pasado. Su único interès es llegar a su hogar y que su esposa lo reciba con una sopa bien calientita y unos panes recién horneados para mitigar el hambre que lleva... Ha pasado un dìa bajo el sol y solo espera quitarse las sandalias y lavar sus pies y luego... descansar...

Pero sucede lo inesperado. Un soldado lo señala entre la multitud que observa el paso de ese Hombre que lleva un madero encima. Simòn no es un espectador. No tiene nada que ver con el bullicio. Èl solo está parado esperando que le den el paso. A èl no le interesa saber nada sobre delincuentes ni ladrones. Nunca se ha metido en polìtica ni en asuntos romanos.  Ademàs èl es africano, seguramente el color de su piel ha llamado la atención de ese soldado romano y ahora tiene que obedecer la orden que le da: "Lleva el madero..." Algo que èl nunca se esperaba. No faltaba más  Llevar la cruz de un delincuente. De un desconocido. De un hombre que no sabe ni quién es ni de donde viene. Y Simòn se ve forzado a cargar "su" cruz...

Algo pasò en el corazòn de Simòn. Pero si yo hubiera sido èl, de seguro que habría notado ciertas características en el hombre de quien estoy llevando el madero. Habría observado de cerca sus ojos, sus heridas y su carácter humilde y sencillo. Habría visto que nunca respondió a los insultos que le decía la gente. De seguro habría visto un halo de extrema santidad en aquella víctima del sistema...

Para què seguir... basta con recordar lo que dice Marcos en su evangelio: "padre de Rufo y Alejandro..." Aquí se cumpliò la promesa de Jesùs: Cree tú y serán salvos tù y tu casa...

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