¡QUE MISERICORDIA...!

David ha pecado. Eso es indudable...

Tomó la corderita de su vecino que no debiò tomar. Para arreglar su "problema" matò al esposo, Urìas. Un valiente guerrero de su ejèrcito màs fiel que su patròn. Echò todo por la borda. El màs premiado fìsicamente -era muy guapo-, el màs premiado en admiraciòn -era admirado por las mujeres-, el màs envidiado de la època -Saùl lo querìa matar porque le hacìa estorbo a su ego-. Pero hizo lo que nunca debiò hacer...

Tocó lo que no debìa tocar: la mujer de su pròjimo.

Sin embargo, escuchemos hablar a Dios...

"Y el SEÑOR lo amó...". Ha nacido Salomòn a quien el Señor le mandò un regalo: Lo amò. (2 Sam. 12:24)

Pero... veamos nueve meses antes...

 ¿Què sucedería en el corazòn de Betsabè al saber que estaba embarazada después de la muerte del primer hijo? ¿Ya se puso usted a pensar en las dudas que tendrían estos padres durante nueve meses de espera? ¿Irà a nacer bien? ¿Lo aceptará el Señor? ¿Se irà a morir igual que el anterior? David y Betsabè son los mismos. Es cierto, ya confesaron su pecado y se apartaron. Se humillaron ante el Dios que había prometido muchas cosas al rey David. Ahora, empieza la larga espera para saber si realmente sus oraciones fueron escuchadas. La larga noche de nueve meses esperando que Dios cumpla lo que promete: El no desprecia un corazòn humillado...

Dudas y más dudas. David está pagando el primer precio. Estoy seguro, si David era como yo, que esos meses fueron llenos de angustia.

¿Què sintió David cuando volvió a llegar el profeta Natan con un mandado de parte de Dios? ¿Què sentiría el rey cuando vio entrar a sus aposentos a ese profeta, la voz de Dios para èl? Y Natan le entrega el recado. "Dice Dios que ama a tu hijo, que le pongas Jedidìas..."

¿Còmo se sentirìa David al ver el hermoso gesto de Dios hacia su hijo despuès de la tragedia del primero?

Es lo que sentimos usted y yo después de hacer cosas reprobables y Dios nos envía un milagro. Nos aumentan el sueldo. Nos dan un premio. Celebran nuestro cumpleaños. Las puertas de hierro del banco se abren. Los amigos nos saludan. La iglesia nos abre los brazos. Nuestros padres nos acarician.  Nuestro cuerpo se sana. Las deudas se cancelan. Ya no más toques de puertas por cobradores...Todo nos va bien...

¡Uff!, respiramos aliviados. Dios ha enviado su recado: Te amo. Y no nos queda otro remedio que conocer la inmensa Misericordia de este Dios tan, pero tan Grande que tenemos a nuestro lado...

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