LA ORACION
La mayoría de nosotros necesitamos una afinación a nuestras oraciones....
Algunas de nuestras oraciones carecen de constancia. Son desiertos u oasis.
Periodos largos, àridos y secos interrumpidos por breves remojadas en las aguas de la comuniòn con Cristo. Luego pasamos dìas o semanas sin orar constantemente. Y, lògicamente, de pronto sucede algo. Un suceso doloroso. Una muerte repentina en nuestra familia. El desempleo que toca a la puerta de nuestras finanzas. Un divorcio. Un hijo enfermo... Y eso nos conduce a la oraciòn...
Así que nos damos otro chapuzón en las aguas de la comuniòn... Salimos de allì refrescados y renovados. Muy bien, decimos, ya volvì a retomar mi disciplina de oraciòn...
Pero luego volvemos a la rutina de siempre. Y nuestra vida de oración queda estancada. ¡Otra vez!
Otros necesitan sinceridad. Nuestras oraciones son bastante huecas, memorizadas y rígidas Son una repetición de cada dìa. Más parecido a un rezo que a una oración No es una plática con Dios. No. Esas oraciones huecas y vacías son más liturgia que vida. Como las oraciones congregacionales... "Vamos a orar" dice el predicador. Y todos inclinan sus cabezas, cierran sus ojos y se quedan pensando en los anteojos del gallo, como decimos en Guatemala... Oraciones litúrgicas. Sin sentido. Sin vida.
Otros, bueno, carecemos de honestidad. Nos preguntamos sinceramente si la oración produce cambios. ¿Por què Dios que habita en el cielo quiere hablar conmigo? Si Dios lo sabe todo, ¿por què tengo que decirle mis cosas? Si Dios tiene el control de todo, ¿quien soy yo para querer cambiar algo?
¿Le suena conocido algo de todo esto? Si usted ha tenido dificultad con la oración le tengo un ejemplo de la persona indicada. No se preocupe, no es una persona metida en un monasterio. No es un apóstol con las rodillas llenas de callos. Ni es un profeta cuyo segundo nombre es "meditación". Tampoco es un santurrón de vitrina. El hombre del que le hablo es exactamente lo opuesto a cualquier idea que pueda tener.
Es un padre con un hijo enfermo que necesita un milagro. La oración de este padre no es mucho. Pero la respuesta que logró sì lo es. ¿Què oró este padre que conmovió los cimientos del cielo? ¿Què fue lo que dijo que Jesùs se maravilló de lo que escuchó?
"Si puedes hacer algo, ten compasiòn de nosotros y ayùdanos". Eso fue todo. Su hijo era epiléptico Desde niño. Y ya no sabía que hacer. No sabía orar. No sabía pedir. Solo sabía que necesitaba que alguien sanara a su hijo. Y escuchó hablar de Jesùs. Y se animò. Y fue. No ensayó palabras. No estudió un manual de oraciones. No llevaba camándula. Nada. Solo sus labios y su corazòn angustiado...
¿Ya leyó su oración "Si puedes hacer algo..." ¿Suena valiente? ¿Suena ortodoxa? ¿Fuerte? ¿Confiado? Muy difícil...
Y logró su milagro. Porque este hombre sabía algo que a nosotros se nos olvida: El poder no está en la oración sino en aquel que la escucha...
¡Anìmese, entonces..! Y ore. Ore como su corazòn le indique... Dios escucha la oración...
Algunas de nuestras oraciones carecen de constancia. Son desiertos u oasis.
Periodos largos, àridos y secos interrumpidos por breves remojadas en las aguas de la comuniòn con Cristo. Luego pasamos dìas o semanas sin orar constantemente. Y, lògicamente, de pronto sucede algo. Un suceso doloroso. Una muerte repentina en nuestra familia. El desempleo que toca a la puerta de nuestras finanzas. Un divorcio. Un hijo enfermo... Y eso nos conduce a la oraciòn...
Así que nos damos otro chapuzón en las aguas de la comuniòn... Salimos de allì refrescados y renovados. Muy bien, decimos, ya volvì a retomar mi disciplina de oraciòn...
Pero luego volvemos a la rutina de siempre. Y nuestra vida de oración queda estancada. ¡Otra vez!
Otros necesitan sinceridad. Nuestras oraciones son bastante huecas, memorizadas y rígidas Son una repetición de cada dìa. Más parecido a un rezo que a una oración No es una plática con Dios. No. Esas oraciones huecas y vacías son más liturgia que vida. Como las oraciones congregacionales... "Vamos a orar" dice el predicador. Y todos inclinan sus cabezas, cierran sus ojos y se quedan pensando en los anteojos del gallo, como decimos en Guatemala... Oraciones litúrgicas. Sin sentido. Sin vida.
Otros, bueno, carecemos de honestidad. Nos preguntamos sinceramente si la oración produce cambios. ¿Por què Dios que habita en el cielo quiere hablar conmigo? Si Dios lo sabe todo, ¿por què tengo que decirle mis cosas? Si Dios tiene el control de todo, ¿quien soy yo para querer cambiar algo?
¿Le suena conocido algo de todo esto? Si usted ha tenido dificultad con la oración le tengo un ejemplo de la persona indicada. No se preocupe, no es una persona metida en un monasterio. No es un apóstol con las rodillas llenas de callos. Ni es un profeta cuyo segundo nombre es "meditación". Tampoco es un santurrón de vitrina. El hombre del que le hablo es exactamente lo opuesto a cualquier idea que pueda tener.
Es un padre con un hijo enfermo que necesita un milagro. La oración de este padre no es mucho. Pero la respuesta que logró sì lo es. ¿Què oró este padre que conmovió los cimientos del cielo? ¿Què fue lo que dijo que Jesùs se maravilló de lo que escuchó?
"Si puedes hacer algo, ten compasiòn de nosotros y ayùdanos". Eso fue todo. Su hijo era epiléptico Desde niño. Y ya no sabía que hacer. No sabía orar. No sabía pedir. Solo sabía que necesitaba que alguien sanara a su hijo. Y escuchó hablar de Jesùs. Y se animò. Y fue. No ensayó palabras. No estudió un manual de oraciones. No llevaba camándula. Nada. Solo sus labios y su corazòn angustiado...
¿Ya leyó su oración "Si puedes hacer algo..." ¿Suena valiente? ¿Suena ortodoxa? ¿Fuerte? ¿Confiado? Muy difícil...
Y logró su milagro. Porque este hombre sabía algo que a nosotros se nos olvida: El poder no está en la oración sino en aquel que la escucha...
¡Anìmese, entonces..! Y ore. Ore como su corazòn le indique... Dios escucha la oración...
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