PASOS DE FE...
Jesùs había ministrado durante un breve tiempo en la tierra de los gadarenos donde sanò a un hombre poseído por un demonnio.
Luego pasò al extremo norte del mar de galilea donde multitudes esperaban su retorno.
Entre ellas se encontraba un padre desesperado con una hija muy enferma. Tenía la esperanza de que Jesùs pudiera sanarla.
Escondida en la multitud estaba también una mujer con un secreto terrible. Ella esperaba ser sanada de manera anónima...
Cada una de estas personas dio un paso de fe...
Ellos se levantaron ese dìa esperando recibir un milagro. Madrugaron para ocupar los mejores lugares de la calle donde se suponía que iba a pasar el Maestro. El padre había dejado a su hijita enferma con la promesa que llevaría a Jesùs a su casa para que la sanara... Ella, la mujer del secreto estaba jugando su última carta de fe. "Si èl no puede sanarme ya no hay esperanza..." se había dicho.
Cada dìa presenta oportunidades para ejercitar la fe. A veces el levantarse de la cama para enfrentar el dìa puede parecer un paso importante de fe. A lo largo del dìa tenemos decisiones que tomar, desafíos que enfrentar, y a menudo nos encontramos con dificultades inesperadas o tragedias que requieren un paso de fe.
En esta historia de los dos personajes vemos este principio diario de la fe ilustrado en la vida de Jesùs y de la gente que se le acercaba con sus peticiones....
Yo mismo me levanto cada dìa esperando lo que llamo: "El milagro del dìa": Mi pan, mi salud, mi cuidado, mi protección... Son cosas que el dinero no puede dar. Al Cèsar lo que es del Cèsar, dijo Jesùs. Y hay cosas que solo Dios puede hacer. Estos amigos de la historia habían llegado con la esperanza de que Dios hiciera lo que el Cèsar no pudo hacer por ellos: Sanarles...
Mañana seguiremos platicando de estos dos personajes tan disímiles entre sì social y culturalmente hablando, pero en una misma situación Su necesidad era la misma. La enfermedad no ve clases sociales, culturales o de abolengo... Tampoco Jesùs. Èl es el mismo ayer, hoy y siempre. Esa es nuestra esperanza...
Solo se requiere que demos no saltos... solo pasos de fe. Suficiente.
Luego pasò al extremo norte del mar de galilea donde multitudes esperaban su retorno.
Entre ellas se encontraba un padre desesperado con una hija muy enferma. Tenía la esperanza de que Jesùs pudiera sanarla.
Escondida en la multitud estaba también una mujer con un secreto terrible. Ella esperaba ser sanada de manera anónima...
Cada una de estas personas dio un paso de fe...
Ellos se levantaron ese dìa esperando recibir un milagro. Madrugaron para ocupar los mejores lugares de la calle donde se suponía que iba a pasar el Maestro. El padre había dejado a su hijita enferma con la promesa que llevaría a Jesùs a su casa para que la sanara... Ella, la mujer del secreto estaba jugando su última carta de fe. "Si èl no puede sanarme ya no hay esperanza..." se había dicho.
Cada dìa presenta oportunidades para ejercitar la fe. A veces el levantarse de la cama para enfrentar el dìa puede parecer un paso importante de fe. A lo largo del dìa tenemos decisiones que tomar, desafíos que enfrentar, y a menudo nos encontramos con dificultades inesperadas o tragedias que requieren un paso de fe.
En esta historia de los dos personajes vemos este principio diario de la fe ilustrado en la vida de Jesùs y de la gente que se le acercaba con sus peticiones....
Yo mismo me levanto cada dìa esperando lo que llamo: "El milagro del dìa": Mi pan, mi salud, mi cuidado, mi protección... Son cosas que el dinero no puede dar. Al Cèsar lo que es del Cèsar, dijo Jesùs. Y hay cosas que solo Dios puede hacer. Estos amigos de la historia habían llegado con la esperanza de que Dios hiciera lo que el Cèsar no pudo hacer por ellos: Sanarles...
Mañana seguiremos platicando de estos dos personajes tan disímiles entre sì social y culturalmente hablando, pero en una misma situación Su necesidad era la misma. La enfermedad no ve clases sociales, culturales o de abolengo... Tampoco Jesùs. Èl es el mismo ayer, hoy y siempre. Esa es nuestra esperanza...
Solo se requiere que demos no saltos... solo pasos de fe. Suficiente.
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