LOS TITULOS...

 Lucas 18:9-14 nos cuenta la historia de de dos hombres que fueron al templo a orar.

El primero, un fariseo, orando "consigo mismo". Què interesante. Nunca pensé que si no tengo sumo cuidado en cómo orar, puedo estar hablando conmigo mismo y no con Dios.  Hasta ver este versículo con un poco más de cuidado me pude dar cuenta que este hombre estaba hablando con èl mismo y no con Su Majestad.  ¿En donde estuvo su error?

Habló de todos sus logros. No era una oraciòn sino una autofelicitaciòn. Este orgulloso le dio al Señor una lista de todos sus logros religiosos. De un tiròn le presentò al Señor sus credenciales y su tarjeta de presentaciòn... Yo ayuno, Señor. Oro todos los dìas. Diezmo màs de la cuenta y ofrendo. ¡Ah! y tambièn asisto a la iglesia desde tempranito. Me visto solo de blanco y negro. No uso reloj, eso es del diablo. Menos joyas de oro porque eso contamina, mi Dios... Soy buena gente pues no le hago daño a nadie... Y gracias, Señor porque no soy como este otro que está postrado moviendo los labios...

Y, lògica consecuencia... no fue oìdo. Ignorado. Hecho a un lado. No me importunes, insolente que hay alguien a quien sì quiero escuchar.

El otro, un recaudador de impuestos deshonesto, permanecía a la distancia. Quebrantado. Muy sensible a su propia falta de valía. No presentò títulos ni diplomas ni pidió aplausos. Solo bajó la cabeza y desde el fondo de su corazòn pidió perdón. Confesó su inutilidad y su necesidad de redención  No se creyó merecedor de nada... Clamó humildemente a Dios pidiendo misericordia. ¿Y cómo respondió el cielo? Usted creo que conoce la historia... Solo el recaudador de impuestos salió del templo teniendo una buena relación con Dios...

En esta breve historia está el nèctar del evangelio. Simple. Sin adornos. Sin rodeos ni tanto enredo.

Somos justificados ante Dios, no por nuestros propios esfuerzos, sino simplemente confiando en la gracia del Señor. Confiando en su Amor perdonador. Sabiendo que podemos escondernos en Èl quien es nuestra Torre Fuerte y nuestro pronto auxilio en la tribulación...

Buena lección la que nos da el fariseo, ¿no le parece? Sin embargo habrá veces en que caeremos en ese papel tan ridículo como ineficiente para ser escuchados en el Trono. No lo olvidemos. Dios no quiere saber què hacemos ni què logros tenemos... Solo quiere saber què creemos de Èl. Al fin y al cabo el evangelio no se trata de nosotros sino de su Hijo Jesùs...


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