LAS TORMENTAS...

Son impredecibles. Asustan al más valiente. Tienen un "no-sè-què" que amedrenta. A veces las vemos venir, escondièndose en nubes oscuras y ondulantes que cubren nuestro horizonte. De noche no las vemos pero las escuchamos. Nos hablan a traves de sus truenos y relámpagos  A traves de la lluvia impetuosa. Hay tormentas que no avisan... nos toman desprevenidos...

Recuerdo una ocasión que viviendo en un estado del paìs del norte, a la orilla de la playa veía relámpagos mar adentro. El cielo se puso negro cuando en la playa aún era de dìa. Los rayos y truenos hacían que el temor invadiera mi corazòn. Nunca había visto algo así  Es imponente ver cómo la electricidad puede hacer esas figuras asimétricas en el aire...

Lógicamente, todos en la playa empezamos a recoger nuestras toallas y bàrtulos para irnos de allì. La tormenta avisaba que pronto llegarìa con todas sus consecuencias. Nos fuimos a nuestras casas...

Le invito a que recuerde la peor tormenta que haya experimentado. Un divorcio inesperado. "Me voy, ya no te quiero. Te dejo las llaves del carro. Mi abogado se comunicará contigo".  "Esa mancha negra en su seno no me gusta, señora. Dèjeme hacerle otros exàmenes y pida una segunda opiniòn..." "Mamà, estoy embarazada y el padre del niño no quiere responder..." La PNC toca su puerta y le piden que reconozca la ropa que encontraron en un cadáver tirado en una cuneta... "¿Es de su hijo...?

Son tormentas que no avisaron de su llegada. Talvez usted estaba en su cuarto listo o lista para irse a la cama cuando la tormenta tocó a su puerta y no preguntó si podìa entrar. Solo entrò a su vida. O talvez usted estaba caminando por un bosque o quizá manejando camino al trabajo y le entrò la llamada al celular... ¿Recuerda el asombroso poder de la tormenta?  ¿Esa sensación de impotencia? ¿Què sentimientos despertó en su interior en ese momento?

Jesùs y sus discípulos estaban cruzando el mar de Galilea. Algunos de ellos eran pescadores y conocían bien el lago.  Estaban acostumbrados a estar en el agua pescando aún durante la noche. También conocían las tormentas. Sabían como manejarlas...

Pero se levantó una muy diferente a las otras. Esa tormenta tenía algo de especial. Nunca la habían experimentado. Su barca, su zona de confort, su zona de seguridad empezó a hundirse. Es difícil saber quién estaba más asustado cuando el viento y las olas amenazaban con hundirlos: Los pescadores experimentados que sabían lo que venía o los marineros de agua dulce que nunca habían visto una tormenta de esa clase y magnitud...

Entre, figuradamente,  en la barca de esos viejos lobos de mar y escùchelos. Tienen miedo. Vèalos trabajar afanosamente y con cada remada más angustia se ve en sus ojos. Sus pieles curtidas están pálidas. Sus manos, antes firmes y seguras, ahora tiemblan. Sus rodillas fuertes ahora se doblan de temor.

Y Jesùs duerme en la otra esquina. Tranquilo. Èl sabe que no vino a la tierra a morir ahogado sino en una cruz, así que no hay tormenta que lo despierte. Pero sus amigos están casi en coma. A punto de morir asfixiados por el agua. Y están luchando solos. No lo quieren "molestar". No quieren ser "inoportunos". No desean parecer "cobardes" Quieren salir solos del problema... Pero el problema se hace cada vez más grande. Hasta que se deciden a despertar a su maestro... Y usted sabe el resto. Una òrden y fue suficiente para detener ese monstruo que amenazaba su barca. Una sola palabra y todo volvió a la normalidad. Pero fue hasta que despertaron a su Maestro...

"Muchachos, tomen sus toallas y sèquense las ropas. Càlmense y tomen aliento. Y la próxima vez no esperen a cansarse tratando de resolver solos sus tormentas. Mejor despièrtenme desde el principio...Sin mi nada podrán hacer..."




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