ESCUCHEMOS...

Seguramente estoy pidiendo algo que nos es difìcil de hacer... y de dar.  Lea bien: NOS... porque para ser sincero a mì tambièn me es difìcil cumplir con esta necesidad ajena... Quiero que lo hagan conmigo pero no estoy muy dispuesto a hacerlo con otros.

Asì se sencillo. Nos hemos vuelto tan pragmàticos, tan computarizados que hasta nuestros correos màs parecen telegramas que cartas... Hemos perdido el contacto.  Hablar ahora es tan caro que lo hacemos contando los segundos.  Las telefònicas nos han enfriado el alma. Nos han metido en sus sistemas de tiempo que para saludarnos enviamos mensajes de texto con frases ya pre-establecidas... "Saludos, bendiciones".  "Pensè en tì. Besos". "Espèrame donde siempre. Llego".

Pero Jesùs no. Èl utilizó el sistema antiguo. No usò iPhone ni Blackberry. No. "...y miràndole, le dijo..." Èl vio a los ojos. Èl se detuvo y escuchó.  Se interesó por las historias de la gente que le quería hablar... No importa si Jairo se enoja. "Cuèntame, hija, que te sucede". Y la mujer del flujo de sangre que se sanò al tocar su manto le contò su historia...

Hoy no hacemos eso. No miramos a los ojos, mejor miramos la pantalla que nos avisa que llegó un mensaje. No vemos el corazòn de la gente, mejor vemos códigos y frases prefabricadas...

Cuánta falta nos està haciendo escuchar. Todo va tan de prisa que no tenemos tiempo para eso. No me estorbes que voy retrasado. No me hables ahorita porque me estoy maquillando. Dèjame pensar y a la noche te respondo... Y la familia està buscando quièn les escuche. Y los hijos estàn esperando que papà o mamà tengan tiempo para sentarse en la sala y conversar un poco.

Jesùs invirtió tiempo en escuchar a la gente que lo rodeò. El gadareno le contò toda su tragedia familiar. Su esposa, sus hijos, su casa, su vida íntima  Al final le dijo: "Vete a tu casa y cuèntales lo que Dios hizo contigo" Jairo y su esposa le tuvieron que haber hablado de la enfermedad de su hija. Jesùs los oyó hasta el final. "Denle de comer..." les dijo. ¿De què platicó con Mateo la noche que le hizo una fiesta en su casa? ¿De què platicó con los novios en las bodas de Canà? Y lo asombroso, todavía sigue escuchando. Uno de mis salmos de lectura diaria dice: "¡Oh tú que escuchas la oración " Sal. 65:2 es uno de mis bastiones favoritos porque si Èl no escuchara la oración  ¿para què dejar mi cama y hablar con alguien que no escucha? Pero ese dato me confirma que Jesùs aún se detiene para escuchar lo que tengo que decirle cada dìa... aunque sea lo mismo.

Detenga hoy su camino por un momento. Pare su agenda por unos minutos y pregùntele a su hija por què tiene esos ojos tan tristes... Quizà quiera contarle algo a alguien. Ese alguien debe ser usted, la madre. O el padre. O el pastor...

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