CAÑAS CASCADAS...
Y llegó Jesùs al otro lado del lago. Ya la gente le esperaba para verlo y escuchar de sus labios la Palabra que les endulzaba el alma... Todo estaba lleno de esperanzas. Unos para verlo, otros para escucharlo y otros... para recibir su milagro.
Dos personas estaban entre la multitud. Un principal de la sinagoga. Su hija estaba enferma y le había prometido a su esposa llevar a Jesùs a casa para que la sanara. "No te preocupes, volveré con èl en cuanto baje de la barca..." le había dicho. Al fin y al cabo èl tenía rango. Tenia peso social. Era una persona importante dentro de su comunidad. Respetado y admirado. Tenía las de ganar. No hay problema. Las puertas se abren para personas así...
La otra persona que estaba expectante de la llegada de Jesùs era una mujer. Pobre. Anodina. Sin familia a causa de su secreto vergonzoso. No era ni respetada ni admirada. No tenía abolengo social ni era de las familias importantes de la comunidad. Es más, era rechazada.
Ambas personas con una misma necesidad: Sanidad. Pero con un abismo diferencial sobre quién llamará la atención del Maestro...
Para una judía nada podìa ser peor que lo que ella sufría Una afección menstrual crónica Un perpetuo flujo de sangre. Cada parte de su vida quedaba afectada:
Sexualmente, no podìa tocar a su esposo. Maternalmente, no podìa tener hijos. Domésticamente, cualquier cosa que tocaba se consideraba inmunda. No podìa lavar los platos. No podìa barrer los pisos.
Espiritualmente, no se le permitía entrar al templo...
Estaba agotada físicamente y marginada socialmente. Había buscado ayuda "en muchos médicos pero todos la dejaron con su problema y sin dinero.
Una caña cascada. Como usted que está esperando que le den visa para ir a ver a sus nietos seguramente y se la han negado constantemente. O usted a quien la dejaron sin familia por un pequeño error. O el hombre al que despidieron antes de esta semana que dicen que es "Santa". O la madre que espera que su hija vuelva a casa. Cañas cascadas por el dolor, la soledad y la tristeza de no tener a su lado a alguien que le caliente los pies en las noches frías...
Esta mujer se despertaba todos los días con un cuerpo que nadie quería Nadie la abrazaba ni siquiera la tocaban. Caña cascada. A punto de quebrarse. Sin jugo, sin vida, sin sueños. Perdón, aún le queda uno: Una simple oración "Si tan solo toco el borde de su manto quedaré sana" Eso era toda su esperanza. Si tan solo. Si tan solo. Si tan solo...
De pronto oye que Jesùs va camino a la casa del principal. Jairo es el principal. Ella la abandonada. ¿Cuales son las probabilidades de Jairo? Todas. ¿Què probabilidades tiene ella? Ninguna.
Así que se arriesga. Repta entre la multitud. Se arrastra. Se empolva la ropa. El pelo se desgreña. Le pisan los dedos de la mano. Alguien le da una patada en el costado. Pero ella no deja pasar su ùnica oportunidad. "Si tan solo..." se repite a cada machucòn. Se arriesga.
Y Jesùs siente que alguien le toca. Sabemos la historia. Una mujer detiene a Jesùs de ir a la casa del importante. Jesùs, todo amor, se para y le dice a la mujer que le cuente su historia... Y le dieron su sanidad. Su trabajo. Su visa de entrada. Su matrimonio. Su hija volvió a casa, le dieron su provisión. Su alegría...
Solo una cosa entonces: Arriesgarse a creer. Abandonarse a todo, menos a dejar de creer...
Dos personas estaban entre la multitud. Un principal de la sinagoga. Su hija estaba enferma y le había prometido a su esposa llevar a Jesùs a casa para que la sanara. "No te preocupes, volveré con èl en cuanto baje de la barca..." le había dicho. Al fin y al cabo èl tenía rango. Tenia peso social. Era una persona importante dentro de su comunidad. Respetado y admirado. Tenía las de ganar. No hay problema. Las puertas se abren para personas así...
La otra persona que estaba expectante de la llegada de Jesùs era una mujer. Pobre. Anodina. Sin familia a causa de su secreto vergonzoso. No era ni respetada ni admirada. No tenía abolengo social ni era de las familias importantes de la comunidad. Es más, era rechazada.
Ambas personas con una misma necesidad: Sanidad. Pero con un abismo diferencial sobre quién llamará la atención del Maestro...
Para una judía nada podìa ser peor que lo que ella sufría Una afección menstrual crónica Un perpetuo flujo de sangre. Cada parte de su vida quedaba afectada:
Sexualmente, no podìa tocar a su esposo. Maternalmente, no podìa tener hijos. Domésticamente, cualquier cosa que tocaba se consideraba inmunda. No podìa lavar los platos. No podìa barrer los pisos.
Espiritualmente, no se le permitía entrar al templo...
Estaba agotada físicamente y marginada socialmente. Había buscado ayuda "en muchos médicos pero todos la dejaron con su problema y sin dinero.
Una caña cascada. Como usted que está esperando que le den visa para ir a ver a sus nietos seguramente y se la han negado constantemente. O usted a quien la dejaron sin familia por un pequeño error. O el hombre al que despidieron antes de esta semana que dicen que es "Santa". O la madre que espera que su hija vuelva a casa. Cañas cascadas por el dolor, la soledad y la tristeza de no tener a su lado a alguien que le caliente los pies en las noches frías...
Esta mujer se despertaba todos los días con un cuerpo que nadie quería Nadie la abrazaba ni siquiera la tocaban. Caña cascada. A punto de quebrarse. Sin jugo, sin vida, sin sueños. Perdón, aún le queda uno: Una simple oración "Si tan solo toco el borde de su manto quedaré sana" Eso era toda su esperanza. Si tan solo. Si tan solo. Si tan solo...
De pronto oye que Jesùs va camino a la casa del principal. Jairo es el principal. Ella la abandonada. ¿Cuales son las probabilidades de Jairo? Todas. ¿Què probabilidades tiene ella? Ninguna.
Así que se arriesga. Repta entre la multitud. Se arrastra. Se empolva la ropa. El pelo se desgreña. Le pisan los dedos de la mano. Alguien le da una patada en el costado. Pero ella no deja pasar su ùnica oportunidad. "Si tan solo..." se repite a cada machucòn. Se arriesga.
Y Jesùs siente que alguien le toca. Sabemos la historia. Una mujer detiene a Jesùs de ir a la casa del importante. Jesùs, todo amor, se para y le dice a la mujer que le cuente su historia... Y le dieron su sanidad. Su trabajo. Su visa de entrada. Su matrimonio. Su hija volvió a casa, le dieron su provisión. Su alegría...
Solo una cosa entonces: Arriesgarse a creer. Abandonarse a todo, menos a dejar de creer...
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