LAS TENTACIONES

Pensemos un momento en José. El hijo de Jacob. Prisionero en Egipto. Dios lo había bendecido tanto y confiaba tanto en él que estando en la casa de Potifar recibió toda la responsabilidad de cuidar y manejar sus asuntos personales.

Dios estaba con él. Y lo prosperaba. Y Potifar confiaba en su esclavo.

Este es el punto medular de la cuestión...

Confiar en un esclavo puede ser riesgoso. No por el esclavo sino por la esposa de Potifar. El narrador bíblico se asegura que entendamos que quien coqueteó no fue José sino la patrona. Ella se interesaba cada vez más en el muchacho. Las pestañas le revoloteaban cuando lo veía. Los labios se le fruncían y el pulso le temblaba... Ella "puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo" Gén. 39:7.

La tentación tal vez era fuerte. Después de todo, José era joven, totalmente solo. No había otro "hermano" que le sirviera de parapeto. Estaba en tierra lejana. Posiblemente Dios comprendería una efímera aventura, ¿verdad?

Falso. Mire las palabras firmes y sólidas de José: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?"

Este es un principio sólido de alguien que es salvo por gracia. Permítame decirle que si alguna vez usted se ha encontrado pensando: "Puedo hacer lo que me dé la gana porque Dos me perdonará", entonces la gracia de Dios no está teniendo lugar en su corazón... Egoísmo, quizás. Arrogancia, lo más seguro. ¿Pero amor de Dios? No. La salvación por gracia crea determinación para hacer lo bueno, no permiso para hacer lo malo...

¿Tiene usted un hijo pródigo? Deje que Cristo lo sostenga con la soga de su amor. ¿Desea que su cónyuge se vuelva a Dios? ¿Tiene una amigo cuya fe se ha enfriado? Más que usted, Dios desea que ellos regresen a Él. Manténgase orando y verá resultados. Pero no se de por vencido...

Las tentaciones pueden ser fuertes. Pueden querer doblegarnos. Pueden atacarnos en cualquier momento. Pero el Amor de Jesús está siempre presente y sin duda nos sacará adelante con solo un suspiro de deseo de serle fiel.

Nuestra tarea es confiar en la habilidad de Dios para invitar a sus hijos a regresar a casa. Nos unimos al Señor mientras él camina entre sus hijos descarriados, tentados y heridos a volver sobre sus pasos y regresar al lado de Jesús... Y cuando esto ocurra, ellos comenzarán a cantar de nuevo la canción de los salvos...  ¿Acaso, quizás,  no sucedió esto con usted y conmigo?.

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