LA GENEROSIDAD...
Cuando el amor de Dios tiene lugar en una vida, se produce la generosidad, la magnanimidad abrumadora e indestructible. Ser generoso es señal del nuevo nacimiento. Ser generoso es testimonio de que Dios está en nuestras vidas. Que El es el Señor de nuestro ser. Haga la prueba: Dele un billete de cien dólares a un niño y después dígale que se lo regale... ¿Qué hará el niño? Sin dudar ni un instante se lo dará. Para él ese billete no tiene valor sino el que le brinda al darlo... Dios espera lo mismo de nosotros...
Eso fue lo que le sucedió a Zaqueo. Si en el Nuevo Testamento hay un artista de la estafa ese es él. Este hombre nunca conoció a alguien a quien no pudiera engañar ni vio un dólar que no pudiera agarrar. Este sujeto era "jefe de los recaudadores de impuestos" (Luc. 19:2) Se me hace que era jefe de Mateo, el publicano...
Los recaudadores de impuestos del primer siglo desplumaban a todo lo que caminaba. El gobierno romano les permitía quedarse con todo lo que pudieran agarrar. Zaqueo se quedó con mucho. Era muy rico. Rico de carro convertible, de dos asientos. Rico de zapatos de piel de cocodrilo. Rico de trajes a la medida y uñas arregladas... Asquerosamente rico.
¿Y culpablemente rico? No sería el primer mañoso en sentir remordimientos. Y no sería el primero en preguntarse si Jesús podría ayudarle a quitárselos de la mente. Quizá pensó que sí, así que tomó una decisión: Iría a verlo. Solo a verlo. Pensó que con solo eso, de solo verlo, por ósmosis su culpa se iría y se transformaría en un recaudador nuevo... Y se subió a un árbol. Encaramado y escondido entre las ramas no creyó que Jesús lo notaría. Pero se equivocó. Porque Jesús ya tenía ordenado por el Padre que precisamente ese día iría a comer con un pícaro que iba a estar encaramado en un sicómoro y que le hablara aún sin verlo a los ojos... "Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario eu pose yo en tu casa" Era el único sicómoro en muchos kilómetros a la redonda. Era el único Zaqueo en diez cuadras a la redonda.
Y allí tenemos a Jesús en la casa del corrupto cobrador de impuestos. Y a Zaqueo dando los primeros frutos de su encuentro con Jesús. "Señor, todo lo devolveré. La mitad de todo esto lo daré a los pobres" La gracia y el amor de Jesús entró por la puerta principal y la avaricia, la ambición y la corrupción salieron corriendo por la puerta trasera. El amor de Jesús cambió el corazón de Zaqueo...
¿Está el amor de Jesús cambiando el suyo...? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que su generosidad asombró a alguien? Si ha pasado un buen tiempo, reconsidere la extravagante gracia del Señor. No olvide ninguno de sus beneficios. Y comparta. Comparta todo lo que reciba. Si Zaqueo pudo hacerlo, podemos hacerlo nosotros...
Eso fue lo que le sucedió a Zaqueo. Si en el Nuevo Testamento hay un artista de la estafa ese es él. Este hombre nunca conoció a alguien a quien no pudiera engañar ni vio un dólar que no pudiera agarrar. Este sujeto era "jefe de los recaudadores de impuestos" (Luc. 19:2) Se me hace que era jefe de Mateo, el publicano...
Los recaudadores de impuestos del primer siglo desplumaban a todo lo que caminaba. El gobierno romano les permitía quedarse con todo lo que pudieran agarrar. Zaqueo se quedó con mucho. Era muy rico. Rico de carro convertible, de dos asientos. Rico de zapatos de piel de cocodrilo. Rico de trajes a la medida y uñas arregladas... Asquerosamente rico.
¿Y culpablemente rico? No sería el primer mañoso en sentir remordimientos. Y no sería el primero en preguntarse si Jesús podría ayudarle a quitárselos de la mente. Quizá pensó que sí, así que tomó una decisión: Iría a verlo. Solo a verlo. Pensó que con solo eso, de solo verlo, por ósmosis su culpa se iría y se transformaría en un recaudador nuevo... Y se subió a un árbol. Encaramado y escondido entre las ramas no creyó que Jesús lo notaría. Pero se equivocó. Porque Jesús ya tenía ordenado por el Padre que precisamente ese día iría a comer con un pícaro que iba a estar encaramado en un sicómoro y que le hablara aún sin verlo a los ojos... "Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario eu pose yo en tu casa" Era el único sicómoro en muchos kilómetros a la redonda. Era el único Zaqueo en diez cuadras a la redonda.
Y allí tenemos a Jesús en la casa del corrupto cobrador de impuestos. Y a Zaqueo dando los primeros frutos de su encuentro con Jesús. "Señor, todo lo devolveré. La mitad de todo esto lo daré a los pobres" La gracia y el amor de Jesús entró por la puerta principal y la avaricia, la ambición y la corrupción salieron corriendo por la puerta trasera. El amor de Jesús cambió el corazón de Zaqueo...
¿Está el amor de Jesús cambiando el suyo...? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que su generosidad asombró a alguien? Si ha pasado un buen tiempo, reconsidere la extravagante gracia del Señor. No olvide ninguno de sus beneficios. Y comparta. Comparta todo lo que reciba. Si Zaqueo pudo hacerlo, podemos hacerlo nosotros...
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